Índice
Portada Sinopsis Portadilla Dedicatoria Prólogo. ¿Cuál es el propósito del amor? El amor solo llega tres veces en la vida El primer amor, nuestra alma gemela. El que se ve bien PARTE I. El sueño PARTE II. La realidad PARTE III. La lección El segundo amor, nuestra pareja kármica. El que quisiéramos que saliera bien PARTE I. El sueño PARTE II. La realidad PARTE III. La lección El tercer amor, nuestra llama gemela. El que se siente bien PARTE I. El sueño PARTE II. La realidad PARTE III. La lección
Epílogo. Nunca sabes cuándo encontrarás el amor AGRADECIMIENTOS Créditos
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Sinopsis
El amor es un viaje de autodescubrimiento, y cada relación sirve para enseñarnos algo que necesitamos aprender acerca de nosotras mismas y de las claves de nuestra auténtica felicidad. En este libro, la experta en relaciones y terapeuta artística Kate Rose nos guía hacia una comprensión más profunda de nuestro propio ser a través de los tres tipos de amor que experimentamos a lo largo de la vida: - El alma gemela, que a veces es también el primer amor y nos inicia en el sueño del romance, aunque no dura para siempre. - El amor kármico, apasionado, pero también tortuoso y complicado, nos enseña que debemos aceptar nuestra propia vulnerabilidad para seguir adelante. - La llama gemela, el amor consciente en el que ambos de la pareja crecen. Aparece en los momentos más inesperados, pero cuando llega es porque estamos preparadas para amar. Con un estilo cautivador y cercano, Kate Rose se basa en sus propias experiencias, en las historias de sus clientes y escenas de películas muy conocidas para destacar las muchas lecciones que nos enseña el camino del amor. Descubriremos que es imposible amar de la misma manera dos veces y que, aunque ningún amor es mejor que otro, habrá una persona que encajará con nosotras como una llave en su cerradura, y nos abrirá los ojos a un mundo que ni siquiera sabíamos que existía.
El amor solo llega tres veces Descubre los secretos para encontrar a tu pareja perfecta
Kate Rose
Traducción de Judit Abelló Huguet
Dedico este libro a todas las mujeres que alguna vez se han preguntado si deberían perder la esperanza de encontrar el amor verdadero o si están destinadas a estar solas para siempre. Por favor, seguid confiando porque el amor siempre llega justo a tiempo. Esto también se aplica a todos mis amores: tanto aquellos que ya he experimentado como aquellos que están por venir. Y a mis increíbles hijas, Emma y Abigail, que siempre serán mi mayor historia de amor.
Mi querida y encantadora mujer salvaje,
Quizás te hayas preguntado por qué aún no has encontrado el amor eterno. Solo cuando hayas aprendido todo lo que necesitas saber sobre lo que no es el amor, estarás lista para experimentar qué es en realidad. En ese momento conocerás a esa persona lo suficientemente valiente para amarte tal y como eres. Tal vez te encuentres con un guerrero de ojos salvajes al que le gusta el whisky, o tal vez sea un encuentro casual porque el camarero confundió tu café con leche con su café moca grande. Quizás ya lo conocías, pero el tiempo tuvo que mover montañas para crear ese momento en el que finalmente te das cuenta de quién es en realidad... Cuando llegue ese momento, lo sabrás. Nunca fue cuestión de que fueras demasiado mujer, querida, sino de que eras demasiado para alguien que aún no era consciente de que era suficiente para ti. Y cuando conozcas a ese hombre lo suficientemente valiente como para amarte, mi querida y encantadora mujer salvaje, agradecerás que nunca saliera bien con nadie más. No solo eso, sino que comprenderás que todos esos amores del pasado eran como una estrella polar que te llevaba a los brazos de ese hombre, porque lo cierto es que la mayoría no estamos preparadas para que nuestro primer amor sea también el último. Ni tampoco el segundo. En su momento nos pareció completamente imposible pasar página y superar esas relaciones, pero a medida que pasaron los días y los meses, de repente nos dimos cuenta de que en realidad la relación no era tan buena y nuestro único deseo era que funcionase. Has tenido que toparte con muchos muros y ver cómo te daban demasiados portazos en las narices para comprender que el único amor que mereces es el que se entregue en la misma medida que tú. Porque ese hombre lo
suficientemente valiente como para amar a una mujer como tú es también el único que merece tu amor. Tú eres única y especial con toda tu vorágine de contradicciones. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario. Tienes una forma mágica de tomarte lo mundano y transformarlo en algo hermoso. Tu sonrisa puede hacer que las rodillas tiemblen y los corazones latan con fuerza. Y no es culpa tuya que todas tus parejas anteriores estuvieran demasiado atrapadas en su propia vorágine como para darse cuenta, porque lo cierto es que esos hombres nunca estuvieron destinados a durar. Eres una mujer que cada mañana se baña en la esencia cítrica de la esperanza y queda limpia de los errores del día anterior para asumir los desafíos que le depara el nuevo día. Eres una mujer que baila bajo la lluvia y llevas restos de brillante polvo de estrellas bajo tus talones de la última vez que perseguiste tus sueños locos. Siempre has sabido que estabas destinada a encontrar el amor, y cuando te topes con el hombre al que pasar todo el tiempo del mundo a tu lado no le parezca suficiente, sabrás que posee el coraje que les faltaba a tus otros amantes. Quizás este hombre no se parezca al guerrero que buscas. Quizás esté deslustrado por todas las lágrimas que ha derramado a lo largo de su propio viaje, pero te mostrará la valentía de un hombre que nunca teme la intensidad de tu mirada. No se asustará ni tampoco permitirá que te disuadas de lanzarte al amor, porque habrá pasado toda la vida soñando con una mujer como tú. Este hombre, tu guerrero, tu llama gemela, no solo te mostrará por qué tenía que ser tu tercer amor, sino también por qué los demás debían precederlo, así como por qué cada lágrima que has derramado por amor habrá valido la pena. En ocasiones conocemos a alguien que nos hace tirar el libro donde se encuentran escritas las reglas del amor. Naciste diferente en un mundo que celebra las similitudes y, aunque ha sido
difícil honrar tu singularidad, cuando conozcas a ese hombre entenderás por fin el motivo. Nunca fue cuestión de si eras o no como todas las demás, y menos de que no merecieras ser amada. Porque lo único que necesitabas, mi encantadora mujer salvaje, es un hombre lo suficientemente valiente como para amar a una mujer como tú. Sin duda, a lo largo de tu vida te has topado con hombres que te han hecho pensar que quizás fueran El Indicado, así como con camas de las que has salido preguntándote si existe mejor sexo en el mundo. También pudo haber hombres que te hicieron olvidar que alguna vez pensaste que había algo más en la vida que limitarte a portarte bien para sentirte aceptada por los demás. Quizás hayas probado el amor, pero, hasta ahora, el amor nunca te ha devorado. Y si bien no tienes ganas de fundirte con tu amante, la verdad es que quieres que te posea, quieres sentir amor hasta la médula y el éxtasis de la libertad soplando a través de los mechones de tu cabello. La cuestión es, querida, que lo quieres todo. Deseas el amor que detiene el paso del tiempo, el que te hace girar tan rápido que das vueltas como las estrellas del firmamento. Sin embargo, debe fluir tan despacio como la deliciosa miel si se quiere que el sabor sea igual de dulce. Este amor debe ser fuerte, pero lo suficientemente amable como para consolarte en tus días más difíciles. Deseas saber lo que vendrá, pero debe haber momentos tan inesperados como estrellas fugaces que atraviesan el oscuro cielo nocturno. ¿Y quién dijo que te equivocaste por quererlo todo? ¿Cuándo se convirtió en un estándar poco realista? Supongo que la pregunta más importante de todas es: ¿por qué les creíste? La realidad es que, a veces, el camino hacia la eternidad tarda más de lo que esperábamos. Desearía poder decir que hay una fórmula para el amor y que, si la sigues, terminarás siendo feliz, pero eso ya lo has intentado. No importa que después de dos años solo te haya dejado deudas y un par de zapatillas gastadas debajo de la cama, o si tu único recuerdo de ese amor son los hijos que surgieron de él; lo que sucedió valió la pena porque te guio hacia este momento.
Lo has intentado de todas las maneras posibles y, probablemente, incluso más. Has leído los últimos libros de autoayuda, has comprado el pintalabios de moda y ese vestido que parecía adaptarse a todas tus curvas, y aun así te vas sola a la cama cada noche mientras te preguntas qué estás haciendo mal y por qué parece que todos son felices menos tú. Pero ¿y si lo estás haciendo todo bien? Quizás necesitabas seguir este recorrido no porque sea difícil, sino porque el viaje más complicado que debemos hacer es el que nos llevará a nuestro propio núcleo, a nuestro verdadero ser. Te ha hecho tanto daño y te ha roto tanto el alma que has acabado preguntándote si estarás sola para siempre, o bien si existe un hombre lo suficientemente salvaje como para correr contigo a medianoche persiguiendo todas las posibilidades y reinventar una vida en la que os dais permiso para vivir siguiendo el dictado de vuestros corazones. Pero la cuestión es que no puedes atraer lo que quieres hasta que no te conviertas en quien eres realmente. Da miedo abrazar esas partes más oscuras de una misma, las mismas partes que nos dijeron que debíamos esconder bien adentro porque no eran políticamente correctas. En lugar de ver lo asombrosas que son (o de verlas como aquello que nos distingue de las robots humanoides que dicen «por favor» y «gracias» pero nunca luchan por lo que quieren), las escondemos y nos las tragamos hasta que nos ahogamos con nuestra propia verdad. En resumen, no solo enterramos las mejores partes de nosotras mismas, sino también aquellas que conforman lo que somos realmente, ya que, en el fondo, tememos que nadie pueda aceptarnos y amarnos por el simple hecho de ser, en fin, nosotras. Hasta que no aceptes la salvaje locura que corre por tus venas, nunca podrás reconocer la luz afín en los ojos de un hombre que ha estado buscando una mujer como tú, incluso aunque no lo sepa. Deseas mucho más, y él también, razón por la cual ha viajado y se ha abierto camino a través de sus dos primeros amores a fin de estar listo para ti y el amor definitivo. Mi querida y encantadora mujer salvaje, ¿estás lista para aceptar tu lado
salvaje? ¿Estás dispuesta a abrirte y creer que podrás amarlo para siempre a pesar del dolor de tu corazón y de todas las razones lógicas para no hacerlo? ¿Estás preparada para dejar atrás la mujer que te dijeron que fueras y la vida que esperaban que vivieras? Es hora de perdonar el pasado, hacer las paces con quienes éramos y con aquellos a quienes amamos, así como emprender el camino de lo desconocido, el que conduce a la pasión, la creatividad, la espontaneidad y el amor que todavía soñamos experimentar.
Prólogo
¿Cuál es el propósito del amor?
Al principio creemos que el Amor es la fuerza capaz de matar dragones o acabar con los demonios, así como la que nos mantiene a salvo en los fuertes brazos de nuestro amante. A medida que envejecemos y nuestros corazones se agrietan o incluso se rompen unas cuantas veces, pensamos que el Amor podría ser solo una especie de moneda de cambio, algo con lo que negociar y hacer transacciones, aunque lo que queremos realmente puede seguir siendo un misterio. Empezamos a preguntarnos: ¿existe el Amor? Lo cierto es que el Amor es la suma de innumerables pequeños momentos que se ven envueltos en la acción interminable de elegir mostrarle a alguien, una y otra vez, que nos importa. Amor hace referencia a un sustantivo y un verbo. Son las lágrimas que humedecen la suave camisa de franela de nuestro amante mientras nos rendimos al caos de la vida, así como un ataque de risa a las dos de la madrugada que hace que nos duela el estómago mientras el resto del mundo duerme. El Amor es tanto un sentimiento como una acción, una manera de expresar la profunda emoción que siente nuestra alma por otra persona. Pero el Amor es mucho más. Es el impulso incesante de ser y hacerlo mejor, a la vez que alentamos a nuestra pareja a hacer lo mismo. El Amor es el vehículo que nos lleva a aprender, crecer y evolucionar hacia una versión más consciente y bella de nosotras mismas. En verdad, el Amor es el medio por el que aprendemos a relacionarnos con nosotras mismas, con los demás y con el mundo. No nacemos conociendo las
reglas que nos llevarán a conseguir relaciones exitosas o las herramientas que necesitamos para crear felicidad. Sino que aprendemos todo esto por las malas. A través del ensayo y de un montón de errores llegamos a saber qué es el amor y también cómo es practicarlo de la manera más auténtica. Nos equivocamos al creer que el amor es solo cuestión de relacionarse con una pareja. En realidad, debemos experimentar tres fases del amor antes de alcanzar nuestro mejor yo. Al igual que no nacemos corriendo, rara vez podemos amar de todo corazón y para siempre a la primera. En su lugar, estamos destinados a pasar por el trauma, la tristeza y los deseos de nuestro ego para trascender nuestra idea del Amor y descubrir qué es realmente. A veces me pregunto qué habría pasado si hubiese conocido a mi tercer amor cuando éramos más jóvenes, antes de casarnos y tener hijos, y si hubiéramos podido pasar por alto todas las lecciones y llegar directamente a la parte feliz. Pero cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que, para mí, y sospecho que para todas nosotras, habría sido imposible porque yo no hubiera sido la persona que él necesitaba para convertirse en la mejor versión de sí mismo. Cuando pienso en mis amores, veo que no solo son diferentes, sino que cada uno sacó distintas versiones de mí, y aunque suena bonito desear que el primero hubiese sido mi único amor, la realidad es que rara vez funciona así. El Amor llega cuando menos lo esperamos, y no lo hace para hacernos la vida más fácil o para aplacar nuestros deseos, sino para ayudarnos a hacer el viaje de regreso a casa. El Amor es la fuerza que hace girar el universo; es el latido de nuestros corazones, el sentimiento que genera un beso conmovedor y el cumplimiento del deseo universal de que nos conozcan, nos valoren y nos cuiden por ser como somos. El Amor no se preocupa por fruslerías, sino solo por lo real. Es la fuerza por la cual nos movemos, crecemos y trascendemos incluso nuestras propias limitaciones. El Amor debería hacernos mejores. El Amor no solo es todo lo que hay. Lo es todo.
El amor solo llega tres veces en la vida
Independientemente de quiénes somos o dónde vivimos, solo experimentamos tres tipos arquetípicos de amor a lo largo de la vida. Y lo que es más importante, dos de estos tipos de amor (el alma gemela y el amor kármico) comparten un propósito común: ambos deben acabar terminando para que nuestro tercer y último amor, nuestra llama gemela, pueda llegar a nuestras vidas. Cuando nuestro amor de alma gemela termina, a menudo nos preguntamos si alguna vez volveremos a amar. Al final de nuestra pasión kármica, creemos estar listas para renunciar al amor de una vez por todas y preferimos pasar largas tardes acompañadas por el cinismo. Entonces, cuando ese tercer amor entra con fuerza, y a pesar de que nuestro corazón late frenéticamente y nos ruega que lo intentemos de nuevo, nuestra parte racional se muestra reacia por miedo a no poder superarlo. Lo cierto es que necesitamos viajar a través de estos tres amores a fin de descubrir quiénes somos y qué queremos en realidad.
N INGUNA HISTORIA DE AMOR ES MARAVILLOSA POR SER FÁCIL
Cuando mis clientas se enfrentan a un desafío u obstáculo en su relación, a menudo les digo que ninguna historia de amor es maravillosa por ser fácil. ¡Ninguna película romántica de éxito llega a la gran pantalla porque el final feliz ocurra justo al principio! La mayoría nos sentimos frustradas cuando el amor no ocurre a nuestro ritmo o de la manera que esperamos. Soportamos esos comentarios amargos de amigos que, con toda su buena fe, nos dicen que si un hombre quisiera estar con
nosotras, lo estaría. Puede ser cierto, pero, en cuestión de amor, no existe una talla única que nos siente bien a todas. A veces es verdad que un hombre quiere una relación con nosotras, pero el momento no es el adecuado. Si bien es beneficioso para nuestro crecimiento personal ser conscientes de qué tipo de amor hemos experimentado o en qué tipo de relación estamos, no hay forma de agilizar el proceso y llegar antes a nuestro tercer amor. Es importante recordar que hay momentos bonitos en todos nuestros amores y recuerdos que se quedarán con nosotras para siempre, sin importar en qué dirección nos lleve el corazón. Aprender sobre una misma y sobre la vida a través de estos tres amores es un proceso increíble, un viaje que, a través de la valentía que supone definir el amor a nuestra manera, nos llevará a abandonar lo que nos enseñaron sobre él cuando apenas éramos unas niñas. El viaje consiste en descubrir tanto qué es el amor como quiénes somos.
N UESTRA ALMA GEMELA
El amor de alma gemela nos enseña lo que significa estar en sintonía con otra persona. Suele ser el primer tipo de relación que experimentamos, ya sea en la escuela secundaria o justo después, cuando aún somos unos jóvenes idealistas llenos de sueños. Chico conoce a chica, chico y chica se enamoran, se casan y son felices para siempre. Este es el cuento de hadas que nos cuentan cuando somos niñas. Antes de que podamos conocernos realmente, seguimos las instrucciones de esos cuentos de hadas: nos dejamos guiar por la sociedad, nuestras familias o incluso nuestras propias creencias personales basadas en sus enseñanzas. Creemos que ese será nuestro único amor. No importa si no va del todo bien o si tenemos que tragarnos algunos valores personales para que funcione; al fin y al cabo, ¿qué
sabemos nosotras? Sin duda, así se supone que es el amor. Dado que se basa en normas familiares o sociales, este amor no nos desafiará ni nos agitará. A menudo, este amor procede de la misma zona geográfica y comparte el mismo estatus socioeconómico. Puede ser literalmente esa persona que tus padres siempre han deseado para ti. Será fácil; y debido a la aprobación y al apoyo que recibimos, no prestaremos atención a por qué sentimos que hay algo que no acaba de ir bien en el fondo de nuestro corazón. En este tipo de amor confiamos más en cómo nos ven los demás que en cómo nos sentimos en realidad. Este primer amor es nuestra alma gemela. Para mí, fue mi novio de secundaria. Fue un amor inocente y dulce, y no tenía con qué compararlo. Nos enamoramos muy rápido, tal vez incluso fue amor a primera vista. Un alma gemela, en tanto que pertenece a nuestra familia de almas, puede ser aquella con la que nos encontramos muchas veces, vida tras vida, hasta que nos convertimos en buenos amigos. Nos sentimos cómodas con esta persona y creemos de forma errónea que ese sentimiento durará para siempre. Podríamos comprometernos o incluso casarnos con esa persona. A veces la dejamos y avanzamos hacia un futuro mejor. Es probable que nuestra alma gemela regrese a nuestra vida para ayudarnos a sanar y pasar de una fase a otra, al proporcionarnos una pista de aterrizaje segura, que puede que necesitemos desesperadamente después del amor kármico. Sabemos lo que se espera de nosotras en esa relación, e incluso aunque en el fondo sepamos que no es lo que queremos o necesitamos, a veces nos escondemos ahí porque la idea de avanzar hacia lo desconocido resulta demasiado aterradora. Aunque esta relación vaya bien o te dé la impresión de ir bien, lo más importante de este amor es que, al menos desde fuera, parece que va bien.
N UESTRO AMOR KÁRMICO
Es el amor difícil, el que nos enseña quiénes somos y cómo queremos y necesitamos que nos amen. Es el tipo de amor que nos da lecciones de vida a través de las mentiras, el dolor o la manipulación. Tenemos tanto deseos como necesidades, y cuando comenzamos a entablar relaciones, no somos conscientes de la diferencia o incluso de la importancia de mantener ambas cosas. Nuestros deseos son negociables, pero nuestras necesidades básicas no lo son (hablaré sobre este tema más adelante). La relación kármica nos enseñará esta lección. Este tipo de amor se nos cuela a menudo sin darnos cuenta porque no se parece en nada a nuestra alma gemela. Será impactante, incluso electrizante. En lugar de surgir mediante una combustión lenta y constante, comenzará de forma rápida y acalorada. Debido a que nos encontramos atrapadas en un ciclo de discusiones y reconciliaciones apasionadas, no nos damos cuenta de nuestro propio sufrimiento. El aspecto más difícil de esta relación es que no entendemos por qué no nos puede ir bien. ¡Si parece distar muy poco de nuestro amor ideal! Aun así seguimos pensando que si nos comportamos tal como espera nuestra pareja, seremos dignas de su amor. Pero cada vez que tratamos de hacerlo bien, termina peor que antes. En mi segundo amor, negué la realidad durante demasiado tiempo. Lo había buscado durante tantos años que estaba dispuesta a guardar silencio para que nada cambiase. Era más fácil quedarse y lidiar con lo malo conocido que arriesgarme y experimentar la verdadera felicidad por mí misma. En esta etapa del amor, todavía buscamos la felicidad fuera de nosotras; asumimos que la relación es el problema y que podemos solucionarlo, en vez de darnos cuenta de que la infelicidad proviene de nuestra insatisfacción con nosotras mismas y con nuestras elecciones. Tanto en el primer amor como en el segundo entra en juego el miedo a lo que piensen o digan los demás, a perder el amor de nuestra pareja, a no conseguir que funcione, a no saber cuándo ponerle fin, a no saber cuándo (ni cómo) seguir adelante. Todavía no nos hemos reconciliado con nosotras mismas, razón por la cual seguimos buscando respuestas en otras personas.
A veces, nuestro segundo amor es insalubre, desequilibrado o narcisista. Puede haber manipulación, así como abuso emocional, mental e incluso físico. Lo más probable es que se caracterice por altos niveles de drama, y eso es justo lo que nos crea adicción a esa historia: la montaña rusa emocional de altibajos extremos. Como un drogadicto en busca de una nueva dosis, nos aferramos a los mínimos porque sabemos que también habrá máximos. La mala noticia es que nuestro segundo amor puede convertirse en un ciclo que, a menudo, repetiremos con diferentes parejas con la convicción de que, de alguna manera, el final será diferente. La buena noticia es que este amor difícil llega para que podamos superar todos nuestros problemas y seguir adelante. A través de este amor nos convertiremos en una persona completamente nueva y haremos cosas que nunca podríamos haber imaginado. Es el amor que deseamos que fuera El Indicado, aunque nunca lo será. Este amor nos va a desafiar, no solo en cuanto a lo que estamos dispuestas a hacer por amor, sino también en cuanto a quién estamos dispuestas a lastimar en el proceso. Para la mayoría, las perjudicadas seremos nosotras mismas. Intentar que la relación funcione se vuelve más importante de lo que debería ser. Nunca nos detenemos a considerar si deberíamos estar haciendo todo ese trabajo. Invertimos nuestra valía en el éxito de la relación, por lo que termina destruyendo nuestro sentido de identidad. Pero esto es solo el comienzo, porque podemos embarcarnos en el camino del autodescubrimiento y empezar a reconstruirnos.
N UESTRA LLAMA GEMELA
Es el amor que nunca vemos venir. Por fin nos sentimos completas y hemos aprendido a vivir por nuestra cuenta, así que esta persona nos complementa de formas que no imaginábamos y nos desafía de la mejor manera posible. Este tipo
de amor no siempre es fácil, porque el propósito de nuestro tercer amor no se limita a establecer una relación, sino a crecer como individuos para convertirnos en una mejor versión de nosotras mismas. Es el tipo de amor que no suele encajar con nosotras, o al menos eso es lo que creemos cuando conocemos a esa persona. Parece destruir los ideales persistentes a los que nos aferramos sobre lo que se supone que es el amor. A fin de cuentas, este amor llega con tanta facilidad que parece imposible; no podemos explicar esa conexión y nos quedamos sin palabras. A estas alturas, o hemos renunciado al amor o bien hemos vuelto corriendo a la seguridad de nuestra alma gemela. Es difícil confiar en que esta vez podría ser diferente, sobre todo después del desastre que fue nuestro segundo amor. Cuando llega, ya somos mayores y hemos pasado por algunas relaciones significativas o matrimonios, incluso es posible que tengamos hijos. Puede parecer más fácil mantenerse alejado del amor en lugar de arriesgarse a sufrir un desamor otra vez. Pero por mucho que nos resistamos a ese amor, o por mucho tiempo que lo hagamos, a la larga nos daremos cuenta de que este amor se abrió camino cuando no estábamos mirando. De repente, todo lo que queríamos evitar nos ha alcanzado y volvemos a experimentarlo de nuevo, por tercera y última vez. Es el amor en el que nos juntamos con alguien y parece encajar por arte de magia: no hay ideales ni expectativas sobre cómo debe actuar cada uno, ni presión para convertirse en otra persona. Nos aceptamos tal como somos, y eso nos sacude hasta la médula. A lo largo de la vida hemos luchado e intentado que el amor funcione o nos satisfaga, por lo que la falta de esfuerzo que rodea esta relación nos desconcierta. Lo que cuesta ahora es comprender que puede haber amor sin tener que luchar por él y que, de hecho, llega a nosotras sin siquiera pedirlo. No es lo que imaginamos que sería el amor ni cumple con las viejas reglas que seguíamos con la esperanza de sentirnos seguras, sino que destruye todas nuestras ideas preconcebidas. A menudo, este amor no solo irá en contra de todo lo que creíamos cierto acerca de nuestra pareja definitiva, sino también de las viejas expectativas de lo que se supone que debe abarcar una relación. Podemos aprender muchas lecciones de nuestros dos primeros amores, pero solo el tercero nos exigirá que pasemos del dicho al hecho. No solo para estar al tanto de lo que hemos aprendido o de en qué nos hemos convertido, sino para tomar
decisiones distintas. Nuestro tercer amor nos brinda la oportunidad de hacerlo bien porque por fin sabemos cómo hacerlo. Es el amor que sigue llamando a nuestra puerta sin importar cuánto tiempo tardemos en responder, porque cuando alguien está destinado a ser nuestro para siempre, no hay forma de estropearlo. No podemos escapar de este amor. Por imposible que pueda parecer, o por improbable que sea el formato en que se presenta, es el amor que te hace sentir bien. Quizás no todas experimentemos estos tres tipos de amor, pero tal vez sea porque no estamos listas. Si nos quedamos atrapadas en los ciclos de nuestro primer y segundo amor, nunca estaremos preparadas para recibir al tercero. Es posible que necesitemos toda la vida para aprender cada lección, aunque con suerte bastará con un par de años.
L OS AFORTUNADOS
Y luego están las personas que solo se enamoran una vez y consiguen que dure, apasionadamente, hasta exhalar su último aliento. Esas fotos descoloridas y gastadas de nuestros abuelos que parecen tan enamorados a los ochenta años como en el día de su boda son un claro ejemplo. Estas rara avis, al contrario que el resto, no están destinadas a viajar a través de las tres lecciones del amor, pero aun así hacen que nos preguntemos si realmente sabemos amar. Sin embargo, no es que estas parejas hayan tenido la suerte de crecer y desarrollarse juntas. Aprendieron las mismas lecciones que aquellos que atraviesan los tres amores, aunque su propósito era hacerlo en paralelo. No es ni mejor ni peor, ni siquiera más difícil, sino que es algo a lo que nuestras almas estaban destinadas. Alguien me dijo una vez que estas personas son muy afortunadas, y tal vez lo sean, pero creo que quienes llegamos a nuestro tercer amor o hemos renunciado
a él por completo después de tantas noches solas somos igual de afortunadas. Porque no se trata de si estamos listas o no para el amor, sino de si el amor está listo para nosotras. Todas debemos recordar que el hecho de que no haya funcionado antes no significa que no vaya a funcionar nunca. En realidad, se trata de si estamos limitadas por nuestra forma de amar o de si amamos sin límites. Todas podemos elegir quedarnos con nuestro primer amor, el que parece que va bien y hace felices a todos los demás. Podemos optar por quedarnos con el segundo porque creemos que, si no nos obliga a luchar, entonces no vale la pena tenerlo. O podemos tomar la decisión de creer en el tercer amor. El que nos hace sentir como en casa sin justificación alguna; el amor que no se siente como una tormenta, sino como la calma de la noche siguiente. Y tal vez hay algo especial en nuestro primer amor, y algo desgarradoramente único en el segundo..., pero también hay algo sorprendente en el tercero. El que nunca vemos venir. El que nos muestra por qué nunca antes había funcionado. El que dura. Y esa posibilidad es la que hace que intentarlo siempre valga la pena, porque lo cierto es que nunca sabemos cuándo tropezaremos con el amor.
El primer amor, nuestra alma gemela el que parece que va bien
PARTE I
El sueño
Viviremos felices para siempre
Cuando conocemos a nuestra alma gemela, nos parece que durará para siempre, ocurra a los dieciséis o a los cuarenta y seis años. Un par de dulces llamadas que se alargan hasta altas horas de la noche y que nos hacen reír bajo la luz de la luna son suficientes para enamorarnos. En el momento en que descubrimos el amor, ya no hay vuelta atrás, aunque tampoco lo queremos porque, desde la primera vez que nos encontramos con este amor, nos ponemos a imaginar todas las posibilidades. Deseamos vivir el resto de nuestra vida con esa persona y saboreamos los pensamientos de todo lo que está por venir. Los sentimientos que produce el primer amor son tan fuertes que tendemos a creer que va a durar para siempre. Pero la cuestión es que nuestro primer amor no siempre es necesariamente nuestro lugar de descanso. A menudo, cuando lo vemos en retrospectiva, nos damos cuenta de que solo era la persona que parecía «encajar» en nuestra vida y que, en la mayoría de los casos, nuestra familia y la sociedad nos condicionó a elegir porque era lo que esperaban de nosotras. Si bien nos gustaría decir que el cliché de que todo tiene que ver con los problemas de papá o mamá no es más que una excusa para justificar las malas relaciones, la verdad es que todo lo que experimentamos de niñas da forma a nuestra definición del amor, así como el tipo de relación amorosa que esperamos tener. Han pasado décadas desde mi primer amor, y todavía recuerdo el vértigo que sentía cuando me llamaba y cómo me acostaba en la cama con los pies contra la
pared mientras miraba por la ventana pensando que ese era el amor que merecía. De alguna manera, aunque era muy joven, estaba experimentando lo que había visto en las innumerables películas que me habían hecho llorar cuando era una adolescente demasiado romántica y rebelde. Ese hombre (que aún era un niño) cumplía todas las expectativas que tenía en ese momento: teníamos un estatus similar, pertenecíamos al mismo grupo de amigos y ¡estar con él parecía tan fácil! Cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de que era imposible no amarlo porque todo se desarrolló de forma muy natural. Pero con el tiempo y la experiencia nos damos cuenta de que las similitudes no necesariamente sirven como base para un amor duradero, ni siquiera para la satisfacción personal.
S IMPLEMENTE SE ESTÁ MUY A GUSTO
En muchos casos, lo fácil que resulta estar con nuestra alma gemela nos hace sentir que aquello es obra del destino o incluso nos da una sensación de plenitud. Nuestra alma gemela es alguien con quien hemos viajado a través de múltiples vidas, pero a diferencia del amor kármico o la llama gemela, no nos enseña ninguna lección importante, así como tampoco compartimos esos lazos de energía fascinantes o una fuerte conexión. Se parece más a volver una y otra vez a casa con un viejo amigo, así que cuando nos topamos con esa persona, tenemos esa sensación de «ah, ahí estás, eres lo que estaba buscando». No porque sea todo lo que queremos o necesitamos, sino porque nos resulta familiar y reconfortante. Por este motivo, algunas de nosotras tenemos dificultades a la hora de dejarlo atrás. Encontramos una representación fidedigna de este amor en la película Love & Basketball, donde Sanaa Lathan y Omar Epps dan vida a Mónica y Quincy, vecinos y, en última instancia, novios de la infancia que comparten un profundo amor por el baloncesto. La pareja se separa a medida que se acerca la universidad y la distancia entre ellos no solo conlleva el dolor de la separación,
sino también el estrés de mantener sus respectivas carreras académicas y deportivas. Su ruptura es desalentadora, ya que los dos se dan cuenta de que su relación se basaba en la comodidad. Más tarde, en una de las mejores escenas de la película, se reencuentran ya como adultos y terminan juntos de nuevo. Mónica y Quincy juegan un partido de uno contra uno y reafirman la esencia del amor del alma gemela y lo que nos enseña. Para entender este tipo de amor, debemos concebir que existe algo más allá de esta vida. No somos únicamente un cuerpo, sino un alma, un espíritu que vive a través de múltiples vidas. Por ello, todos tenemos una familia de almas, las cuales viajan siempre juntas, pero se reencarnan en diferentes formas. A veces somos amigos y amantes, otras, madre e hijo, pero siempre permanecemos juntos. Las almas gemelas son solo eso: alguien que forma parte de nuestra familia de almas. Esta es la razón por la cual tienden a ser tan difíciles de superar, porque el nivel de comodidad es muy alto. Desafortunadamente, no podemos crecer como almas si nos conformamos con eso. Eso no quiere decir que el amor deba ser difícil, pero para crecer y convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas, necesitamos que nos desafíen y expandirnos más allá de los parámetros previos. Y aunque nuestras almas gemelas son maravillosas y amorosas, no nos desafían más allá de nuestra zona de confort. Podemos volver con nuestra alma gemela una infinidad de veces y siempre sentiremos lo mismo. Al considerar las complejidades del primer amor, pienso en la serie de los noventa Dawson Crece, en la que Katie Holmes interpreta a Joey, una niña dulce y complicada del otro lado de la ciudad que se enamora de su amigo de la infancia, Dawson, interpretado por James Van Der Beek. A lo largo de las muchas temporadas de la serie, Joey y Dawson tienen un romance intermitente en el que pasan de estar enamorados a ser solo amigos. Esa dinámica es muy típica de este tipo de relaciones. No queremos estar sin nuestra alma gemela y, de hecho, a menudo no podemos imaginarnos nuestra vida sin ella. De alguna manera, incluso podemos sentirnos perdidas al principio si nos separamos o comenzamos a movernos en direcciones diferentes, razón por la que es probable que vuelva en momentos difíciles de nuestra vida y por la que volvemos a intentarlo con ella.
Dado que las almas gemelas tienden a encontrarse en sus primeros años de vida (piensa en la infancia, en la escuela secundaria o incluso en los escurridizos años universitarios en los que nos desviamos de los patrones preestablecidos), es una relación a la que volveremos más adelante en nuestras vidas, aunque solo sea por un corto período de tiempo. Muchas veces vemos esta relación como un último recurso porque siempre está ahí, e incluso nos casamos (¡otra vez!) porque comenzamos a creer que la razón por la cual siempre volvemos se debe a que estamos «destinados» a estar juntos. Incluso llega a un punto en que Joey se aleja de Dawson y encuentra una felicidad duradera, pero solo es capaz de hacerlo cuando empieza a pensar más en sí misma y en lo que quiere. Parte del problema es que la idea de vivir el cuento de hadas resulta fascinante. Todas queremos enamorarnos y que dure porque, después de todo, muchas no logramos comprender cuál es la gracia del amor si no va a cumplir nuestras expectativas. Entonces, este primer amor llega a nuestra vida y, de alguna manera, creemos que está destinado a durar para siempre. Parece que esta persona fue orquestada por la mano del destino para estar con nosotras, por lo que nos tiramos de cabeza. Dado que esta relación a menudo se da cuando aún somos muy jóvenes, no siempre significa que nos casaremos, pero sí que nos comprometeremos en cuerpo y alma con la relación, e incluso soñaremos con un futuro juntos. Pensaremos que cabe la posibilidad de vivir felices para siempre y sucumbiremos a esa parte de nosotras que espera que no solo sea nuestro primer amor, sino también el último.
T ODAS BUSCAMOS UNA HERMOSA HISTORIA DE AMOR
Queremos conocer a alguien y que sea amor a primera vista. Queremos casarnos con nuestro novio del instituto. Queremos el tipo de amor que vemos en las películas. La historia que esperamos vivir algún día no solo por hacer realidad el
cuento de hadas, sino también por que la vida vaya tal como habíamos planeado. Una de mis clientas, Britt, vino a verme por primera vez con su pareja de aquel entonces. Ambos creían que el otro era su llama gemela y habían decidido acudir a mí para saber más al respecto. Después de la llamada inicial, me envió un mensaje privado y me preguntó si podía venir sola, sin su pareja, debido a que tenía dudas y estaba preocupada. Ese hombre la trataba literalmente como a una princesa y sentía que estaba viviendo un cuento de hadas. Pero a menudo olvidamos que los cuentos de hadas, incluso en los libros infantiles, también tienen un trasfondo oscuro. En el transcurso de los meses que Britt y yo trabajamos juntas, se hizo lo suficientemente fuerte como para decidir que la relación no era lo que quería en el fondo y que, además, a su alma ya no le sentaba bien. No podía ser quien realmente era y no sentía que él la apoyase en su viaje, aunque le encantaba el cuento de hadas que habían creado juntos. Por supuesto, hubo un período de tiempo en el que nuestras llamadas giraban en torno a cómo procesar todo aquello y ella renunciaba una y otra vez al amor, sin parar de decir: «No necesito a nadie, por primera vez soy feliz como estoy». Lo que ella no sabía era que esa es una de las características distintivas del principio de una bonita historia de amor porque este casi siempre nos encuentra cuando dejamos de buscarlo. Unos meses después de la ruptura conoció a su tercer amor. Entró con mucha facilidad en su vida y, aunque deban superar múltiples obstáculos, están decididos a hacerlo mejor esta vez. Lo que consideramos una hermosa historia de amor a menudo difiere de la manera en que se desarrolla realmente. No conseguimos el cuento de hadas, pero podemos conquistar la oscuridad. Todavía podemos tener ese amor que dura para siempre, aunque no será como creíamos. Este ideal ni siquiera se inicia con nosotras. Después de todo, todavía seguimos el plan de vida tradicional que dicta que debemos graduarnos de la escuela secundaria, ir a la universidad o conseguir un trabajo, encontrar a alguien con quien casarnos, irnos a vivir juntos, comprar una casa y tener hijos. Fin de la historia. Eso es lo que todos hacen, ¿verdad? El único problema es que nuestra versión de «felices para siempre» no puede basarse en las creencias o las
concepciones de otras personas. Necesitamos escribir nuestra propia historia. Por supuesto, cuando nos encontramos inmersas en el amor con nuestra alma gemela, creemos que lo sabemos todo. Pero con el tiempo nos damos cuenta de lo poco que sabíamos durante esos primeros años de nuestra vida y cuánto estábamos aprendiendo. En la relación con nuestra alma gemela, nuestra idea del amor se basa en la persona que se espera que amemos y, por supuesto, en la vida que nos han dicho que debemos vivir. Cuando somos pequeñas, nuestros amigos y familiares nos enseñan, de forma inconsciente, qué es el amor romántico a través de los cuentos de hadas, las películas y las historias que nos cuentan. Lo aprendemos de las relaciones que vemos a nuestro alrededor. Rara vez nos sentamos con nuestros padres y madres y conversamos acerca de cuáles son los pilares de una relación sólida o de lo vital que es cultivar el amor propio. En cambio, nos dejamos llevar por la expectativa de que debemos encontrar un buen hombre o mujer para sentar cabeza. Eso es todo. Nuestra alma gemela es tan solo un buen hombre o mujer con quien formar una familia. Es un dulce amor que no nos hace levitar, pero nos satisface hasta cierto punto. Sin embargo, se basa en el ego. La satisfacción que recibimos de este amor proviene del gozo que obtenemos del mundo exterior porque hacemos lo que todos esperan de nosotras. En las primeras etapas de este amor parece que estamos en la cima del mundo y tenemos la vida resuelta. Conocemos nuestro lugar dentro de nuestras familias e incluso la sociedad en general; podemos ver nuestro futuro claramente expuesto frente a nosotras y respiramos con calma porque, bueno, todo parece muy cómodo. Nuestros padres y familiares adoran a esta persona, lo cual no nos sorprende porque nos condicionaron para estar con ella. Nuestras almas gemelas encajan en nuestra familia sin necesidad de esforzarse y como si siempre hubieran estado allí porque, de hecho, tienden a sentirse como de la familia. Si bien nos sentimos atraídos por nuestra alma gemela, el amor que experimentamos con ella es más familiar, lo cual forma parte del encanto de esta relación. Tratamos de crear la relación que nuestra familia espera que tengamos, lo que significa que con este amor operamos bajo el factor motivador «debería» en lugar del factor «quiero».
Eso no significa que no queramos construir una vida con nuestra alma gemela; pero si tomamos la decisión de profundizar, veremos que no se debe a que nuestro amor sea fuerte o a que tengamos una gran conexión, sino más bien a que todos los demás piensan que debemos estar juntos. Durante esta fase de nuestra vida, la aprobación y qué piensan los demás es lo más importante para nosotras, ya que estimula el ego en desarrollo. Todavía no hemos tenido el tiempo o la experiencia necesarios para descubrir quiénes somos realmente.
I NTERPRETAR EL PAPEL
Aún no sabemos que podemos obtener la misma satisfacción al tomar nuestras propias decisiones que al seguir las normas preestablecidas. De hecho, durante este amor no solemos cuestionarnos quiénes somos; no es algo que esté en nuestro radar porque creemos que lo tenemos todo resuelto. Sentimos que crecemos de acuerdo con las normas de nuestro círculo social, ya que hacemos lo mismo y tomamos decisiones similares. A nuestros padres les gusta la persona con la que estamos saliendo, así que no nos importa nada más. Todavía no entendemos que ese hombre o esa mujer sean poco más que un reflejo de la persona que nuestra familia nos ha enseñado a buscar. A menudo, aunque nuestra alma gemela sea una persona importante en nuestro viaje, se asemeja bastante a las personas que nos criaron, ya sea mamá, papá u otros de nuestra familia. Nuestra alma gemela suele tener todas las cualidades positivas de nuestros padres, además de ser el origen del viejo dicho que reza que nos casamos con un hombre similar a nuestro padre o con una mujer como nuestra madre. Es nuestro primer amor, además del único que conocemos, por lo que nos enamoramos de la persona cuya naturaleza es similar a nuestras relaciones primarias: nuestros cuidadores, ya sean nuestros padres o quien nos crio. El patrón de buscar sus cualidades en nuestro primer amor siempre está presente, sea cual sea su asociación biológica. Es lo que conocemos y, por lo tanto, lo que perpetuamos. Nos satisface enormemente porque sentimos
que cumplimos las reglas preestablecidas del amor y la vida. Esta es una de las razones principales por las que nos resulta difícil separarnos de nuestra alma gemela: cuando comprendemos que no existe ninguna regla real para el amor, comenzamos a cuestionarnos lo que sí sabemos sobre él. Al principio intentamos convencernos de que existe la posibilidad de ser felices para siempre, nos inventamos toda una lista de razones para quedarnos y no desviarnos del plan y, en última instancia, mantener el rumbo con la visión que tenemos de nuestra vida. Sin embargo, este es en realidad el enfoque vital que nos han enseñado que deberíamos tener y no necesariamente el que encaja con nosotras.
C REER EN EL CUENTO DE HADAS
No puedo decir que durante los primeros años de mi vida pensara mucho más allá del matrimonio, algo que veo también en un sinfín de pacientes. Nos enamoramos esperando vivir en un cuento de hadas, aunque ninguna de nosotras se pare a pensar si Cenicienta fue feliz después del «sí, quiero». No me cuestioné si mi primer amor apoyaría mi crecimiento, si sería un buen padre, cómo solucionaríamos juntos los problemas de la vida o cuáles eran sus creencias espirituales. En su lugar, lo vi tal como se mostraba, vi su ser físico. No es que ignorase todo lo demás; simplemente no era parte de mi nivel de conciencia en ese momento porque aún no me centraba en mí y en mi propia vida. Durante esa etapa de amor de cuento de hadas, no nos paramos a preguntar si estamos viviendo plenamente, y mucho menos cuál es nuestro propósito vital. Tampoco escuchamos hablar de objetivos o propósitos compartidos en la mayoría de las películas que nos gustan, como, por ejemplo, Good Deeds. Siempre nos criaron bajo la premisa de que debíamos esperar al «príncipe azul», la clase de hombre que rescata a la damisela en apuros y defiende los roles de
género tradicionales. Creíamos que el amor era lo único que necesitábamos y que debíamos aspirar a tener una relación con otra persona. Rachel, por ejemplo, pensó que sería feliz para siempre, como en los cuentos de hadas. Conoció al hombre que parecía tener todas las cualidades que deseaba en un compañero de vida mientras cursaba su carrera en el extranjero. Después de graduarse se casaron y tuvieron un hijo, y aunque en general todo parecía ir bien, llegó un punto en el que se hizo imposible ignorar que no era así. En el caso de Rachel, la idea de casarse, comprar una casa y tener hijos la atrapó tanto que pasó por alto quién era su esposo en realidad y el comportamiento poco saludable presente en gran parte de su relación. Rachel consiguió su cuento de hadas y su «felices para siempre», pero no duró tanto como ella imaginaba. Sin embargo, la idea de ser felices para siempre nos hace creer que el futuro no nos depara ninguna sorpresa, que el plan está marcado y que no habrá decepciones ni desengaños. Si bien podemos entenderlo y aceptar que carece de credibilidad porque nadie es capaz de evitar que la vida siga su curso, la verdad es que el final de cuento de hadas no es el tipo de amor más sublime que podemos experimentar. Que todo parezca perfecto y que nada salga mal no es en realidad lo que esperamos, sino que buscamos a esa persona que cogerá nuestra mano cuando nos encontremos perdidas y nos ayudará a ver la luz; la que nos cuidará cuando estemos enfermas y llevemos el mismo chándal durante días. Encontrar una persona con la que podamos tener un amor de cuento de hadas no es necesariamente lo que queremos del amor, sino encontrar a aquella que aporta magia a las luchas cotidianas y a los dramas de vida real a los que todas nos enfrentamos.
E L REGRESO DEL ALMA GEMELA
En retrospectiva, resulta fácil decir todo esto una vez que hemos experimentado este primer amor. Pero reconocer que no va a durar para siempre mientras aún estamos inmersos en la relación es muy diferente, y eso se debe a que muchas veces, después de otros fracasos amorosos, volvemos a nuestra alma gemela. Recuerdo que en un momento de mi vida, después de salir de una relación larga y difícil, mi alma gemela regresó a mí (gracias, redes sociales) y me sentí como si volviera a casa. No importaba que hubiesen pasado trece años desde la última vez que hablamos. Lo retomamos justo donde lo habíamos dejado con comodidad y con los mismos temas de conversación. La verdad es que nunca lo habría buscado de nuevo, pero eso no significa que no se me pasara por la cabeza; incluso ahora pienso en él de vez en cuando. Pero también sé que es el patrón que siguen las almas gemelas: podríamos encontrarnos dentro de cincuenta años en un asilo y, aun así, tener tanto esa química instantánea como esa sensación de comodidad. Llegó en un momento de mi vida en el que estaba completamente rota, pero la peor parte fue que ya no sabía quién era. Después de compartir mensajes de texto durante un par de semanas, me pidió que tomásemos algo juntos. No estaba segura de qué se suponía que debía esperar, pero me sentí bien y sabía que, al margen de lo que sucediera, estaba a salvo con él. Además, era el tipo de experiencia que necesitaba en ese momento. Nos reunimos en un bar con la luz lo suficientemente tenue como para que aparentemente no se diera cuenta de lo mal que yo estaba. Mientras tomaba mi martini, como haría cualquier hípster que se precie, pensé que no había nada más que eso y que quizás ese hombre era mi futuro. Pero la verdad se reveló en lo que hizo después. Mientras se excusaba para ir al baño, me entregó una nota vieja y arrugada y me dijo: «Toma, esto es para ti, tal vez solo necesites recordar quién eres». Sonreí mientras la cogía. La vela de nuestra mesa proyectaba un suave resplandor sobre la tinta azul desteñida. Poco a poco me di cuenta de que era una nota que le había escrito quince años atrás en la que describía la persona que era en ese momento. Decía quién era y qué quería, lo que merecía, y que sabía que algún día él lamentaría haberme perdido. Era exactamente lo que necesitaba en ese momento porque, en el camino de la vida, había olvidado quién era, mi propio valor y, de alguna manera, el fuego con el que había nacido.
En retrospectiva, ese hombre maravilloso y seguro volvió a mi vida para ayudarme a recordar quién era de niña, es decir, antes de que el mundo me jodiera la cabeza y me hiciera dudar de mí misma. Regresó para que pudiera comenzar el viaje que me llevaría a descubrir quién estaba destinada a ser, pero no para ser parte de mi futuro. Me sirvió de amortiguador mientras hacía el viaje del pasado al futuro, y me ayudó a sanar las heridas de mi última relación para que pudiera comenzar a avanzar por mi cuenta. Cuando nos han lastimado tanto, encontrar una zona de confort puede hacernos sentir muy bien, así que traté de convencerme a mí misma (y a él) de que estábamos hechos el uno para el otro para siempre. Lo que nos impidió llegar juntos a ese momento no era que no fuéramos la persona indicada para el otro, sino que se trataba de mi primer amor y su trabajo como alma gemela era volver en el momento que tocara fondo para ayudar a impulsarme hacia el siguiente capítulo. La mayoría no queremos dejar a nuestra alma gemela porque creemos que nunca encontraremos un amor mejor o más grande, pero nos falta la lucidez necesaria para expresar con palabras por qué nos sentimos así. No entendemos que todavía tenemos miedo de saber quiénes somos o de desviarnos del plan que esperábamos vivir. Aún no somos capaces de decir que en realidad no sabemos qué queremos de la vida; tener demasiadas posibilidades nos asusta porque, bueno, ¿adónde vamos a ir si todo es posible? Entonces, en retrospectiva, a menudo nos quedamos con nuestra alma gemela durante más tiempo del que deberíamos solo porque, aunque no crezcamos como almas, nos sentimos a salvo dentro de la zona de confort que nos proporciona esa relación. Esas almas gemelas nunca nos alentarán a alejarnos de ellas, así que muchas veces nos estancamos en esas relaciones. A veces, amar ciegamente y mantener una relación por el simple hecho de que parece lo correcto nos hace felices, incluso si no siempre se siente así. En esta etapa elegimos permanecer dentro de una relación amorosa porque, en ese momento, cómo nos ven los demás es más importante que cómo nos sentimos o qué pensamos acerca de nuestra propia vida.
P ERO HICE TODO LO QUE SE SUPONÍA QUE DEBÍA HACER
Nuestro primer amor es solo el comienzo de nuestro viaje. Ni siquiera lo elegimos de forma consciente para hacer felices a los demás, sino porque queremos permanecer dentro del statu quo. Muchas de las mujeres de mi programa de coaching acuden a mí porque después de casarse y tener hijos con su alma gemela no entienden por qué no son felices. En un caso particular, una mujer perspicaz y consciente llamada Anna ó conmigo porque estaba en lo que en el mundo de la evolución espiritual llamamos la fase de «oscuridad del alma», donde el suelo se abre y parece que no tienes ni idea de quién eres, dónde estás, adónde vas o por qué estás aquí, así que sientes que el mundo se está acabando. Esta fase es muy complicada porque, de cara al exterior, parece que todo va bien. En el caso de Anna, se dio cuenta de que, a pesar de haber tomado todas las decisiones correctas, no era tan feliz como creía que debería ser. Se había casado con un hombre maravilloso que había conocido en la universidad, los dos tenían mucho éxito en el plano laboral, se habían comprado una casa, habían tenido hijos y, aun así, en el fondo se sentía asfixiada y no sabía a quién acudir. ¿Cuántas veces he oído decir a mis clientas: «Pero si he hecho todo lo que se suponía que debía hacer»? A lo que siempre respondo: «Sí, lo sé, ese también fue mi problema». Nuestras almas gemelas hacen que sea tan fácil llevar una vida razonablemente buena que, a menudo, ni siquiera nos damos cuenta de que no es lo que necesitamos hasta años más tarde. No es hasta que hemos redecorado la cocina por enésima vez o hemos ido de vacaciones al lugar donde parece que van todos los demás y, aun así, nos seguimos sintiendo inquietas cuando empezamos a preguntarnos: «Dios mío, ¿esta es mi vida? ¿Es así como será de ahora en adelante?». El problema es que en todos los cuentos de hadas y películas que vemos, la historia termina cuando se casan; la pantalla siempre se oscurece después del gran beso o del «sí quiero». En el cuento de hadas nunca descubrimos cómo es esa felicidad después de diez
años de matrimonio y dos hijos. Quizás aquellas que nos casamos con nuestro primer amor tenemos suerte porque encontramos a alguien con quien crecer a pesar de cómo iba a cambiar la vida con toda seguridad. Sin embargo, dudo que esas pocas parejas que entran en esa categoría digan que su amor terminó en un felices para siempre. En algunos casos incluso oí a algunas personas decir: «Sobrevivimos a nuestro matrimonio». Nunca debemos sentir que «sobrevivimos» a una relación. Aquellos pocos afortunados que encontraron su amor definitivo la primera vez deben aceptarse entre sí tal como son y aceptar a las personas en que se convertirán. Al principio de esta relación con nuestro primer amor, nuestra alma gemela, no vemos toda la verdad que esconde. No nos damos cuenta de que elegimos a alguien basándonos en lo que nos enseñaron y lo que asimilamos de nuestras familias. No entendemos que no podemos elegir un compañero de por vida cuando aún no sabemos quiénes somos. Y, sobre todo, no podemos comprometernos a vivir felices para siempre con nadie porque la vida no es un cuento de hadas, por mucho que lo deseemos muchas de nosotras. Así que nos centramos en el amor y tratamos de olvidar las señales de advertencia. Pasamos por alto cómo a veces las cosas no van del todo bien, o que no podamos imaginar envejecer juntos. No queremos ver las grietas de nuestra relación, porque reconocerlas significa que debemos hacer algo al respecto. Cuando estamos inmersos en este amor con nuestra alma gemela, no podemos percibir nada más aparte de la zona de confort que la relación crea a nuestro alrededor. Pasamos por alto que a veces no nos sentimos nosotras mismas con ellos o que no nos comprenden del todo. O que los miramos y sentimos que hemos madurado más que ellos, pero no queremos perder ese amor, así que tratamos de cerrar los ojos. Pretendemos ignorar lo obvio y el vacío que sentimos en el estómago cuando nuestras madres nos dicen que lo hicimos bien. Miramos hacia otro lado cuando vemos que ignoran algo que nos interesa o cuando queda claro que, después de todo, tal vez no somos tan similares a nuestra alma gemela, o al menos no del modo que importa realmente. Pero, sobre todo, comenzamos a darnos cuenta de que nos aferramos a ese amor
no necesariamente por la persona, sino por el cuento de hadas que representa. Queremos ignorar la parte inconsciente que reconoce que, cuando aflojemos el agarre y dejemos que nuestra alma gemela se deslice por entre nuestros dedos, tendremos que abordar el difícil trabajo de comenzar el viaje para descubrir quiénes somos en realidad. Y cuando eso ocurre, ya no somos capaces de quedarnos en una relación que no va bien solo porque al resto del mundo le gusta. Cuando nos comprometemos a encontrar nuestra propia verdad, se vuelve imposible no vivir plenamente.
PARTE II
La realidad
Algunas cosas simplemente no encajan, por mucho que lo intentemos
Todos pasamos por esos momentos en los que no solo ignoramos las señales de alarma, sino que las saludamos felizmente al pasar a su lado porque nos empeñamos en seguir con los planes que hemos hecho. En realidad, no se trata de tener una actitud terca (aunque en parte sí), sino más bien de que no podemos concebir qué hacer si no tenemos un compañero que defina quiénes somos. Si bien nuestra alma gemela tiene muchas cualidades positivas, usamos este amor, más que cualquiera de los demás, para identificar cómo nos percibe todo el mundo. Cuando planteamos nuestros sueños y metas vitales, muchas veces nos dejamos guiar por las ideas de los demás. Pero hay otra pieza y es que, al principio de estas relaciones, ya vemos pequeños indicios de por qué las cosas no funcionarán, pero aún no estamos preparadas para reconocerlo. No queremos pensar en la posibilidad de que quizás no dure para siempre, ni tampoco queremos acortar la historia que hemos ideado.
I GNORAR LAS SEÑALES
Al final no solo nos vendemos a nosotras mismas ante la idea del amor de los cuentos de hadas, sino que en el proceso nos hemos olvidado de descubrir quiénes somos y qué necesitamos en una relación. Mi alma gemela era una persona maravillosa, pero, sinceramente, cuando miro atrás, veo por qué nunca funcionaría, aunque lo intentase una segunda (o incluso una tercera) vez. En un momento me dijo: «Si no tuvieras hijas, estaríamos juntos». Fue cuando lo descarté por completo (léase: opté por ignorar conscientemente a alguien que reafirmaba que no podía ser lo que necesitaba). Pensé que con el tiempo cambiaría de opinión, ya que si yo siempre que veía a mis chicas pensaba lo increíbles que eran, ¿cómo podría alguien no verlas como un motivo de peso para estar conmigo? Pero en ese momento estaba siendo sincero, tal como lo había sido cuando dijo que estaba buscando el cuento de hadas: quería casarse, tener hijos y comprar una casa. Y mientras me detenía y tartamudeaba una respuesta que sonaba como la que se suponía que debía dar, en el fondo me daba cuenta de que yo no estaba donde se suponía que debía estar. Nuestra visión del amor era diferente no porque no nos importáramos el uno al otro o no conectáramos, sino porque nuestras necesidades primarias eran distintas. Necesitaba que alguien aceptara el conjunto que me hacía ser yo, incluidas mis hijas salvajes y enérgicas. Estaba más enfocada en ser libre, en hacer las cosas de manera diferente, en viajar y cambiar el mundo que en casarme y comenzar de nuevo siguiendo los patrones tradicionales. Y la verdad es que todo eso está bien. El problema con nuestra alma gemela es que queremos que encaje. Nuestras almas gemelas son personas maravillosas y nos hacen creer que somos mejores, por lo que nos aferramos a ellas. Tratamos de convencernos de que tal vez seamos capaces de convertirnos en la persona que necesitan que seamos, sin darnos cuenta de que no podemos adaptarnos al molde de otra persona. No podemos ser la persona que nuestro amante quiere que seamos ni vivir una vida que no nos corresponde, y lo que es más importante, nunca conseguiremos que una relación destinada al fracaso funcione. Esta idea es, en verdad, la razón por la que muchas de nosotras nos quedamos estancadas en relaciones que no
satisfacen nuestras necesidades no porque el amor no esté allí, sino porque no podemos cambiar a esas personas, ni tampoco sus deseos ni su forma de entender el amor. Sin embargo, sobre todo al principio de esta relación, ni siquiera nos centramos en nosotras mismas, sino solo en nuestra alma gemela: ¿qué podemos darle a esa persona para que quiera quedarse? ¿De qué manera podemos comprometernos para que funcione? Y, por supuesto, ¿cómo podemos cambiar para que quiera estar con nosotras? Durante este proceso, nunca nos detenemos a considerar si esa persona es lo que queremos en realidad o si es capaz de satisfacer «nuestras» necesidades básicas. Porque mientras el ego esté involucrado, delegará el trabajo en otra persona en lugar de permitirnos hacerlo nosotras mismas. Para cualquier persona, Leah tiene la vida perfecta: un esposo atractivo, unos hijos encantadores y una trayectoria profesional maravillosa. Pero a medida que envejecemos, aprendemos que las apariencias engañan, especialmente en lo que respecta a las relaciones. Leah no era feliz en su matrimonio, pero no sentía que tuviera una razón justificable para dejarlo, motivo por el cual le resultaba más fácil tratar de cambiar quién era. Comenzó a renunciar a cosas de las que disfrutaba porque él no las aprobaba, y dejó de hablar sobre las cosas que le importaban porque él no estaba de acuerdo. Sin embargo, lo hacía de manera inconsciente. Nunca se despertó y pensó: «Voy a cambiar quien soy para que mi matrimonio funcione», pero es lo que terminó sucediendo. Con el tiempo, estas concesiones graduales se suman a las anteriores hasta que una mañana nos miramos en el espejo y nos preguntamos cómo diablos llegamos hasta ese punto. Una de las razones importantes por las que esta relación es la primera que tenemos es porque, a menudo, de pequeñas, nos insisten en que nunca debemos renunciar o darnos por vencidas, sino que debemos luchar. Por este motivo, nuestros padres y abuelos consiguieron una relación duradera. Recuerdo una tarde que pasé bebiendo whisky con mi abuela en la cocina mientras el sol se filtraba por la ventana y hablábamos sobre el amor y el matrimonio. Acababa de divorciarme y, por supuesto, me sentía fracasada porque, después de todo, no podía conseguir que «funcionara» algo que la
mayoría sí conseguía. Mientras hablábamos, me dijo que en su época la gente no se divorciaba, pero que eso no significaba que las relaciones permanecieran intactas o llenas de amor. Me contó una historia sobre una pareja que conocía y de la que todo el mundo creía que estaban juntos y enamorados, aunque hacía tiempo que él había trasladado su cama al garaje. Seguían casados, pero no habían logrado que la relación funcionase. Muchas veces nos obsesionamos tanto con tener algo que terminamos sacrificando nuestros propios deseos y necesidades para conservarlo. Nuestra alma gemela no nos va a desafiar para que nos convirtamos en una mejor versión de nosotras mismas de una manera obvia ni nos va a pedir que nos alejemos del statu quo o que, en última instancia, tomemos la decisión de encontrarnos a nosotras mismas. Ese no es su propósito. La mayoría necesitamos experimentar lo que no queremos o lo que no funciona antes de encontrar la motivación para avanzar y comenzar a tomar decisiones diferentes. Entonces, la única cuestión es saber cuánto tiempo vamos a luchar para que funcione cuando en realidad no está destinado a durar. Al comienzo de nuestro romántico viaje sustituimos la relación en la que nos encontramos por nuestro propio sentido de identidad. Somos «la novia o la esposa de alguien», y así sucesivamente. La relación se convierte en lo que somos y, a menudo, puede hacernos sentir bastante bien, especialmente cuando compartimos un mismo grupo de amigos con nuestra pareja y nuestra familia piensa que esta es increíble. Así que no se trata solo de nosotras, sino de identificarnos como la persona en las que nos hemos convertido debido a nuestra relación. En este punto el ego interviene en la decisión de quedarnos o irnos. El ego quiere que otros nos vean de manera positiva, así como que tengamos éxito, no que perdamos. Pero el ego tampoco quiere que nos sintamos incómodas o inseguras. Cambiar el rumbo de nuestras vidas o dejar a un alma gemela significa que tenemos que anular este ego que anhela el estatus, la seguridad y la confianza que esta relación nos otorga. De lo contrario, tendremos que descubrir quiénes somos más allá de ser la esposa o la novia de nuestra alma gemela.
D ESCUBRIR NUESTRAS NECESIDADES BÁSICAS
Las almas gemelas son fáciles en muchos sentidos, pero el único factor difícil y decisivo es que no podemos estar con este tipo de amante y ser nuestro verdadero yo. Sin embargo, es algo que solo aprendemos con el tiempo. Necesitamos que nuestras almas gemelas nos definan para comenzar a sentirnos lo suficientemente atrapadas como para tomar la aterradora decisión de descubrir quiénes somos realmente. Necesitamos que resulte fácil estar con nuestra alma gemela para aprender que necesitamos que nos desafíen. En última instancia, debemos seguir las normas del amor y la felicidad para aprender que, al fin y al cabo, no existe ninguna regla. En el amor, todo es un pilar que nos lleva a convertirnos en nuestro verdadero ser a la vez que nos ayuda a identificar lo que necesitamos de otra persona. Todas tenemos la necesidad básica de sentirnos felices, enamoradas y satisfechas con nuestra pareja y la vida en general. Cuando no conseguimos satisfacer una de estas necesidades, nos sentimos confusas porque todo lo demás es muy bueno; es entonces cuando tratamos de hacer que encaje, aunque no esté destinado a hacerlo. Esto lleva a la decisión subconsciente de tratar de encajar a alguien en un espacio concreto de nuestras vidas, a pesar de que no sean capaces de llenarlo por completo. Nuestras necesidades fundamentales no solo son el factor motivador de cualquier relación que entablamos, sino también el barómetro que determina si durará o no. Cada persona tiene diferentes necesidades básicas, dependiendo de quiénes somos y de en qué fase vital nos encontramos. Incluso la misma persona tendrá un conjunto de necesidades básicas distinto a medida que avanza por diferentes fases. Piensa en cuando tenías veinte años, o incluso cuando eras adolescente. Lo que necesitábamos de una pareja tenía una base más social. Queríamos a alguien divertido y práctico, que besase bien y encajara con nuestros amigos. A medida que envejecemos, empezamos a buscar a alguien capaz de ser buen padre,
esposo o esposa, así como estabilidad económica. Sin embargo, si establecemos nuestras necesidades básicas en función de factores externos, nunca nos sentiremos satisfechas del todo. A medida que vamos pasando por relaciones, cambia lo que necesitamos de una pareja. En lugar de buscar a alguien que parezca encajar con nuestros amigos o nos mantenga, comenzamos a anhelar a una persona capaz de satisfacer las necesidades de nuestra alma. Esto podría significar que el sentido de espiritualidad, percepción o conciencia de una posible pareja se vuelve importante para nosotras, porque es algo que valoramos como parte de nosotras mismas. Es probable que también comencemos a desear que nos inspire o nos rete a convertirnos en la mejor versión posible de nosotras mismas. Si bien estas necesidades cambian constantemente, solo comienzan a arraigarse durante esta fase del amor de alma gemela. Este es el punto aterrador en el que empezamos a darnos cuenta de que quizás no es lo que queremos, pero tampoco sabemos qué buscamos exactamente. En la fase de realidad de la relación con nuestra alma gemela, es probable que comencemos a ser más sinceras con nosotras mismas, aunque no necesariamente porque queramos o nos sintamos preparadas para los cambios, sino porque no seremos capaces de evitarlos. En ese momento comenzaremos a plantearnos con más sinceridad qué es lo que necesitamos de una pareja y nos daremos cuenta de que necesitamos a alguien que nos apoye completamente, que nos ayude a sentirnos libres o incluso a descubrir quiénes somos. Si bien estas cuestiones son necesarias, no nos damos cuenta de que todavía buscamos que otra persona nos ayude a sentirnos de cierta manera acerca de nosotras mismas porque todavía no somos capaces hacerlo por nuestra cuenta. Este proceso nos ayudará a iniciar nuestra próxima relación: el amor kármico. Siempre pregunto a mis clientas: «¿Qué aspectos son innegociables?»; me refiero a esas necesidades o deseos fundamentales con respecto a los que uno no está dispuesto a hacer concesiones. A veces se trata de que acepten a sus hijos, otras de que sea la pareja quien traiga el dinero a casa, o incluso que tenga una buena higiene. Al margen de cuáles sean estos aspectos innegociables, si están enraizados en nuestras necesidades fundamentales, nos proporcionarán un excelente punto de partida para iniciar una nueva relación.
Basarnos en estos aspectos innegociables nos permite reducir los meses (o años) que pasamos con alguien que quiere cosas diferentes a las nuestras porque tenemos claro de antemano cuáles son nuestras necesidades. A menudo les pido a las mujeres con las que trabajo que sean más concisas y reduzcan la lista a una sola palabra. Comparo esta actividad con describir una oferta de trabajo: «Si publicases un anuncio para encontrar pareja, ¿qué palabra usarías? ¿Abastecedor? ¿Cuidador? ¿Alentador? ¿Protector?». Ser capaces de definir nuestras necesidades con una sola palabra nos permite identificar qué es lo que consideramos más importante en una relación y centrarnos en eso. Es posible que esta persona no cumpla algunos de los aspectos innegociables, o que haya algunas cuestiones a largo plazo que debamos resolver, pero si cumple con nuestra única palabra, valdrá la pena ver hacia dónde avanza la relación. Todos estos sentimientos y planteamientos son necesarios porque nos ayudan a romper con la necesidad de que nuestra alma gemela nos defina tanto a nosotras como nuestro camino, y en su lugar nos damos la libertad de diseñarlo nosotras mismas. En este punto comenzamos a ver la situación como es en realidad y dejamos de esforzarnos para que encaje. Sin embargo, no dejamos de intentarlo porque el amor se haya ido, y esa es solo una de las razones por las que romper con nuestra alma gemela se vuelve tan difícil: siempre es más fácil terminar una relación cuando los sentimientos ya no están ahí.
Q UE LA RELACIÓN TERMINE NO SIGNIFICA QUE EL AMOR TAMBIÉN LO HAGA
A medida que envejecemos y avanzamos por la vida, nos damos cuenta de que no hemos dejado de amar, sino que ese amor y nuestras necesidades han cambiado. Nuestra alma gemela es nuestro primer amor y el que le dio significado a esta palabra. Era lo único que deseábamos hasta que empezamos a
preguntarnos qué es exactamente lo que queremos de esta vida. En realidad, este amor no desaparece ni muere y, por norma general, las almas gemelas nunca acaban odiándose después de la ruptura. Se trata de una comprensión lenta de que el amor con un alma gemela es constante, de que es como acurrucarse en el sofá frente a un fuego crepitante con ese libro que hemos leído mil veces. Entonces comenzamos a comprender que este amor solo era cómodo, y si bien era exactamente lo que necesitábamos experimentar en ese momento, en realidad no nos ayuda a convertirnos en la persona que necesitamos ser en esta vida. No amo a menudo, pero cuando lo hago, es para siempre. Uno de mis ex, un hombre que pensé que se quedaría en mi vida y viviríamos felices para siempre, terminó saliendo de ella en medio de un tornado de consecuencias y autodescubrimientos. En un momento dado hasta pensé que ya no lo amaba y que tal vez nunca fue amor. Sin embargo, es sorprendente de qué cosas puede llegar a convencernos nuestro ego cuando no quiere itir algo. itirme a mí misma e incluso itir ante él que todavía lo amaba era como liberarme, porque a veces el amor no muere, pero eso no significa necesariamente que la relación deba continuar, sobre todo cuando solo una persona lo quiere. En muchos sentidos, esta fase del alma gemela me hace pensar en la comedia Guerra de novias, de Anne Hathaway y Kate Hudson, una película cursi sobre dos mejores amigas que se enzarzan en un duelo cuando programan sus bodas el mismo día de forma accidental. En el filme, el personaje de Anne Hathaway, Emma, rompe con su prometido en el altar alegando que este ama a la chica de la que se enamoró en la universidad y no a la mujer adulta en la que se ha convertido. Este sentimiento se hace eco de la sensación que tienen muchas almas gemelas de todo el mundo en el momento en que las cosas comienzan a desmoronarse: «En realidad no estás enamorado de mí, de la verdadera yo, sino solo de la idea de mí». Es difícil determinar por qué un amor que pensamos que duraría para siempre de repente parece que nunca fue amor. Pero la verdad es que sí lo fue; lo único que ha cambiado realmente hemos sido nosotras. Nuestra definición de amor evoluciona a medida que empezamos a conocernos en profundidad y a ser más conscientes de cuáles son nuestras necesidades fundamentales e innegociables. El aspecto interesante de esta relación es que, en vez de la dinámica personal
entre nosotras y nuestra alma gemela, es su tradicionalismo el que nos anima a crecer. A veces no sabemos cuánto deseamos volar hasta que sentimos que no podemos hacerlo; otras veces necesitamos que alguien señale una cajita que diga «encaja aquí» para que podamos decir basta y tomar la decisión de encontrar lo que encaja con nosotras. Pero para saber cómo necesitamos que nos amen, primero debemos descubrir todas las formas en que no queremos que lo hagan. Esto significa que, durante esta fase, nuestras necesidades básicas no solo pasan de ser más sociales a llevarnos a centrarnos en nuestro desarrollo personal, sino que comenzamos a sentir que nuestra idea de amor también cambia. Al principio, casi siempre equiparamos el amor con esa sensación de intercambiar anillos, llevar un vestido blanco y prometer que seremos felices para siempre; pero cuando dejamos de pensar en el amor tal y como lo caracteriza Disney, empezamos a explorar la dinámica de una emoción que no solo ayuda a dos personas a permanecer juntas para siempre, sino también a amarse hasta el fin de los días. Nuestra alma gemela nos ama con todo su ser, pero tal como una vez me dijo una clienta: «No podemos seguir yendo a la ferretería esperando comprar pan». Podemos extrapolar esta idea a nuestras relaciones y al amor que elegimos. En muchos sentidos, no escogemos a nuestra alma gemela de forma consciente, sino que encajamos como pareja debido a nuestra educación, a la sociedad e incluso a la comodidad que nos brindamos, aunque eso no significa que sea lo que necesitamos en realidad. El hecho de que alguien te ame con todo su ser no significa que cumplirá lo que realmente necesitas de un compañero. Nuestra alma gemela nunca nos abandonará, pero eso no significa tampoco que pueda quedarse.
D ARNOS CUENTA DE QUE SE HA ACABADO
Por lo general, parece que nos vamos separando de nuestra alma gemela porque su marcador se queda estancado en el primer kilómetro mientras que nosotras ya estamos en el quinto. Sentimos que el amor se acerca y que espera demasiado de nosotras, así que comenzamos a distanciarnos. De alguna manera, estas nuevas ideas nos desafían, pero en lugar de avanzar hacia el crecimiento personal, nos alejamos de nuestra alma gemela a fin de abandonar la persona que éramos dentro de esa relación. Como nunca la elegimos, el hecho de no elegirla se vuelve complicado. A partir de aquí desencadenamos un efecto bumerán porque, aunque amamos a nuestra media naranja, luchamos para expresar y aceptar que no es el amor que necesitamos. Bajo la superficie empezamos a encontrarnos con nuestra propia oscuridad. Nos sentimos culpables por separarnos de alguien que no hizo más que amarnos y asumimos la ruptura de la relación como un fracaso personal; durante esta fase también comenzamos a preguntarnos qué es el amor realmente. Dudamos de nuestras decisiones y nos preguntamos si hemos cometido el mayor error de nuestra vida. Sin embargo, necesitamos experimentar la oscuridad antes de poder llegar a la luz porque esta impregnará nuestra siguiente relación: el amor kármico. Romper con nuestra alma gemela no solo implica terminar una relación a largo plazo o alejarse de alguien a quien amamos, sino la necesidad de dejar atrás una vida y una forma de ser. Independientemente de quiénes somos, o incluso de nuestro sexo, todos tenemos una visión de qué queremos en la vida, pero pasamos por esta fase en la que intentamos ser convencionales y encajar en la sociedad. Poner fin a la relación con nuestra alma gemela es tomar la decisión de ir en contra de lo establecido, liberarnos de lo que se suponía que debíamos hacer y decepcionar a quienes más amamos. Para separarnos de nuestra alma gemela tenemos que aceptar el hecho de volver a estar solteras, tener citas y casarnos más tarde de lo planeado. Y debemos reconciliarnos con el hecho de que la persona con la que nos comprometemos será diferente a la que habíamos imaginado. Para aprender y asimilar completamente estas lecciones hay que pasar por todos
nuestros amores, las almas gemelas y las pasiones kármicas. Sin embargo, aquí es donde germina el trabajo interno, lo cual nos da la oportunidad no solo de crear nuestra propia vida, sino también de descubrir lo que nos hace felices. Jamie lleva casi veinte años casada con el mismo hombre y está empezando a darse cuenta de eso. En este punto tan solo conoce la agitación y la infelicidad del matrimonio, así que es incapaz de identificar qué la hace feliz. En una de nuestras conversaciones más recientes dijo: «Sé que puedo hacerlo, sé que podría seguir adelante, pero me pregunto si realmente hay algo más que esto». Quería agarrarla a través del teléfono y gritarle: «¡Por supuesto que existe algo más que la infelicidad!». Pero, sobre todo, quería decirle que nunca deberíamos concebir la vida como un sitio «de paso». Mientras hablábamos, reveló que sus hijos eran un factor decisivo, ya que no quería que tuvieran que pasar por lo que consideraba el peor escenario posible: el divorcio. Nuestras familias y sistemas de apoyo influyen más en este amor que en cualquier otro porque quieren que estemos con nuestra alma gemela y sigamos el plan de vida que idearon para nosotras cuando aún éramos niñas, sin saber realmente si nos llevaría a la felicidad máxima. Por todo ello, cuando dejamos esta relación, sentimos que hemos fracasado en la vida. Por lo general, nuestras familias no tienen ningún problema a la hora de decirnos que se sienten decepcionadas o que «es una pena que no haya funcionado porque hacíais una pareja perfecta», como si ese fuera el problema; como si la conexión y la relación entre dos personas fuera una simple ecuación matemática. Saber quiénes somos es esencial para descubrir qué tipo de amor necesitamos para florecer. Si bien necesitamos tiempo para entender que la felicidad de nuestra familia no garantiza la nuestra, este proceso de aceptación empieza cuando ponemos fin a la situación con nuestra alma gemela y descubrimos que debemos crecer más allá de las expectativas de los demás si queremos sentirnos satisfechas con nuestra vida. Puede parecer contradictorio que para aprender quiénes somos realmente, primero debamos dejar de ser quienes nuestros familiares desean que seamos. Pero no hay otra opción. Algunas tenemos familias más solidarias que otras. Aun así, tendremos que dejar de tomar las decisiones «correctas» y, en su lugar, comenzar a tomar las que nos hacen sentir bien.
En esta fase de nuestra vida, apenas comenzamos a crecer y vislumbrar quiénes somos en realidad y, la mayoría de las veces, esto nos asusta. Durante este tiempo, lo mejor que podemos hacer es aprender a confiar en nosotras mismas: si algo no parece cuadrar o no encaja bien con quienes somos y con la persona en que nos estamos convirtiendo, entonces no necesitamos encontrar una razón, solo confiar en nosotras mismas. Cuando algo no funciona, tendemos a buscar una razón lógica que explique por qué no lo hace. Nos convencemos de que tenemos otros intereses o vamos por caminos diferentes, pero a veces no existe una razón y lo único que importa es que la relación no está destinada a perdurar. Sin embargo, nos cuesta itirlo, así que tardamos varios intentos en darnos cuenta de todo esto. Lleva su tiempo darnos cuenta de la realidad de la relación y sentirnos lo suficientemente cómodas con la verdad que encontramos allí como para poder hablar con nuestro compañero. Incluso cuando lo hagamos, es probable que nuestra pareja no lo acepte; se negará a poner fin a las cosas, procurará convencernos de que volvamos a su lado o, a veces, incluso recurrirá a la culpabilidad. Las almas gemelas rara vez se dan cuenta al mismo tiempo de cómo es realmente la relación. Siempre hay alguien que comienza a crecer y reconoce que, si bien el amor en sí es cómodo, no es lo que desea de una pareja. Una vez que aceptamos nuestra verdad, lo único que podemos hacer es presentársela a nuestra pareja. Cuanto más inseguras estemos acerca de nuestras decisiones, más tardará esta relación en terminar para que podamos echar el cierre y seguir adelante con nuestras vidas. Durante este proceso tenemos que darnos cuenta de que no estamos aquí para tomar decisiones que hagan felices a los demás ni para que las cosas funcionen de acuerdo con el plan de otra persona. Nadie inicia una relación con la idea de que un día terminará y lastimará a alguien, pero eso no significa que no esté destinado a suceder. El dolor también nos ayuda a comprendernos a nosotras mismas y a los demás. Si bien experimentaremos más dolor en nuestra relación kármica, el desconsuelo que supone romper con nuestra alma gemela es muy profundo porque esta decisión parece decepcionar a todos aquellos que nos rodean. Pero, al final, no se trata del resto del mundo ni de la sociedad, ni siquiera de nuestras familias, sino de los sueños conjuntos que nunca cumpliremos. En este
caso, no solo tenemos que lidiar con el ego porque la vida se desarrolla de manera diferente a lo que habíamos imaginado, sino que a nuestro corazón suele costarle renunciar a una persona a la que amamos y con quien hemos imaginado un futuro. Maggie ama a lo grande. Tiene una gran personalidad y un corazón aún mayor que quiere ver lo mejor de todo el mundo, pero también cree en los imposibles. Cree en esas locas historias de amor en las que dos personas encuentran el camino de regreso el uno al otro contra viento y marea. Así que cuando su pareja comenzó a mostrar signos de un trastorno mental y se negaba a buscar ayuda, le resultó difícil ver que esa relación no iba a funcionar y que no se trataba de esforzarse más o de intentar arreglar las cosas, sino de aceptar lo que estaba ocurriendo. Así que se quedó; se quedó aunque en el fondo quería irse, no solo porque ansiaba esa gran victoria en el juego del amor, sino porque no sabía cómo alejarse de alguien a quien amaba. Ver la realidad es difícil porque incluso cuando les decimos a nuestras parejas que se acabó, es posible que aún no estemos totalmente convencidas. Podría parecer que buscamos algo que encaje más con nosotras, del estilo: «Me pregunto si sería más feliz si no estuviera con él». Nos vemos atrapadas en cómo terminar las cosas, cómo seguir adelante o cómo existir dentro de una relación que nunca pensamos que terminaría pero que, de hecho, ha terminado. Sin embargo, estos dilemas también son parte del proceso. En esta etapa todavía pensamos que hay tanto una manera correcta como una incorrecta de hacer las cosas, pero en todo caso tenemos que saltar a la piscina. Tenemos que comprometernos a lograr nuestra felicidad, y aunque su significado y la forma en que la vemos cambian con los años, en esta etapa es casi como si alguien nos hubiera dicho toda la vida que solo podíamos comprar ropa en la tienda de la esquina, pero luego descubrimos los centros comerciales y nos sentimos abrumadas porque no creíamos que fuera posible algo así.
A DENTRARSE EN EL FUEGO
Todas somos un ave fénix. Estamos destinadas a extender nuestras hermosas y fuertes alas, resurgir de entre las cenizas y volar más lejos de lo que creíamos posible. Pero antes de eso, debemos adentrarnos en el fuego. La vida es más vasta de lo que podemos imaginar, y no se trata tan solo de encajar y portarse bien. Tenemos un propósito mayor que casarnos con la persona que nuestra familia aprueba, irnos a vivir juntos, tener hijos y, a fin de cuentas, esperar a morir sin haber vivido realmente. Pero para ver todas las posibilidades, tenemos que ser lo suficientemente valientes como para descubrirlas. Debemos elegir soltar lo que tenemos sin saber qué vendrá. Esto implicará que no conoceremos todas las respuestas y que, en última instancia, deberemos tirarnos a la piscina. Ahí es donde tenemos que comenzar a confiar en nuestra propia alma, en nuestro corazón, y dejar de pensar que, de alguna manera, todos saben lo que queremos mejor que nosotras mismas. Después de dejar a nuestra alma gemela, nos sentimos entusiasmadas con la vida y no queremos volver a adaptarnos a esa caja desgastada en la que todos esperaban que viviéramos. Pero eso no significa que nuestras lecciones hayan terminado, ya que este amor es solo el punto de partida. Incluso si nos recuperamos después de que nuestro amor kármico haya diezmado nuestras vidas, sigue siendo solo el comienzo de lo que está por venir. Nuestras almas gemelas aceleran nuestros corazones, nos despiertan para sentir esos asombrosos sentimientos de amor y deseo, y es el hecho de que la relación no funcione lo que realmente nos desafía a encontrar nuestro propio camino. Nadie deja la comodidad y decide lastimar a otra persona a menos que sea absolutamente necesario, así como tampoco comienza a ponerse en primer lugar a no ser que se canse de complacer a los demás. El único aspecto de esta fase de la relación con el alma gemela es que, aun sabiendo que no encaja a la perfección, volvemos y lo intentamos de nuevo (he aquí la definición de locura: hacer lo mismo una y otra vez mientras esperas resultados distintos). Por lo general, no es hasta que lo hemos intentado varias veces que comenzamos a tener la claridad necesaria para terminar la relación de una vez por todas. Una gran parte de este proceso se caracteriza por la falta de
confianza que muchas personas experimentan durante esta fase, lo que nos impide elegir una vida diferente. Sin embargo, cuanta más confianza adquiramos, más capaces seremos de asumir el papel protagonista de nuestra historia. Aceptar que se acabó y superar el miedo que esta decisión nos provoca no significa que nuestras almas gemelas vayan a desaparecer de nuestras vidas de forma permanente. Rara vez nos separamos de nuestras almas gemelas y dejamos de hablar de forma indefinida. A veces es porque tenemos un hijo en común y otras porque simplemente nos vamos encontrando de forma periódica. Aunque han pasado muchos años desde que estuve con mi alma gemela, hace poco me sentí impulsada a ar con él para ver cómo estaba, lo que fue una extraña sorpresa para él porque la noche anterior había soñado conmigo, un hecho muy común en las almas gemelas. No era que estuviéramos reconectando o ansiáramos estar juntos, sino que nuestras almas estaban comprobando cómo estábamos; me contó cómo le iba la vida y todo lo que había crecido, y yo le expliqué qué había de nuevo en la mía. Después de terminar la relación con nuestra alma gemela, nunca más cruzamos ese límite de intimidad física con nadie, y a veces incluso podemos disfrutar de esa persona en calidad de mejor amigo. Las almas gemelas tienen un propósito importante en nuestra vida, pero uno de sus mayores roles es ser el primer paso en el viaje hacia nosotras mismas. Ya no necesitamos la identidad, la zona de confort, el guion o incluso la validación que tanto ellos como la relación nos proporcionaban. Depende de nosotras dejar ir cuando llegue el momento y no mirar nunca atrás porque, si realmente fue tu amor verdadero y, por ende, estaba destinado a funcionar, todavía estaríais juntos. Y eso no solo está bien, sino que también es justo como se supone que debe ser. De todas las relaciones que establecemos en nuestras vidas, solo una debe durar hasta la vejez; solo una persona demostrará por qué nunca funcionó con todas las demás.
PARTE III
La lección
No podemos hacer felices a los demás hasta que lo seamos nosotras
Dentro de cada una de nosotras hay un repique de tambor que va al compás de nuestro propio ritmo único. Es como una voz que nos llama desde la oscuridad y nos devuelve a nosotras mismas cada vez que comenzamos a alejarnos de nuestra esencia. Sin embargo, también puede llevar toda una vida sintonizar con este conocimiento interno y tomar la decisión de escucharlo. Esta voz nos dice cuál es nuestro destino y no nos deja conformarnos con lo mundano, sino que despierta el espíritu que baila en nuestro interior. Nuestra alma gemela crea la primera conexión con esa voz interior porque, para liberarnos de este amor y la comodidad que representa de una vez por todas, también debemos estar dispuestas a seguir un camino que nunca imaginamos que existía. Las almas gemelas son tan deliciosamente reconfortantes que cuando comenzamos a experimentar la imposibilidad de la relación y la desintegración de la unión, a menudo nos sentimos perdidos sin ella.
A PRENDER A DISFRUTAR DEL VIAJE
Para algunas, la lección llega justo en el momento en que acaba la relación; nos referimos a ese frágil conocimiento de que tal vez descubramos más acerca de quiénes somos de lo que habíamos imaginado, incluso si al principio se siente abrumador y aterrador. La lección más importante que aprendemos de este amor es que no podemos hacer felices a los demás si nosotras no lo somos. Por esta razón, cuando eliminamos la validación externa, siempre hay sentimientos encontrados. ¡De repente, el mundo parece mucho más grande e impredecible de lo que creíamos! A menudo, esta lección no procede de nuestra pareja (aunque muchas veces comente que la hemos decepcionado porque hemos decidido tener una vida diferente a la que habíamos planeado), sino de nuestros familiares o amigos. Terminar la relación con nuestra alma gemela es, en última instancia, decirles a nuestros padres y mejores amigos que no saben mejor que nosotras qué nos hace felices, qué necesitamos o a quién debemos amar. Tenemos que separarnos de ese ego que construimos durante la infancia y la adolescencia, cuando actuamos basándonos en el papel que han definido para nosotras. Muchas de nuestras decisiones en torno a las relaciones se remontan al ego, el cual define qué creemos que es normal o incluso hasta qué nivel llegamos a saber quiénes somos realmente. Mientras el ego guíe nuestras decisiones («debería hacer esto»), no permitiremos que nuestro yo interior, nuestra alma, decida. Eso significa que tampoco llegaremos a saber quiénes somos en realidad. El principal obstáculo es que, por mucho que pensemos que sabemos lo que queremos y nos hace felices en esta etapa, ese no es el caso. Incluso si la relación ha terminado y nos hemos tomado el tiempo necesario para procesarlo, todavía no estamos seguras de cómo merecemos que nos amen. En su lugar, solo nos damos cuenta de lo que no necesitamos. Aun así este amor seguía teniendo un propósito, aunque solo fuera aprender que la relación debía terminar. Esta experiencia nos enseñó a amar a otra persona y cómo es construir una vida con alguien. Así que, en última instancia, aunque la relación haya terminado, está lejos de haber fracasado. En cuestión de amor, a menudo vemos el final de una relación como un fracaso: hemos fallado. Nuestra pareja no logró hacernos felices. Pero en verdad, aunque la mayoría terminan, ninguna relación falla, algo que rara vez vemos en la gran
pantalla. Una de las pocas películas que ilustran este concepto, el de que el final feliz no llega cuando la pareja dice «sí, quiero», es la comedia romántica de 2017 Mi nueva yo, protagonizada por Reese Witherspoon. En esta historia de amor moderna, Alice se muda a la casa de su padre en Los Ángeles después de separarse de su esposo y acaba viviendo en la casa de huéspedes con tres adorables veinteañeros. La película revive el final fulminante de la relación con su marido, incluso después de que él profese su amor por ella y quiera que funcione, así como una relación informal y divertida con uno de los chicos. Sin embargo, la última escena de esta película no es una boda, ni siquiera una propuesta de matrimonio, sino el personaje de Reese, Alice, sentada a la mesa mientras ríe y habla con sus hijos, su ex y los tres jóvenes, quienes se han convertido en amigos de la familia. Fue un final, pero también un principio. El amor de alma gemela es justamente eso: en realidad no es un fracaso ni es culpa de uno o de ambos de la pareja, sino que el amor y el propósito de la relación cambiaron de un sentimiento romántico a una relación familiar o de amistad. No todos los amores están destinados a permanecer en nuestras vidas, pero debido a que, a menudo, tenemos hijos con nuestra alma gemela, el amor que se comparte suele caracterizarse por que el amor dura más que el romance. Sin embargo, en esta película, el personaje de Reese, Alice, tuvo que atravesar varias circunstancias hasta encontrar lo que realmente la hacía feliz y empezar a vivir la vida que quería. Ella no siguió los deseos de sus hijos (regresar a la ciudad de Nueva York), ni los deseos de ninguno de los hombres de su vida, sino que se mantuvo en sus límites porque sabía lo que merecía, y al final eligió su propia felicidad por encima de todas las demás. Elegir nuestra propia felicidad es lo que, en última instancia, define el viaje hacia una misma. Una de mis clientas, Addie, aprendió esta lección de primera mano en su relación. Conoció a su pareja en un momento de su vida en que estaba empezando a abrirse a la posibilidad del amor. Addie se mostraba realista en lo que respecta al amor, pero aún creía que vivir felices para siempre era lo mismo que durar para siempre, así que cuando su pareja comenzó a mentirle, a salir a escondidas y, finalmente, la traicionó, se sintió destrozada.
Se enfrentaba al dilema de intentar resolver el problema o irse. Ella lo amaba y creía en la idea del amor, pero no sentía que pudiera hacer honor a quien era y estar a la altura de sus límites acerca de lo que merecía si se quedaba con él. Addie, al final, se eligió a sí misma, eligió su felicidad, y se alejó de un hombre del que estaba increíblemente enamorada porque se negaba a sacrificarse por otra persona.
S INTONIZAR CON NUESTRA VOZ INTERIOR
Todas tenemos una voz dentro de nosotras, la cual no es parte del ego, pero está conectada con nuestra alma y nuestro corazón. Es la que guía nuestra intuición y nos comunica nuestras necesidades reales. Sin embargo, a menudo solemos ignorar esa voz. Nos acostumbramos a hablar de lo que creemos que son nuestras verdades más profundas según la lógica, los amigos, la familia o incluso las historias que hemos construido. Sin embargo, para hacer eso, debemos sentirnos cómodas a la hora de permitir que otros expresen sus opiniones acerca de cómo hemos arruinado nuestra vida o tomado una decisión equivocada. Aunque quienes más nos aman tienen buenas intenciones, a veces sus palabras nos duelen o, como mínimo, nos hacen dudar de nuestras elecciones con respecto a nuestra alma gemela. No lo hacen por despecho, ni siquiera por un deseo consciente de controlarnos, sino porque, al desviarnos del plan de vida que establecieron para nosotras, pasamos a ser una amenaza para todo el sistema. Este sistema es el que nos dice que lo único que podemos hacer es madurar y casarnos; que tenemos que vestir de blanco, o esperar seis (a quién tratamos de engañar, tres) citas antes de tener relaciones sexuales por primera vez. Cuando aceptamos que no podemos hacer felices a los demás si nosotras mismas no lo somos, declaramos de forma inconsciente que el sistema es erróneo y que no queremos aquello que nos dijeron que debíamos desear. En ese momento, aunque sentimos que no podemos respirar y nos tiemblan las rodillas, estamos
dando el primer paso para conocernos a nosotras mismas. Cuando conocí a Theresa, tenía una lista kilométrica con todas las reglas que un hombre debía cumplir, así como una línea temporal para las citas, el sexo, decir «te amo» e incluso irse a vivir juntos. Hasta ese momento, la lista solo le había proporcionado unos pocos desamores, motivo por el cual trabajamos en por qué la lista se había vuelto tan importante para ella. En el transcurso de unos meses se dio cuenta de que la lista se basaba en lo que pensaba que la haría feliz y en lo que creía que debía hacer. No es de extrañar entonces que las creencias y las opiniones de las personas más cercanas a ella la condicionaran. Pero para llegar a ese tercer y último amor tenemos que estar preparadas para hacer las cosas de manera diferente, por muy difícil que sea. Así que comenzamos a centrarnos en lo que la hacía feliz, tan simple como eso. Hablamos sobre qué tipo de cualidades eran importantes de verdad y sobre por qué soltar el control acabaría acercándola a lo que necesitaba. Ahora Theresa vive con un hombre veinte años más joven que remodeló su casa poco después de mudarse, y acaban de regresar de unas increíbles vacaciones en Italia. Viajan, salen, se ríen y tienen un sexo tan increíble que se siente décadas más joven, pero este hombre, el que cocina la cena y le frota los pies después de un largo día, no encaja con ninguna de las reglas originales de su lista. A veces necesitamos descartar las normas para encontrar a la persona que encaja con nosotras. En muchos sentidos, esta historia es similar a la exitosa película de 1998 (y una de mis favoritas) La nueva vida de Stella, protagonizada por Angela Bassett y Taye Diggs, y basada en la novela superventas de Terry McMillan. El filme comienza con Stella, interpretada por Bassett, queriendo romper con la rutina mediante un viaje espontáneo a Jamaica. Por supuesto, allí conoce al adorable Winston, interpretado por Diggs, un jamaicano al que le saca diez años y que desafía todas sus reglas. En el transcurso de la película vemos como Stella renuncia a su apego hacia las opiniones de los demás, así como a su propia convicción sobre el tipo de hombre con el que debería pasar la vida, algo con lo que muchas de nosotras luchamos, sin siquiera darnos cuenta de que somos la piedra en nuestro propio camino. Al final de la película elige la felicidad y, lo que es más importante, a ella
misma. Aprende a dejar de lado las reglas y las nociones preconcebidas de cómo encontrar el amor verdadero. Terminar la relación con nuestra alma gemela es el inicio de nuestro viaje hacia el autoconocimiento. Sin embargo, en muchos sentidos, dado que el enfoque en esta relación con el alma gemela es encontrar el coraje para terminar la relación y superar la decepción que sienten nuestros familiares y amigos, todavía tenemos que descubrir los aspectos más difíciles sobre nosotras mismas, y esta es la razón por la que entramos en el amor kármico. Aunque empezamos a conocernos en profundidad, a volar por nuestra cuenta y a ver lo que nos hace felices, todavía no nos damos cuenta de que no podemos saber quiénes somos realmente hasta que profundizamos y abordamos los eventos que han creado la persona que creíamos que debíamos ser. En esta etapa, en realidad nos estamos preparando, aunque sin saberlo, para nuestro amor kármico. Creemos que somos libres, de hecho nos sentimos así, pero en realidad no hemos superado las inseguridades, las dudas, las heridas y las proyecciones sobre cómo creemos que necesitamos actuar después de separarnos de nuestra alma gemela. No es que no queramos ver la realidad, sino que en esta etapa nuestra visión es mucho más simplista. Después de todo, solo hemos experimentado uno de los tres tipos de relaciones que entrarán en nuestras vidas y nos desafiarán hasta el punto en que decidamos cambiar. Pero como ocurre en cualquier viaje, lo que importa no es el destino o incluso dónde terminaremos, sino el momento en que nos encontramos. A medida que nos alejamos de nuestra alma gemela y comenzamos a descubrir quiénes somos, podemos empezar a probar nuevas personalidades o cualidades. Esto se debe a que, si bien con nuestro primer amor nos enfocamos en tratar de ser convencionales o incluso domésticas, ya no cargamos con ese peso porque no sentimos la presión de ser perfectas en estas áreas. Hay más espacio para que exploremos otros aspectos de nosotras mismas. Es posible que nos encontremos bailando hasta las tres de la madrugada, tomando chupitos con el vecino de abajo o incluso jurándonos amor propio mientras decimos que tal vez no estamos hechas para tener una relación duradera. Después de nuestra relación de alma gemela, podemos pasar por una fase en que tratamos de demostrar a los demás que, de hecho, sabemos qué nos hace felices
y quiénes somos realmente. En parte, esto se debe a que mientras estábamos en la relación con nuestra alma gemela comenzamos a identificar aquellas necesidades que no se satisfacían y, ahora que hemos salido de esa relación, nos sentimos obligadas a explorar nuestra propia esencia divina interna que nos distingue de todas las demás. Además, dado que aún somos jóvenes cuando este amor termina, también sentimos la necesidad de explorar más aspectos de la vida antes de empezar otra relación. Pero hay una gran diferencia entre usar esas experiencias como una distracción y usarlas como una forma de ayudarnos a crecer.
D UDAR NO ES UNA EXCUSA PARA «INTENTARLO OTRA VEZ»
A menudo, queremos estar tan seguras a la hora de terminar una relación que esperamos hasta el punto en que las cosas no pueden empeorar más para cerciorarnos de que romper es lo correcto. En su lugar, debemos aprender que la incertidumbre está bien y que no significa que la relación esté destinada a durar o que lo que sintamos esté mal. En última instancia, no saber adónde ir nos da más miedo que regresar a lo que sabemos que no funciona. Por esa razón solemos darle otra oportunidad a la relación o comenzamos a dudar de nosotras mismas hasta el punto en que llegamos a preguntarnos si es cierto que los demás nos conocen mejor. También empezamos a echar de menos lo fácil que era todo, sobre todo si comenzamos a tener citas o nos abrimos a nuevas personas y experiencias. Puede ser que empecemos a ver que la conexión con nuestra alma gemela fue especial y a pensar que es una razón de peso para volver e intentarlo de nuevo. Una cuestión importante que debemos plantearnos es si la duda se deriva del miedo o del amor. ¿Tenemos miedo de cometer un error, seguir adelante y volver a estar solteras? ¿O dudamos porque amamos mucho a esa persona, porque parece que lo está intentando y que tal vez esa etapa difícil era necesaria para
unirnos más aún? Al final, si la duda no abandona nuestra mente y sigue resurgiendo, significa que el miedo es el único elemento que nos mantiene en esta relación. Al final, nos damos cuenta de que, mientras nosotras cambiamos sin parar, la relación no avanza hacia ningún sitio. La única diferencia entre ponerle fin ahora o dentro de unos meses es que, de vez en cuando, echaremos de menos la comodidad y la complicidad de la relación. Conozco almas gemelas que han tardado una década o más en separarse. Una de mis clientas, Jess, tardó doce años y dos hijos en darse cuenta de que el amor al que regresaba también la estaba matando lentamente. Jess seguía volviendo una y otra vez, e incluso se llegó a mudar en un par de ocasiones, porque creía que nadie la amaría tanto como ese hombre. El miedo a estar soltera, bueno, en realidad sus palabras fueron «estar sola para siempre», la petrificaba. Así que volvía con él siempre que el miedo se tornaba insoportable, hasta que finalmente se dio cuenta de que tal vez no había nada malo con su ex o la relación que tenían, sino que solo era una zona de confort. Si no se iba de forma permanente, nunca sabría qué la esperaba más allá de ese miedo. Algunos dirán que suena muy extremista, pero muchas nos volvemos adictas a esa calma porque nunca nos provoca incertidumbre o miedo; nunca debemos dejar que la vida sea lo que debe ser en lugar de buscar lo que creemos que debería ser. Y, por supuesto, en realidad nunca debemos tomarnos el tiempo necesario y comprometernos a descubrir quiénes somos realmente. Lo más interesante de las almas gemelas es que la relación nunca llega a cambiar. Ya sea que volvamos por primera vez, o doce años y dos niños después, tanto la relación como los problemas nos parecen siempre iguales. Para Jess, la comodidad que había anhelado durante tanto tiempo se convirtió en su jaula. Cuando hablamos durante nuestra primera llamada, recuerdo que sollozó y dijo: «No sé cómo nos convertimos en esto, no sé por qué no puedo irme». A veces tendemos a idealizar esos momentos, y nos decimos que, si no podemos dejar a alguien, es porque estamos destinados a estar juntos. Pero a menudo solo los usamos para escapar de nosotras, aunque la vida laboral nos pida que huyamos para crecer, explorar y convertirnos en la mejor versión posible de
nosotras mismas. Poner fin al amor con nuestra alma gemela indica que estamos listas para crecer y descubrir quiénes somos realmente.
# A UTHENTICALLY L IVING M Y B EST L IFE
Living my best life («viviendo mi mejor vida») es una expresión que se ha extendido vertiginosamente estos últimos años, y la gente incluso la ha convertido en el hashtag #LivingMyBestLife. Sin embargo, que lo publiquemos en Instagram no lo convierte en cierto. El mero hecho de viajar, hacer yoga, meditar y comer comida vegetariana o vegana no significa que estemos viviendo nuestra mejor vida. Que podamos publicar esa nueva reforma de la cocina o la siesta que nos echamos un domingo en la playa tampoco significa que la
estemos viviendo, porque living my best life no es algo que se pueda definir a través de una foto para las masas ni se pueda explotar superficialmente, sino que es algo que sientes en tu interior. En el caso de Jess, no se trataba de que acabase de perder su esencia, sino de que nunca la había encontrado. Además de abandonar su relación de alma gemela, tuvo la desalentadora tarea de tratar de descubrir quién era mientras criaba a dos hijos pequeños y trabajaba, todo a la vez. Sí, este era su camino, pero el hecho de que debamos experimentar algo para aprender de ello no significa que realmente tengamos que seguir sufriendo. El arte y la práctica de dejar ir es otra expresión que usamos erróneamente como forma de liberarnos de algo. Pero en realidad significa que dejamos de lado nuestro control, así como esa imagen mental o el plan trazado, y en su lugar elegimos dejar que la vida, lo divino, nos muestre el camino. Esto es exactamente lo que significa encontrarnos a nosotras mismas, abandonar nuestra alma gemela, la zona de confort y, en última instancia, darnos la libertad de descubrir qué representa #LivingMyBestLife. Significa que podemos deambular sin rumbo por los mercadillos o los aparadores de las tiendas en busca de tesoros, así como probar diferentes estilos de ropa y viajar solas. En definitiva, llegamos a ser las autoras de nuestra maldita historia. Por imposible que pueda resultar irse, quedarse es aún peor. En el fondo sabemos que no se trata de una relación fallida, sino de no ser capaces de ser nosotras mismas o incluso de descubrir lo que eso significa. Así pues, a veces debemos aprender por las malas que #LivingMyBestLife no siempre significa estar metidas en una relación.
E L SEXO NUNCA ES CASUAL ENTRE LAS ALMAS GEMELAS
Si bien podemos aprender muchas lecciones importantes en esta relación
intermitente con nuestra alma gemela, en realidad no podemos comenzar el trabajo pesado de descubrir quiénes somos realmente hasta que no dejemos atrás el compromiso (y, sí, esto también incluye los encuentros ocasionales). El mundo es difícil, sobre todo cuando se trata de satisfacer nuestros deseos y necesidades sexuales. Pero mientras elijamos intercambiar energía con alguien con quien sabemos que no tenemos futuro, también permaneceremos atrapadas en el pasado. Jess acabó con dos hijos porque cuanto más tiempo tardaba en irse, más difícil era hacerlo. Es normal. Muchas de nosotras queremos tener sexo con alguien con quien hemos estado antes, alguien a quien amamos y con quien sabemos que lo disfrutaremos. Pero el sexo en sí mismo no hace una relación, y también nos ata energéticamente a un ex, nos merma la energía y evita que avancemos. Para las almas gemelas no existe el sexo casual. Cuanto más tiempo nos involucremos en el sexo esporádico con nuestra alma gemela, menos probable es que nos expongamos a nuestro próximo amor. Además, también existe el riesgo de que el nacimiento de un hijo nos impida romper con esa persona de una vez por todas. En el caso de Cecilia, ella y su alma gemela se habían separado. Habían terminado definitivamente. Se había mudado, y aunque le decía a todo el mundo que no quería volver con su ex, todavía sentía debilidad por él. Entonces, cuando empezaron a enviarse mensajes de texto y él le preguntó si podía ir a verla porque la echaba de menos, ella dijo que sí. Pensó que tal vez el resultado sería diferente, y aunque no lo fuera, ¡habían pasado seis largos meses desde la última vez que había mantenido relaciones sexuales y ansiaba esa intimidad física! Un mes después aparecieron dos rayas de color rosa en un test de embarazo, e incluso entonces pensó que un bebé cambiaría las cosas. No hacía ni un año que se había mudado a otra casa y aunque conocía todas las razones por las cuales no debía intentarlo, una pequeña parte de sí misma aún creía que quizás esa vez... Quizás esa vez sería diferente. Sin embargo, lo que sucedió fue que la montaña rusa duró varios años más, en los cuales rompieron un montón de veces, hasta que finalmente ella aceptó que nunca iba a funcionar.
L LORAR EN EL SUELO DE LA COCINA
Soy una llorona y no puedo hacer nada al respecto, pero nunca lloré tanto como cuando corté con mi alma gemela. Mi corazón se hizo añicos. Solo tenía ganas de sentarme en el suelo de la cocina, frente al fregadero, y sollozar sin control. No solo me dolía el corazón, sino que no sabía por qué tenía que pasar por todo eso, y nada me parecía justo. Desearía poder decir que fui capaz de disimular frente a mis hijas, pero muchas veces la pequeña venía, se acostaba a mi lado y decía: «Está bien, mamá, yo también lloro a veces». De hecho, en muchas ocasiones lo acabábamos haciendo juntas. Pero fueron esos momentos en el suelo de la cocina los que me llevaron a descubrir la herramienta más importante de mi viaje hacia el autodescubrimiento: la fuerza para volver a levantarme y seguir adelante. Después de terminar la relación con nuestra alma gemela, podemos dar un giro total a nuestra vida y empezar a ser mejores personas, pero nunca será nuestra mejor vida ni nuestra mejor versión porque todavía tenemos que hacer un viaje a través del oscuro inframundo de todos los elementos que hemos tratado de esconder, incluso a nosotras mismas, durante esta fase de nuestra vida. Vivir nuestra mejor vida no se refiere a las fotos que publicamos de las últimas vacaciones en las que parece que no tenemos ningún problema, sino a sentirnos seguras de nosotras mismas incluso en los momentos más caóticos. Significa ser felices con nosotras mismas; no solo que nos guste, sino «amar» el desastre que somos. Vivir sin pedir disculpas, aunque eso no significa que debamos ser despreocupadas porque, seamos realistas, la vida es difícil y no existe un botón que haga las cosas más fáciles ni una forma de evitar que nos rompan el corazón, que perdamos un empleo o que el mundo se ponga patas arriba). Así que vivir nuestra mejor vida es aprender que, si estamos en nuestro
mejor momento personal, nos sentiremos satisfechas al margen de si nos dirigimos a una reunión escolar, nos embarcamos hacia una nueva aventura o besamos al amor de nuestra vida hasta quedarnos sin aliento. La relación con nuestra alma gemela inicia, de manera indirecta e inconsciente, este viaje que nos lleva a descubrir quiénes somos. Cuando estamos satisfechas con cómo somos, estamos en paz. No es que no deseemos más o nos hayamos vuelto complacientes, sino que nos aceptamos tal como somos en este momento, así como cualquier realidad que se presente. Dejar atrás el amor romántico que nos proporciona nuestra alma gemela significa encontrar el coraje para decir: «Te amo, pero amo más la persona que quiero ser». Cuando decidimos anteponer nuestra felicidad a la de los demás, y atenernos a las consecuencias, abrimos las puertas para descubrir qué significa realmente la felicidad para nosotras. Vivir nuestra mejor vida es un compromiso, un proceso y la promesa que hacemos a nuestra alma de nunca aceptar menos de lo que sabemos que merecemos. Y para sentir que merecemos algo, primero necesitamos sentirnos dignas y felices con nosotras mismas, razón por la cual nuestra siguiente relación será el amor kármico: incluso si no somos conscientes de ello, la realidad es que no nos sentimos bien con nosotras mismas. Hasta que sanemos, seguiremos sangrando sobre aquellos que no tuvieron nada que ver con nuestras heridas. Hasta que no aceptemos sin juicios ni prejuicios cómo somos y quiénes somos, nos seguiremos rodeando de personas que validan el diálogo interno negativo o limitante que hemos suscrito toda la vida. Descubrir quiénes somos es un sistema complejo que nos lleva a explorar nuestros sueños, gustos, aspiraciones, motivaciones y detonantes (todo lo que nos hace enfadar). Incluso cuando nos hayamos curado del todo y nuestras heridas hayan cicatrizado por completo, siempre habrá algún elemento que nos hará estallar. Sin embargo, cada vez que ocurra eso, podremos profundizar en la curación, que luego también se traducirá en ese conocimiento mucho más profundo de nuestra alma. Para vivir nuestra mejor vida y ser la mejor versión de nosotras mismas, debemos creer que somos dignas de nuestros deseos más profundos, de nuestras
vidas y nuestras relaciones. Debemos darnos cuenta de que el hecho de que el matrimonio de nuestros padres no funcionase no significa que el nuestro no lo hará; que nuestro padre nos abandonara no significa que todos los hombres harán lo mismo. Debemos creer que somos dignas de un amor que, según todos los demás, no existe. A medida que pasamos más tiempo separadas de nuestra alma gemela, también sentimos la necesidad de alejarnos de nuestros familiares y círculos sociales. En última instancia, se trata de descubrir que, al margen de lo felices que fueron todos los demás cuando nos casamos con nuestra pareja de la secundaria o con la encantadora persona procedente de la familia y el vecindario correctos, al final aquello no se alineó con nuestra verdad. Estar en sintonía con la verdad es ir un paso más allá de convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas. El único propósito de nuestro amor de alma gemela es terminar (no fracasar, sino terminar) para poder aprender las valiosas lecciones que necesitamos con tanta urgencia y, en última instancia, seguir adelante. La lección principal es que debemos tomar las riendas de nuestra vida; ser el artista de nuestra propia obra maestra. Si nos sentáramos y creáramos una obra de arte, ¡no le daríamos el pincel a nuestra madre, hermana o vecina! En cambio, nos sentaríamos, soñaríamos y veríamos lo que quería revelarse en el lienzo. Esta es la experiencia de vivir: debemos experimentar, tomarnos nuestro tiempo para probar cosas diferentes solo para saber con certeza si encajan con nosotras y si, en última instancia, están destinadas a formar parte de la obra maestra que llamamos vida.
E L AMOR ES UN VEHÍCULO PARA EL CRECIMIENTO PERSONAL
El amor no es solo eso, sino también un vehículo para el crecimiento personal. Cuanto antes aceptemos esta realidad, antes podremos comenzar a abrirnos a la vida y a todas las posibilidades que nos tiene reservadas. El amor nunca llega de
la forma en que pensamos que lo hará ni como esperamos que lo haga, sino que aparece sin avisar, como un amante que se desliza entre unas sábanas de satén negro, susurrándonos al oído todo tipo de cosas que nos provocan escalofríos y nos ponen la piel de gallina, incluso si nunca imaginamos que alguien nos haría sentir de esa forma. Ver el amor como una forma de crecer y experimentar la vida significa que nunca fracasará. No necesitamos que alguien más lo apruebe o diga que estamos haciendo lo correcto. No tenemos que contener el miedo mientras pensamos: «¿Qué pasa si termina?». Aunque creemos que el final es el peor escenario posible, lo peor que puede pasar es que esperemos demasiado y no experimentemos todas las posibilidades de la vida. Pasé por momentos de desamor tan profundos que sentí que no podía respirar y, lo que es peor, no veía una salida. Lo único que me importaba en ese momento era que la persona que amaba no estaba a mi lado. Ni siquiera podía pensar en salir de debajo de mi edredón. No era tan solo que tuviera el corazón roto, sino que no deseaba sentirme mejor porque no quería estar bien, superarlo y vivir sin él. Tener el corazón roto se convirtió en mi argumento. El motivo o el objetivo final no me importaban en absoluto. Pero, a veces, nuestra única opción es dejarnos de tonterías. Tenemos que ser nosotras quienes decidamos crecer, cambiar y aceptar cualquier realidad que se nos presente. Así que me cansé de tener el corazón roto, de abrazarme mientras me dormía susurrándome a mí misma: «Eres amada». Al final, me harté y comencé a escarbar en busca de cualquier cosa que me aclarara todo lo que estaba sintiendo. Fue cuando empecé a comprometerme con mi crecimiento y con aquella en quien me convertiría basándome en esa experiencia.
T ENER HIJOS CON UN ALMA GEMELA
Siempre es difícil terminar la relación con tu alma gemela y comenzar el siguiente capítulo de tu vida, pero resultará aún más complicado si hay niños de por medio porque no podemos eliminar esa conexión. Esto significa que debemos ser más conscientes y prudentes. Debemos llegar al punto en que podamos mirar a nuestras almas gemelas con gratitud por lo que trajeron a nuestra vida y por todo el amor que experimentamos juntos. Al mismo tiempo, también debemos saber que ese amor tan cómodo es, de hecho, el factor que nos impide experimentar la siguiente fase de la vida y el amor. Nuestra relación romántica debe transformarse en una relación platónica porque, si bien deseamos ser buenos padres y madres, no queremos que nuestros hijos tengan que contestar preguntas incómodas del tipo «¿están juntos mamá y papá esta semana o no?». En última instancia, este viaje no solo se basa en el amor, sino también en la verdad. En cuanto nos damos cuenta, empezamos a dejar de repetir el patrón. Cecilia se dio cuenta de que se había comprometido a toda una vida de crianza conjunta con un hombre al que amaba y con el que deseaba que las cosas fueran diferentes, pero al mismo tiempo sabía que nunca lo serían. Durante esos años en que ambos intentaron que funcionara, hubo momentos en los que pensó que las cosas eran maravillosas, hasta que él volvió a engañarla y ella perdió todas las esperanzas que había depositado en la relación. Ser infiel es una forma cobarde de salir de una relación, pero también es muy común cuando se lucha para que una relación que no está destinada a durar funcione, ya seas hombre o mujer. A veces engañamos a nuestra pareja con el deseo subconsciente de que nos atrapen para que, de este modo, sea la otra parte quien ponga fin a la relación. En ocasiones es solo un torpe intento de comenzar una nueva historia antes de terminar la anterior. Sea cual sea la razón, lo más importante nunca es que alguien fuera infiel, sino más bien la razón que lo llevó a hacerlo. Cecilia sabía que él no estaba completamente volcado en ella y que amaba a alguien más, pero también que su lealtad hacia su hijo era firme y, a veces, ella usaba eso para que él se centrase en la relación y luchara para que funcionase.
Continuaron así durante años hasta que al final se cansó de tener el corazón roto y tomó la decisión de ser madre soltera. A la hora de tomar esa decisión, ambos tuvieron que descubrir qué significaba, renegociar los límites y aprender a resolver los problemas con el sexo, así como alegrarse por el otro cuando empezaron a salir con otras personas. A la hora de tener hijos con un alma gemela debemos aceptar que los límites resultarán complicados durante un tiempo. Puede implicar que todo el rato tengamos que ser firmes en lo amables que somos con esa alma gemela y decidir si le pedimos que nos apoye solo como padre o también como pareja romántica. Una vez que las almas gemelas han establecido límites saludables dentro de la relación, son capaces de criar un hijo juntos. Un ejemplo perfecto es El club de las madres solteras, una película de 2014 dirigida por Tyler Perry. El filme comienza presentándonos a cinco mujeres muy diferentes y, en cierta manera, opuestas, que tienen una cosa en común: todas son madres solteras. Después de que sus hijos se peleen en la escuela, los profesores les piden que planifiquen un evento juntas. A pesar de sus diferencias, descubrimos que cada una de ellas se ha enfrentado a un problema distinto con los hombres que han pasado por sus vidas, sobre todo a la hora de establecer los límites. Así que han tenido que lidiar con todo tipo de hombres, desde exnovios controladores hasta padres que distan mucho de ser perfectos; cada madre ha llevado una carga de maternidad que a menudo nos resulta reconocible. A medida que comparten sus experiencias y hacen piña, no solo se ayudan mutuamente a establecer mejores límites, sino también a sentirse más felices y saludables. Cuando comprendemos que los límites son esenciales para nuestro bienestar en lugar de ser actos de egoísmo, podemos comenzar a abogar por nosotras mismas y nuestros hijos. Siempre seremos una familia con esa alma gemela con la que compartimos un hijo, pero eso no significa que esta relación romántica sea saludable o que fomente nuestro crecimiento personal. Solo significa, como he comentado antes, que forma parte de tu familia de almas y que, por lo tanto, accedisteis a criar a ese hijo juntos debido a las lecciones que os enseñará el proceso, no porque debáis intentar que funcione hasta que el niño o la niña sea mayor de edad o se
gradúe. En última instancia, se trata de saber que también merecemos ser felices.
E STAR BIEN CON NO ESTAR BIEN
Dejar atrás la fase romántica de la relación con el alma gemela significa que nos estamos comprometiendo con este viaje, incluso aunque nos aterre no saber adónde nos llevará. Implica que sabemos que la comodidad y el crecimiento no son lo mismo y que, al margen de cómo esperábamos que se desarrollara la relación, estamos aceptando que no es la que nos llevará a ser la mejor versión de nosotras mismas. Si bien amamos profundamente a nuestra alma gemela, si nos quedamos, no podremos vivir nuestra mejor vida. Un amor que no nos desafíe nunca podrá ayudarnos a crecer. Dicho de otro modo, necesitamos esa fricción para pulirnos. Una vez que aprendemos todas las lecciones que nos tenía que enseñar ese amor y seguimos adelante, estaremos listas para explorar lo que nos hace felices. Hemos aprendido que para brindar algo bueno a quienes más nos importan, primero debemos ser buenas con nosotras mismas. La verdad es que aceptamos relaciones que reflejan cómo nos sentimos con nosotras mismas. Así que declarar que nuestra felicidad es importante supone comenzar el viaje de definir qué significa actuar «a nuestra manera», sabiendo que lo hacemos única y exclusivamente para y por nosotras mismas. Hasta que no nos separemos de forma definitiva de nuestra alma gemela y de aquellos cuya aprobación buscamos toda la vida, nunca avanzaremos realmente. No sabremos qué es el amor hasta que empecemos a aprender quiénes somos en realidad.
El segundo amor, nuestra pareja kármica El que quisiéramos que saliera bien
PARTE I
El sueño
Esta vez lo haré bien
Hay momentos de la vida en los que nos concentramos tanto en no hacer las cosas de la misma manera, en dejar atrás el pasado, que comenzamos lo que creemos que será un nuevo capítulo antes de pararnos a analizar las razones por las que no funcionó la vez anterior. Emprendemos este nuevo camino antes de ocuparnos de nosotras mismas, de aprender a reconocer esos factores desencadenantes que nos recuerdan los traumas pasados y, por supuesto, de saber quiénes somos realmente. Nuestro segundo amor comienza con grandes propósitos, pero, como no hemos dejado atrás nuestros patrones ni nos hemos tomado el tiempo necesario para estar solas y entender nuestro propio porqué, acabamos adentrándonos en una relación con un compañero kármico con el propósito de que nos ayude a aprender. Lo reconozcamos o no, todas tenemos nuestro propio motivo personal: las razones por las que tomamos ciertas decisiones o establecemos cierto tipo de relación. En esta etapa, es posible que ni siquiera seamos conscientes de por qué. Podríamos decir que esta persona nos hace sentir bien o que es diferente, incluso emocionante; estas son formas habituales de describir la conexión que sentimos con este nuevo amor kármico. Pero no es lo mismo que nuestro auténtico porqué. Nuestro porqué tiene en cuenta la conexión entre el alma y el corazón, la razón
por la que elegimos un camino antes que otro tanto en la vida en general como en las relaciones amorosas. Es la diferencia entre «nos divertimos juntos» y «siempre me ayuda a querer ser mejor persona». Incluso he escuchado a hombres decir: «¿Mi porqué? ¿Que por qué me casé con mi esposa? Fácil, porque sabía que no quería vivir otro día más sin ella». Al principio, no nos damos cuenta de que aún no hemos superado la relación con nuestra alma gemela. Quizás persistan algunos problemas: podemos carecer de autoestima o, por otro lado, el condicionamiento familiar y social aún puede teñir nuestra percepción del amor y las relaciones.
E NAMORARSE DEL CONCEPTO
Dado que cuando nos adentramos en el amor kármico aún no hemos sanado completamente de la relación con nuestra alma gemela, esta pasión kármica no será el final de cuento de hadas que andamos buscando. Cuando la relación con nuestra alma gemela terminó, nos sentimos desilusionadas con respecto al amor. Nos planteamos: «Si esto no ha sido real, ¿qué es real? ¿Existe el amor?». No somos capaces de imaginar que otra persona pueda hacer realidad todo lo que nuestra alma gemela no pudo conseguir. ¿Alguna vez podremos confiar, amar y creer de nuevo en la magia que pensamos que se ha ido para siempre? Aun así, no estamos listas para enfrentarnos al trabajo que debemos realizar interiormente. El amor kármico existe para enseñarnos todo lo que todavía tratamos de evitar. Sin embargo, nuestro nivel de autoconocimiento no es lo suficientemente profundo como para comprender esto, por lo que nos enamoramos de la imagen que proyectamos en nuestra pareja. Cuando conocemos a nuestro segundo amor, nuestra pareja kármica, solemos dejarnos arrastrar (incluso podemos experimentar el amor a primera vista). Nos obsesionamos con este nuevo amor, pensando que no solo estamos haciendo por fin las cosas de manera diferente, sino que este amor nos curará y nos ayudará a convertirnos en la persona que siempre hemos querido ser o, al menos, a vernos
como tal. Nos enamoramos de todas las cualidades que «queremos» ver en la otra persona. También tendemos a enamorarnos de lo que deseamos ver en nosotras, sin comprender que solo usamos a la otra persona para hacernos sentir mejor y evitar ese arduo trabajo de aprender quiénes somos. Evonne acudió a mí porque no podía entender por qué las opiniones de los demás, especialmente las de sus hermanas, eran tan importantes para ella. De hecho, hasta la llevaron a dudar de sus propias decisiones y sentimientos con respecto a su relación. Creció en una familia muy unida y, por otro lado, cabe destacar que también trabajaba con ellos, así que rara vez había un momento de vigilia en el que una hermana no intentase decirle qué debía hacer. Se sentía atrapada y veía que solo podía ser ella misma cuando estaba en un estado diferente; incluso se planteó la idea de mudarse en el futuro. Sin embargo, esto planteaba otro problema: sus hermanas no querían que se mudara. Entonces, Evonne acabó eligiendo su siguiente relación basándose en el sentimiento de libertad que sentía cuando estaba lejos de su hogar y su familia. Aunque es de Colorado, viaja con frecuencia por trabajo a la costa Este, donde conoció a Tony y se enamoró por completo. No solo se siente más en casa en la costa, sino más libre, al estar lejos de su familia, de la presión y de las opiniones que tanto la asfixian. En la fase inicial de la relación con nuestro amante kármico, aún cargamos con muchas de las necesidades y los deseos que teníamos con nuestra alma gemela. Todavía pensamos en la idea de vivir un romance tradicional, el cual incluye el matrimonio, un hogar e hijos. Y nos preocupa saber si a nuestra familia le gustará o no esta nueva persona y cómo nos verán los demás cuando sepan que estamos juntos. A menudo elegimos a nuestra pareja kármica porque exhibe cualidades que queremos para nosotras: tal vez son extremadamente guapos o pulcros, o quizás «chicos malos» si nos hemos cansado de ser la «niña buena»; tal vez son ricos o llevan un estilo de vida extravagante, es decir, todas las cualidades que podemos
envidiar o desear en ese momento. A veces solo los elegimos porque nos hacen sentir mejor con nosotras mismas, y porque validan nuestros deseos y sentimientos. Dado que tuvimos el coraje de dejar a nuestra alma gemela y el ciclo que perpetuamos con esa persona, también sentimos el subidón derivado de la fuerza que reunimos para dejarla. Ahora queremos algo completamente diferente. Esta vez no tratamos de vivir el cuento de hadas o de quedarnos con la madre o el padre de nuestros hijos, sino que elegimos según nuestras necesidades, o eso parece. Y durante el período de luna de miel con nuestro nuevo amante kármico, sentimos que lo logramos, como si hubiéramos escapado de cualquier crecimiento personal real antes de volver a enamorarnos. Esta vez decidimos hacer las cosas de manera diferente. También nos mantenemos firmes en la idea de que, pase lo que pase, no nos equivocaremos como la última vez. En muchos sentidos, en realidad no vemos este amor como un peldaño más hacia nuestro amor definitivo, sino como la persona que hemos estado esperando todo este tiempo. Por norma general, hay una magia cósmica en la unión con nuestro compañero kármico. Podríamos cruzarnos por la calle y tan solo saludarnos, lo cual desencadenaría un torbellino romántico, o bien conocernos en el trabajo o en la cafetería en caso de que el camarero confundiese nuestros pedidos. En mi caso fue amor a primera vista. Tenía dieciocho años, estaba terminando la escuela secundaria y tenía la cabeza llena de sueños y un espíritu salvaje. Entonces, un día que caminaba por una parte oscura del paseo marítimo con mi grupo de amigos, me dirigí directamente hacia ese hombre, casi como si mi alma supiera que él estaría allí. Era un año mayor, y con su camiseta blanca y los tejanos negros se parecía un poco a Danny Zuko, de Grease. Con mi cabello rubio y mi dulce sonrisa, estaba más que dispuesta a interpretar a su Sandy en cualquier escena que surgiera de esa primera noche. Me embelesó con sus historias sobre ingeniería y la convicción de que era un metro ochenta de pura bondad. Me había atrapado y no había vuelta atrás. Antes de conocerlo, tenía sueños de ser diferente, de viajar y de lo que estudiaría en la universidad, pero en un momento, esa relación se convirtió en mi principal
interés. No solo era adicta al amor tan intenso que me llegaba de la nada, a las docenas de rosas que siempre me enviaba o a la imagen que él proyectaba al mundo exterior, sino que también le dio sentido a una historia en la que ya no creía. La de enamorarse y vivir felices para siempre.
S UBSANAR NUESTRA DEUDA CON EL AMOR KÁRMICO
La índole del amor kármico es que, de hecho, existe un karma que debemos equilibrar mediante esta relación. Tendemos a pensar que el karma es solo negativo o que es algo que nos sucederá en represalia por el mal comportamiento. Sin embargo, el símbolo del karma es el círculo: se recoge lo que se siembra. El karma en sí no es positivo ni negativo, sino tan solo necesario. Somos nosotras quienes atribuimos las ideas de lo bueno o lo malo a los acontecimientos de nuestra vida en función de cómo nos sentimos, sin comprender que los momentos que nos pusieron de rodillas fueron tan necesarios como esos buenos recuerdos de las risas con los amigos. Todos los seres vivos de la Tierra deben limpiar su karma. A veces este karma procede de vidas pasadas. Por ejemplo, si fuimos una persona desagradable o mala en nuestra vida anterior y no tratamos bien a nuestros seres queridos, en esta vida estaríamos en el extremo receptor de esa energía, lo cual nos llevaría a aprender cómo se sintieron y terminar de esta forma con el patrón de comportamiento destructivo. En este sentido, no hablamos solo del karma, sino de curar una herida kármica. No se trata de si merecemos lo que nos pasa, sino de aprender la lección. No hay una razón lógica que explique por qué las personas se lastiman entre sí, ni justificación para la traición o la falta de integridad, pero siempre podemos
aprender una lección de todo esto. Elegimos cómo vemos las cosas. ¿Estas pasan «por» o «para» nosotras? Con este nuevo enfoque, podemos dejar atrás la mentalidad de víctima y ver qué nos hará más fuertes, sabias y seguras de nosotras mismas. En las relaciones kármicas, muchas aprendemos lecciones similares y nos cansamos de que los demás hablen por nosotras, de ser el felpudo, de tener miedo a estar solas o de querer que nos rescaten. Entonces entramos en esta relación sin darnos cuenta de que su propósito no es durar para siempre, sino eliminar la deuda kármica con la que entramos en esta vida. Al igual que las almas gemelas viajan juntas en familia a través del tiempo, los amores kármicos son aquellos con los que tuvimos problemas sin resolver en una vida anterior, de modo que tenemos otra oportunidad en esta vida. Qué suerte, ¿verdad? Sonrío al recordar lo que le grité a un amante por teléfono: «¿Nos queda algún asunto por resolver en esta vida? ¡Porque no quiero verte en la siguiente! Si queda algo que hacernos o decirnos, o algo en lo que trabajar, ¡quiero hacerlo ahora porque no quiero tener que volver a verte!». Ahora me río, pero es un claro ejemplo del dolor que nos causa el amor kármico. Si no queremos tener que repetir esta tarea, debemos aprovechar al máximo lo que nos dan para poder liquidar la deuda. Si no solo consideramos el karma como una deuda que debemos equilibrar, sino también como una forma de aprender, crecer y aumentar nuestra conciencia, entonces podemos ver que cuanto más karma subsanamos en cada amor, en cada vida, más arriba asciende nuestra alma. Sin embargo, en este momento se trata de encontrar nuestra verdad, de defendernos, de tomar la decisión de dejar atrás los patrones y abordar las relaciones de manera diferente. Si bien el karma suele asociarse sobre todo a vidas anteriores, también se acumula en el seno de esta. Por lo tanto, nuestro amor kármico puede llegar a subsanar los problemas de abandono que adquirimos cuando éramos niñas, o reflejar nuestra inaccesibilidad emocional a fin de aprender a ser más vulnerables en el futuro. Se trata de asimilar las lecciones, crecer y, en consecuencia, tomar la decisión de actuar desde la mejor versión de nosotras
mismas en lugar de hacerlo desde nuestra herida. Si bien el karma se basa en lo que subsanamos, también se basa en lo que creamos.
N O TE OLVIDES DE LLEVARTE EL CEREBRO CONTIGO
Durante el último año de vida de mi abuela polaca, mi babci, iba a visitarla a menudo al hospital para pintarle las uñas o llevarle aceites de aromaterapia de lavanda, pero sobre todo para hablar con ella. Le habían diagnosticado alzhéimer antes de que mi matrimonio terminara, así que decidí no contárselo, pero como la mayoría de las abuelas, parecía saberlo de todos modos. Un día en particular, mientras estábamos sentadas en el borde de su cama de hospital bajo el tibio sol de febrero, me apretó un poco la mano y me dijo que la próxima vez que me enamorara no debía olvidarme de llevar el cerebro conmigo. Amaba a mi babci y ella lo sabía; ella sabía que me costaba ver la realidad del amor porque me negaba a hacerlo. Nunca olvidaré las palabras que me dijo ese día y su importancia. Con nuestro compañero kármico, el sentimiento de amor y atracción es tan instantáneo que apenas deja espacio para reflexionar o tiempo para evaluar si nuestras metas y deseos se alinean de manera saludable. En vez de eso, generalmente por ambas partes, nos centramos en la otra persona y en los sentimientos que despierta en nosotras. Esta relación no tiene por qué ser un repunte de nuestro primer amor, nuestra alma gemela, pero sí una oportunidad de sentirnos validadas una vez más. Si bien muchas personas, incluida yo misma, diríamos que ya habíamos empezado a crecer y que no éramos la misma persona que con nuestra alma gemela, en realidad no nos hemos tomado el tiempo necesario para saber quiénes
somos. Una vez más, acabamos definiéndonos a través de otra persona. Solo que en esta ocasión, en lugar de soñar y planificar una vida al lado de nuestra alma gemela, lo hacemos con nuestra pareja kármica. Hay muchas diferencias entre ambas; sin embargo, elegimos ignorarlas o estamos tan absortas en la cúspide del amor que no somos conscientes de ellas. En este punto aún no hemos definido claramente quiénes somos más allá de una relación romántica, lo que se refleja en las decisiones que acabamos tomando. Es probable que al principio haya signos, presentes incluso en la fase más temprana, de que la relación no es saludable y de que no durará demasiado. A veces es cuestión de que nuestra pareja nos engaña o comienza a alzarnos la voz, tal vez incluso nos agarre durante una discusión acalorada. Es un amor adictivo que, desde el primer momento, se siente deliciosamente abrumador y, por esta razón, ignoramos los signos o buscamos una explicación. Pueden ser celos por el uso que damos a las redes sociales o por un ex, o indicios más sutiles como que nos regalen ropa nueva o nos pidan cita en la peluquería, los cuales parecen actos dulces y cariñosos, pero, al mismo tiempo, muestran signos de control. Esta vez estamos decididas a hacerlo bien, así que inventamos excusas, perdonamos y dejamos que el amor nos atrape una y otra vez, aunque nunca dejamos de preguntarnos si todo ese esfuerzo merece la pena. Un factor motivador importante en esta fase de nuestro viaje romántico es el miedo a estar solas. Si bien surgió por primera vez cuando decidimos abandonar a nuestra alma gemela, todavía influye en lo pronto que establecemos una relación romántica después, y en con quién lo hacemos. En el caso de nuestro segundo amor, no solo soñamos con hacerlo bien, sino con conseguir el final de cuento de hadas. Aún somos capaces de controlar de quién nos enamoramos y tener la vida que habíamos imaginado. En el fondo buscamos que tenga estas conductas controladoras, ya sea una personalidad fuerte o el hecho de que nos diga lo que podemos o no podemos hacer, porque nos exime de decidir por nosotras mismas. Tal vez nos mudamos juntos porque nos quiere cerca o dejamos de salir con amigos porque no cree que sean una buena influencia. Quizás cambiemos de trabajo o incluso nuestras creencias religiosas porque
creemos que tomamos una decisión juntos, cuando lo que tratamos de hacer es parecernos más a la persona que pensamos que nuestra pareja quiere que seamos. Jada decidió acudir a mí porque no podía superar a su ex. No se trataba solo de un «ay, ojalá siguiera con él», sino que se había obsesionado y había empezado a acecharlo por redes sociales, a inventar razones para hablarle e incluso a ensayar conversaciones de mensajes de texto que podría tener con él. No era cuestión de que no pudiera superarlo, sino de que este hombre la había definido como mujer durante muchos años. La seguridad que ella sentía en sí misma estaba únicamente vinculada a la atención de su pareja o al hecho de que él la había elegido. Cuando terminó la relación, Jada no podía dejarlo ir: no solo sentía algo por él, sino que no sabía quién era y la aterrorizaba estar soltera el resto de su vida. Me dijo que sería más feliz con él y que la vida sería mejor a su lado, sin darse cuenta de que ella misma había puesto la llave de su felicidad en manos de su pareja y que esta se la llevó cuando se fue. Debemos entender que, durante esta fase, todavía nos encontramos en el efecto espejo, en el que la pareja exhibirá nuestras cualidades, incluida la inaccesibilidad emocional. La mayoría de las veces tengo que preguntar a mis clientas: «Sí, él no está disponible emocionalmente y, sí, los últimos chicos tampoco lo han estado, pero en lugar de culparlos a ellos, ¿te has parado a pensar si “tú” lo estás?». Siempre responden con excusas: no querían ser frágiles porque ya les habían hecho mucho daño, porque tenían miedo de mostrar vulnerabilidad o incluso porque no sabían lo que significaba esa palabra. Sin embargo, el resultado es la falta de disponibilidad emocional, así que seguían buscando inconscientemente las cualidades que ellas mismas poseían. En cierta medida, podemos mirarlos y decir: «Es evidente que yo nunca sería así». Pero cuando tenemos miedo de descubrir quiénes somos en realidad, es sorprendente la facilidad con la que dejamos que alguien más complete los espacios en blanco por nosotras. Nuestro amor kármico es diferente del primero, pero no tan diferente como para desafiarnos a enfrentarnos a nuestros propios problemas. Sin embargo, puede
ayudarnos a ser mejores. Al principio del amor kármico, a pesar de que nos comprometemos a hacerlo bien, nos damos cuenta de que la relación es una montaña rusa: cuando es buena, es una relación fuera de serie; pero cuando es mala, parece que nada podría ser peor. Y cuando nos encontramos en el momento más bajo, solo podemos pensar en cuándo y cómo llegaremos al siguiente momento culminante. Estas emociones, sentimientos y experiencias pueden abarcar desde citas apasionadas y viajes a lugares exóticos hasta discusiones que llegan a las manos o visitas a un terapeuta después de que nos hayan engañado por enésima vez.
E L BOMBARDEO AMOROSO
Con mucha frecuencia, estas relaciones exhiben diversas tendencias o trastornos de la personalidad (tanto en nosotras como en nuestras parejas), incluido el narcisismo, la codependencia y el control o abuso de algún tipo. Si bien no todas las relaciones kármicas incluyen alguno de esos aspectos, es un amor que acaba lastimándonos más que ayudándonos a convertirnos en una mejor versión de nosotras mismas. Al principio, esa disfunción será probablemente mínima, e incluso puede quedar enmascarada bajo la apariencia de celos o inseguridad, en cuyo caso nos hacemos responsables de solucionar este aspecto de nuestra pareja, así como la otra parte lo intenta en dirección inversa, sin entender que en vez de hacer las cosas bien, no hacemos más que accionar factores desencadenantes que harán que nos encerremos más profundamente en nosotras mismas y nos alejemos de nuestra pareja. Los narcisistas son muy egocéntricos y manipuladores. Al principio, un narcisista parecerá muy dulce y atento, como si nos entendiera por arte de magia. Es posible que nos preste mucha atención, ya sea a través de mensajes de texto, por videollamada o con regalos extravagantes. Parece que nos quiera convertir
en la parte más importante de su mundo. Sin embargo, así es como atrapan los narcisistas a sus víctimas. Esta fase se llama «bombardeo amoroso». Durante la fase del bombardeo amoroso, somos su máxima prioridad. Se aprovechan de nosotras y aprenden a manipular nuestras emociones con mayor efectividad. Esto enfatiza el efecto reflejo, porque no solo nos estamos enamorando de nosotras, sino que también proyectan cualidades específicas que en realidad no poseen para atraparnos y atacarnos, así que terminamos cayendo rápido y con intensidad. El bombardeo amoroso llega como un torbellino. La relación se desarrolla muy rápido, pero lo que realmente ocurre es que los narcisistas quieren algo de ti. Quizás sea la validación que les proporciona la relación, ya que por norma general tienen muy poca confianza en sí mismos. Aunque también se dan casos en que buscan artículos materiales o incluso su propia fuente de identidad porque ven en ti una cualidad que desean. Sin embargo, los narcisistas no actúan solos: necesitan a alguien abierto a sus atenciones y conductas de juego. En última instancia, la pareja perfecta para el narcisista es una persona codependiente porque el único objetivo de esta es ayudar a validar a su amante para que pueda sentirse mejor consigo misma. Las relaciones kármicas también pueden ser controladoras o abusivas porque nos hemos involucrado hasta alcanzar un vínculo traumático. Por esta razón, estas relaciones tienden a ser aún más difíciles de terminar que aquellas con nuestra alma gemela. El vínculo traumático se caracteriza por la lealtad que sentimos hacia una pareja y una relación destructivas. No permanecemos unidos porque tengamos una relación increíblemente saludable, sino porque ambos nos sentimos muy miserables. Este tipo de unión romántica se basa en el dolor compartido, los miedos e incluso el karma. Es la creencia de que no podemos hacerlo mejor o de que no podemos escapar de un ciclo en particular, aunque sepamos que necesitamos salir de él. Las relaciones basadas en el narcisismo, la codependencia o el abuso o aquellas que simplemente no son saludables giran en torno al daño o dolor compartido. Se dan cuando sentimos que no merecemos nada mejor o cuando carecemos de
dignidad, o de una autoimagen positiva, o cuando aún estamos aprendiendo a amarnos a nosotras mismas. La relación kármica es como una droga: nos enganchamos por los buenos momentos, los bombardeos amorosos, los regalos, los viajes y el sexo, así que cuando nos topamos con un momento difícil en el que nos sentimos decepcionadas o traicionadas, tenemos una gran pelea o incluso nos engañan... nos quedamos. Nos quedamos porque somos adictas a los sentimientos positivos que usamos para complementar cómo nos sentimos con nosotras mismas. No somos conscientes o no sabemos cómo trabajar en nosotras mismas, así que en vez de eso tomamos la droga del amor de nuestro compañero kármico como sucedáneo. Las elecciones románticas que hacemos una vez que hemos sanado siempre serán completamente diferentes de las que hacemos cuando nos han herido. Según Maya, una de mis clientas, proyectaba mucha confianza en sí misma. De hecho, aparte de irradiar seguridad, también era muy creativa y ambiciosa, cualidades que atraen a un ególatra. No sabía que la mayoría de sus relaciones habían sido codependientes y narcisistas. Este ciclo funcionó por un tiempo. Tuvo grandes amores, ayudó a muchos hombres, pero también la traicionaron y experimentó el desamor en numerosas ocasiones, aunque siguió así. Si estudias el caso detenidamente, te das cuenta de que en realidad no tenía un fuerte sentido de identidad y usaba estas relaciones codependientes con los hombres para validarse. Un día comenzamos a hablar sobre la dignidad y lo que significaba para ella la sanación, lo que nos llevó a hablar de codependencia. A veces la conciencia es como una luz que se enciende de repente. Todavía recuerdo el momento en que se dio cuenta de su situación y me dijo: «Oh, Dios mío, no estoy loca, ¡esto es real!». La alivió encontrar una razón detrás de los patrones en sus relaciones. Maya comenzó a hacer cambios de inmediato. Y eso también significaba que ya no era la víctima perfecta que su querido narcisista buscaba, razón por la cual la relación y sus ciclos de codependencia tuvieron que terminar.
Cuando termina la relación con nuestra alma gemela, buscamos emoción, fuegos artificiales y sentirnos vivas. Queremos sentir que hemos roto las barreras que establecieron nuestras familias y la sociedad, las cuales nos alejan de la mejor versión de nosotras mismas. Así que, a pesar de que esta nueva relación kármica no es saludable, en el mejor de los casos tampoco es aburrida y, además, nos impulsa a creer que estamos creando lazos profundos de intimidad con nuestra pareja. Durante esta fase es extremadamente común que las parejas se prometan o se muden juntos al poco de salir porque sienten que se han encontrado en esta otra persona y que las completa.
D EJAR IR LA CARENCIA
Al principio, no resulta extraño ignorar descaradamente los problemas porque el amor nos parece muy poderoso. Es algo que debemos experimentar porque, en verdad, esta fase nos ayuda a comprender que ninguna persona compensará lo que nos falta. No podemos basar el amor propio en cómo nos ve otra persona y, en última instancia, tampoco podemos confiar en que habrá alguien que nos hará sentirnos bien con nosotras mismas. Si seguimos utilizando a la gente para llenar nuestro vacío interior, nunca saldremos de este ciclo. Estamos decididas a conseguir que esta relación funcione, a hacerlo bien; pero no lo logramos porque todavía no nos hemos tomado el tiempo necesario para solucionar nuestros problemas ni para pensar detenidamente en quiénes somos, ni tampoco en las cosas que hemos y nos han hecho. Seguimos buscando validación externa. Puede que no sea a través de la defensa de los valores que nuestra familia nos impuso en la relación con nuestra alma gemela, sino a través de la emoción y la naturaleza adictiva de un amor poco saludable que, a menudo, termina lastimándonos. Sin embargo, no pensamos en alejarnos de ese amor. En esta fase del amor kármico no somos conscientes de que necesitamos estar bien con nosotras mismas antes de embarcarnos en una relación. No pensamos
tanto en ser un tipo específico de persona, sino en cómo ser la pareja ideal de este amante salvaje. Queremos brindarle ciertas cosas a nuestra pareja, que nos vea de cierta manera, o incluso que nos necesite en los planos económico o emocional a fin de sentirnos importantes y necesitadas. De forma inconsciente, creemos que si conseguimos que la relación funcione, entonces también nos sentiremos bien, sin saber que esta relación no solo está destinada a terminar, sino que se trata del tipo de situación que acaba en llamas. Y después nos toca tomar la decisión de resurgir de las cenizas. La parte más interesante, tanto de la relación con nuestra alma gemela como de nuestro amor kármico, es que sí podemos vislumbrar quiénes somos realmente durante ambas relaciones. Sentimos que nuestra intuición o radar emocional se apaga, pero carecemos de la confianza necesaria para confiar en nuestros sentimientos, así que nos enfocamos en lo que tenemos frente a nosotras en lugar de lo que está en nuestro interior. El problema es que aún nos centramos en las carencias. Cuando nos enfocamos en las carencias tanto de la relación como propias, entonces nuestras únicas fuentes de validación y seguridad son externas. No se trata de quiénes somos, sino de cómo nos hace sentir la otra persona; no se trata de lo que podemos hacer, sino de lo que creemos que es posible si tenemos una relación con esta persona. Además, tampoco nos sentimos completas si no tenemos pareja. Operar según lo que nos falta significa que aún nos guiamos por el ego, porque todavía no hemos aprendido que somos todo lo que necesitamos y que ya tenemos todo lo que queremos. Esto no solo incluye la autoconfianza, la autoestima y la dignidad, sino también el amor en sí mismo, porque si no nos amamos a nosotras mismas, nunca seremos capaces de aceptar que otra persona lo haga. Todavía nos movemos basándonos en el ego, así que no solo buscamos aquellas relaciones que validan nuestra falta de autoestima o que alimentan superficialmente nuestra autoconfianza, sino que pensamos que desear que las cosas vayan bien es más que suficiente. El verdadero amor tiene muy poco que ver con lo que queremos en realidad. El amor para siempre es algo que está destinado a ocurrir y, de hecho, es el propósito final de la unión.
Sin embargo, no podemos renunciar al control de nuestra vida amorosa porque todavía la usamos para definir quiénes somos y el lugar que ocupamos en este mundo. Así que aguantamos, seguimos trabajando, ignoramos deliberadamente las señales de advertencia y esperamos que esta vez no se demuestre que nos hemos equivocado.
L A EXCUSA DEL LIBRE ALBEDRÍO
«Pero si puedo elegir libremente» es una declaración que repiten aquellos que quieren justificar por qué hacen o no ciertas cosas. En cierto modo, es el equivalente a una rabieta infantil. La libre elección es un disfraz que le ponemos al ego porque todavía pensamos que podemos controlarlo todo, que deberíamos o incluso podemos salirnos con la nuestra o justificar nuestras elecciones: «Sí, sé que esta relación parece una locura vista desde fuera, pero como puedo elegir libremente, puedo escoger lo que quiera» o «Sí, estoy enamorada de esa otra persona, pero prefiero quedarme con mi relación actual porque puedo elegir libremente». Sin embargo, en algún momento tenemos que crecer y darnos cuenta de que no se trata del ego ni de la libre elección, sino de hacia dónde nos guía esa voz interior y qué está tratando de decirnos. Podríamos pasarnos toda la vida usando la excusa de que podemos elegir libremente, pero nunca llegaríamos a ser felices del todo. En determinadas circunstancias, incluso nos casamos con nuestros amores kármicos porque estamos tan decididas a no equivocarnos que somos capaces de hacer cualquier cosa para que funcione, incluso servirnos de la libre elección. Si no llegamos a tener hijos con nuestra alma gemela, es probable que tratemos de casarnos y formar una familia con nuestro amor kármico. A menudo conocemos este tipo de amores cuando somos más jóvenes, justo después de la secundaria o a finales de la veintena, un momento en el que pensamos que estamos haciendo
las cosas de manera diferente. En realidad, todo lo que hacemos es seguir el plan preestablecido, excepto que lo hacemos con alguien que nos mantiene adictos con los altibajos constantes de una relación poco saludable. El objetivo más importante durante la luna de miel que es nuestro segundo amor es conseguir que funcione, sin detenernos a pensar si realmente merece la pena. Es el amor que nos enviará a un consejero matrimonial o terapeuta al año de estar juntos porque estamos dispuestos a intentar cualquier cosa para que funcione, siempre y cuando eso no implique itir que es una causa perdida. Si bien los consejeros son muy útiles si surgen problemas importantes al principio del noviazgo, especialmente en relación con las creencias o los valores básicos de cada persona, eso también suele ser una señal de que existen diferencias intrínsecas dentro de la relación que harán que resulte muy difícil mantener un amor sereno y sano a largo plazo. Ten en cuenta que no he dicho que estas personas no sean capaces de seguir juntas, sino que la relación no será saludable a largo plazo. Esto se debe a que, a veces, optamos por la excusa de la libre elección y, otras, simplemente no tomamos decisiones basándonos en nuestras esperanzas o bienestar, sino en nuestros miedos y heridas. Por ejemplo, una vez trabajé con Ashley, quien se había casado y había formado una familia con su amor kármico. Cuando ella y yo nos conocimos, llevaba varios años en un matrimonio que se lo había llevado todo, incluida su tranquilidad. Vino a mí porque necesitaba ayuda para «hacer las cosas bien», aunque su esposo la hubiese engañado y contagiado una enfermedad de transmisión sexual, hubiera descuidado a sus hijos y la hubiera maltratado. Incluso después de una de sus grandes peleas, ella todavía trataba de que aquello saliera bien, alegando lo increíble que era y lo mucho que lo amaba. Es el bombardeo amoroso en su máxima expresión. A veces no queremos soltar algo porque tenemos miedo de que sea nuestra última oportunidad de experimentar el amor o la felicidad, aunque, en realidad, no sabemos qué satisfaría esa necesidad. Por lo tanto, no decidimos que nos ama ni nos acepta incondicionalmente, ni que esta persona nos ayuda a convertirnos en una mejor versión de nosotras mismas, sino que tan solo tenemos miedo de que, si lo dejamos, acabaremos solas para siempre.
Esto es justo lo que Ashley sentía, y me lo describió en una de nuestras primeras llamadas: «No puedo estar sola, me temo que, si lo dejo, terminaré sola para siempre, y nunca lo he estado». Anteriormente ya había oído cómo otras mujeres expresaban ese sentimiento, así que le dije lo mismo que a las demás: «Debes experimentar lo que más temes porque, hasta que no lo hagas, no te librarás de estos patrones». El objetivo final de esta relación es ayudarnos a encontrar la fuerza necesaria para mantenernos firmes.
D EJA DE ESPERAR AL PRÍNCIPE AZUL Y RESCÁTATE A TI MISMA
Hasta que no nos enfrentemos a nuestros miedos más profundos, estos continuarán ejerciendo poder sobre nosotras. En algunas situaciones incluso pueden paralizarnos o bloquearnos hasta tal punto que seamos incapaces de ver una salida. Ninguna pareja saludable te liberará del trabajo de aprender cómo rescatarte a ti misma. Eso no significa que vayamos a llevar esta carga completamente solas, pero sí que no podemos usar una relación para escapar de otra. A veces tenemos que realizar el trabajo pesado sin la ayuda de nadie. No hay forma de escapar del autodesarrollo ni tampoco existen atajos. En esta fase es probable que sigamos ignorando las señales y finjamos que todo está bien, pero en el fondo sabemos que no es así. No es fácil llegar a ese lugar en el que no solo tenemos que enfrentarnos al miedo de estar solas para siempre, sino también alejarnos de una situación que puede ser poco saludable; sin embargo, nunca podrán quitarnos todo lo que aprendemos de esa experiencia. Este amor nos enseña a ser la heroína de nuestra maldita historia. Depende de nosotras sacarnos del lodo, tomar las riendas y manejar nuestra vida,
incluso si no tenemos ni idea de cómo vamos a hacerlo. Necesitamos cambiar nuestros patrones y a quién atraemos, lo que significa que debemos cambiar la vibración que emitimos. Todo en esta vida tiene una frecuencia vibratoria. Las emociones como el amor y la felicidad tienen una vibración más alta, mientras que en el caso de los celos, la ira y la venganza es más baja. Para empezar a tomar mejores decisiones, tenemos que dejar de intentar seguir un plan o, dicho de otra manera, debemos saber cuándo abandonar, sobre todo si el avión ya se está incendiando. Nadie necesita ser un mártir por amor. En esta etapa, aunque ya no tratamos de hacer felices a nuestros padres, seguimos sin querer fracasar con respecto al amor. Mientras nos centremos en seguir un guion concreto más que en conseguir una relación sana, continuaremos frenándonos y tomando decisiones de menor vibración. Se trata de subir de nivel, es decir, elevar nuestra vibración enfocándonos en nosotras mismas. Solo así seremos capaces de cambiar el tipo de personas a las que atraemos. Cuando comenzamos a trabajar en el amor propio y nos elegimos por encima de un guion predeterminado, nuestra felicidad y, en consecuencia, nuestra vibración, aumentan inherentemente para empezar a atraer personas que se encuentran en un nivel similar. El amor nunca funcionará como creemos que debería hacerlo, principalmente porque su propósito es que se aprenda y se crezca a partir de la relación, ya dure un mes o hasta nuestro último aliento. El amor tiene la capacidad de transformarnos, de ayudarnos a lidiar con nuestros miedos y con esas heridas que llevamos arrastrando desde la infancia. También puede liberarnos de pensar que somos capaces realmente de controlar si una relación termina o no. En esta fase de relación kármica aprenderemos que, por mucho que nos esforcemos, nunca conseguiremos que funcione algo destinado a acabar; no podemos hacer que salga bien algo que no está destinado a ir bien. Y, en última instancia, no lograremos que ninguna relación funcione hasta que nos tomemos el tiempo necesario para mejorar la relación que tenemos con nosotras mismas. Así que amamos, lastimamos y nos lastiman a medida que avanzamos por la etapa inicial de esta relación, mientras vemos todas las señales de alarma pero las ignoramos deliberadamente porque, aunque sabemos que tal vez este no es el
tipo de amor del que hemos oído hablar tanto, tenemos demasiado miedo a equivocarnos porque eso significaría volver a la casilla inicial. De vuelta a ese punto en que todas las noches nos íbamos a la cama solas y sin mirar nada más que nuestro propio reflejo. Sin embargo, todo esto sucede como debe ser: el ciclo de relaciones que tenemos que atravesar para llegar a nuestro tercer y último amor. Tal vez pasemos años con nuestra pareja kármica o saltemos de un lado a otro entre la seguridad de nuestra alma gemela y nuevos amores, pero en última instancia estamos destinadas a afrontar una infinidad de problemas a fin de aprender las lecciones necesarias de una vez por todas. A veces no queremos ver aquello que está justo frente a nosotras, aunque es precisamente de lo que debemos alejarnos. De todos modos, las cosas solo cambian cuando empezamos a verlas de forma diferente. Todo esto significa que debemos renunciar a intentar que funcione. En su lugar, debemos dejar que sea lo que tiene que ser, aunque solo resulte ser una lección más que aprender.
PARTE II
La realidad
Sacamos lo peor del otro
Dicen que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones y no existe mejor frase para describir el viaje que supone esta relación. Sin embargo, a menudo nos gusta acusar, señalar con el dedo a nuestra pareja y hacerle creer que la relación no ha funcionado por su culpa en lugar de darnos cuenta de que hacen falta dos personas tanto para que el amor funcione como para que no. Entramos en el amor kármico sin darnos cuenta de que proyectamos en nuestro amante las características que creemos que deseamos para nosotras mismas: su naturaleza salvaje y su libertad, su dinamismo o cualquiera de las cualidades que nos atrajeron de entrada. Tratamos de ser conscientes de las diferencias, de tomar decisiones distintas y de estar más presentes, así como de ser más responsables y amorosas de lo que éramos antes, con la expectativa de que, si cambiamos cómo operamos dentro de una relación, obtendremos un resultado mejor. Sin embargo, no nos damos cuenta de que no se trata de cambiar por fuera, sino de hacerlo por dentro a fin de mejorar la forma en que nos relacionamos. Esta etapa de nuestro amor kármico es uno de los momentos más dolorosos del viaje que nos lleva a encontrar un amor real y duradero porque nos damos cuenta de que no hemos llegado tan lejos como esperábamos. Vemos lo heridas que estamos y cuánto tenemos que crecer, no solo en términos de relaciones íntimas, sino también en nuestro desarrollo personal. Necesitamos liberarnos para aprender todas las lecciones y ser honestas con nosotras mismas y nuestros
motivos. En la fase de realidad de nuestro amor kármico, aparte de lastimarnos el uno al otro, emergen los temores, resurgen los viejos patrones e incluso llegamos a pensar que deberíamos habernos quedado con nuestra alma gemela. Después de todo, si bien el amor no fue tan intenso, tampoco nos desgarró tanto por dentro como el amor kármico. Comenzamos a centrarnos menos en nosotras mismas y en lo que hicimos mal para obsesionarnos con todas las formas en que nos hirieron o que podemos usar para justificar nuestras acciones. Si bien podríamos haber progresado en el viaje al autoconocimiento desde que dejamos la relación con nuestra alma gemela, es más probable que este avance se estanque durante esta fase porque nos sentimos muy culpables por no conseguir ser mejores personas o hacer que la relación funcione. Recurrimos a quienes éramos antes, culpamos a la otra persona y usamos a los demás para evitar lidiar con esa situación. En el proceso, no solo no nos estamos convirtiendo en nuestro mejor yo, sino en expertos en sacar lo peor de cada uno. Esto se debe a que nos centramos en ese patrón adictivo de dolor y bombardeo amoroso para cambiar de perspectiva y pasar de subsanar nuestros fallos nosotras mismas a esperar que la relación los subsane por nosotras. Se supone que nuestro amor kármico nos desafía y nos hiere de una forma tan profunda que no tenemos otra opción que abrirnos y mirar los problemas de los que hemos huido tanto tiempo. No importa quiénes somos o cuánto «trabajo» digamos que hemos hecho: nos activaremos automáticamente en cuanto sintamos que el bombardeo amoroso del amor kármico cesa y que debemos enfrentarnos a la realidad. En ese momento, este desencadenante puede parecer una traición. Para nosotras, es lo peor que puede pasar. Pero recuerda que el único propósito de la relación era llegar a este punto para que nos viéramos obligadas a crecer y enfrentarnos a todo lo que hemos tratado de ignorar sobre nosotras mismas.
N
UNCA PODEMOS ESCAPAR DE NOSOTRAS MISMAS
Parte de este viaje en el terreno del amor es aprender que nunca podremos empezar una relación con la intención de escapar del trabajo en nuestro autodesarrollo. No podemos enmascarar las heridas o la falta de autoestima porque los desencadenantes seguirán resurgiendo hasta que finalmente tomemos la decisión de lidiar con ellos. O porque ignorarlos se vuelve imposible. Nunca es fácil trabajar en una misma; tampoco es un proceso que acabe nunca. Progresaremos y sanaremos, pero siempre existirán detonantes porque, al final, somos humanas. Nadie está a salvo de las verdades de la vida y el amor. Tener una relación saludable no significa que no habrá momentos difíciles, discusiones o incluso factores desencadenantes, sino que somos capaces de procesarlos sin proyectar nada en el otro ni culparlo. Es la diferencia entre «¡Mira lo que me has hecho!» y «Me siento así porque...». Nuestra madurez emocional aumenta, junto con nuestra capacidad de reconocer una emoción o un sentimiento, sin necesidad de quedarnos allí estancadas y actuar desde ahí. La relación perfecta no existe. No importa si se trata del primer amor, del segundo o incluso de nuestra llama gemela. De hecho, una relación saludable nos obligará a crecer, a ver las cosas de otra manera y a superar esos sentimientos que no solo nos frenan de ser la mejor versión de nosotras mismas, sino también de tener la relación que queremos. Darnos cuenta de que no podemos escapar de nosotras mismas y de todo el trabajo que debemos hacer significa que nuestra perspectiva cambia y pasa de un enfoque externo a uno interno. Ya no nos centramos en lo que hace la otra persona, sino en por qué nos sentimos de una determinada forma. Parte de este proceso es dejar de tomarnos las cosas como algo personal. Si nuestra pareja tiene un mal día y está malhumorado o gruñón, ya no asumimos que es culpa nuestra. Si ese gran tipo con el que hemos estado saliendo tarda un par de días en responder a un mensaje de texto, ya no pensamos: «No le gusto,
no puedo creer que yo dijera eso, seguro que piensa que soy tonta». Cuando descubrimos que cada persona tiene una experiencia individual distinta y que no escribe su propia historia basándose en nosotras, también entendemos que nada de lo que hacen es por nuestra culpa. Empezamos a comprender cómo funciona nuestro ego y a dejar de operar según sus pensamientos y creencias, ya que este piensa que el mundo gira a su alrededor y que, si alguien no nos devuelve las llamadas o nos ignora, es culpa nuestra. En esencia, cree que controlamos cómo se comportan los demás y sus elecciones. A medida que trabajamos en nuestra autoestima, llegamos a comprender que nosotras tenemos nuestra historia y nuestra pareja, la suya. Cuando aprendemos a no tomarnos las cosas de forma personal, también descubrimos una forma completamente nueva de relacionarnos. Cuando empecé a trabajar con ella, Hailey había estado casada y, sin lugar a dudas, se había encontrado dentro del ciclo narcisista/codependiente durante la mayor parte de su vida adulta. Hacía años que se había divorciado de ese hombre, pero todavía se debatía por cómo relacionarse con su nueva pareja, porque se enfadaba todo el rato por cosas tan simples como que él tardase en contestarle los mensajes o llegase tarde cuando habían quedado. En resumen, cualquier cosa que le recordara la dinámica de su amor kármico. Hablamos largo y tendido sobre lo positivo que era que su nueva pareja la provocase porque significaba que ella tenía la posibilidad de ver lo que estaba sucediendo y reaccionar de otra manera. Fue una oportunidad para aprender que no todos los hombres eran iguales al anterior y que debía acercarse a su nueva pareja de una manera completamente diferente. Aprendió a expresar sus sentimientos desde el principio en lugar de ser pasivo-agresiva, así como a hablar cuando necesitaba algo en lugar de enojarse porque él no lo sabía de forma instintiva. Pero sobre todo aprendió a darse cuenta de que él tenía su propia vida: Él estaba emprendiendo un negocio, tenía una familia y, a veces, solo quería pasar el rato con sus amigos. En lugar de tomarse cada pequeño bache de forma personal («va a romper conmigo» o «realmente no me quiere»), ella aprendió a cambiar su diálogo interno. Tras un amor kármico aprendemos tanto a mantener una relación como a trabajar
en nosotras mismas porque debemos tomar conciencia de los factores desencadenantes que nos molestan y de cómo reaccionamos ante ellos. Para llegar a tener una relación saludable, primero debemos ser capaces de expresar por qué nos sentimos de cierta forma con respecto a las cosas que nuestra pareja puede hacer o no. Significa que primero debemos aprender que cualquier elemento que vaya mal en la relación no es solo culpa de nuestras parejas, tanto pasadas como presentes, sino que nosotras también tenemos parte de culpa. A menudo, en esta etapa, comenzamos a insultar y reducir a nuestra pareja a poco más que un cliché, y enviamos memes a nuestros mejores amigos sobre cómo no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes o cómo siempre te arrepentirás de haber perdido a una gran mujer. Si bien estos sentimientos son válidos, en realidad no reemplazan al trabajo en una misma que es el propósito de esta etapa. Tenemos que aceptar los comportamientos o los sentimientos presentes durante la relación que nos han llevado a la situación actual de toxicidad.
H ACEN FALTA DOS PARA UNA RELACIÓN TÓXICA
A menudo, en el amor kármico proyectamos toda la negatividad en nuestro compañero y lo describimos como un imbécil, un cabrón, o como un hombre emocionalmente inaccesible en vez de asumir nuestra parte de culpa en la dinámica. Aunque seamos honestas, cariñosas, fieles y dulces y no hagamos nada «incorrecto», la verdad es que aun así elegimos esta relación y permitimos los comportamientos tóxicos. ¿Somos nosotras quienes engañamos o mentimos? No, pero eso no significa que estemos libres de culpa. Cuando tenemos una relación, lo que vemos es solo un reflejo de dónde estamos
en ese momento, así que las relaciones tóxicas nos muestran una parte de nosotras mismas que aún no hemos reparado. Después de todo, siempre hay una razón por la que la chica buena sale con el chico malo, incluso si no estamos listas para reconocerlo. Esto significa que, para no atraer una relación tóxica, debemos solucionar nuestros problemas internos. Un amor tóxico se define por la insalubridad de nuestras mentes, cuerpos y almas. Pero necesitamos profundizar y poner nombre a estos comportamientos si queremos llegar a la raíz de lo que sucede dentro de la conexión kármica. Con los años me he dado cuenta de que la definición de una relación saludable difiere dependiendo de la persona. Cuando empiezo a trabajar con una nueva clienta y me dice que quiere una relación saludable, siempre le pido que escriba lo que eso significa para ella. Si bien la estructura es similar, los detalles a menudo difieren según la persona. Debemos fijarnos en estos detalles para comprender en profundidad cuáles son nuestras necesidades básicas. Si bien descubrimos nuestras necesidades básicas en la relación con nuestra alma gemela, debemos avanzar y procesar tanto nuestro primer amor como el segundo para comprender cuáles son realmente esas necesidades y, aún más importante, dónde podemos reivindicarlas. Como he mencionado antes, descubrimos nuestras necesidades básicas en la relación con nuestra alma gemela. Ahí empezamos a entender que el hecho de que una relación cumpla ciertos requisitos y que otros estén satisfechos con nuestras elecciones vitales no significa que hayamos satisfecho estas necesidades. Sin embargo, entramos en esta nueva relación kármica con la certeza de que será diferente sin pararnos a pensar realmente en nuestra motivación amorosa. Siempre es más fácil pensar que otra persona va a subsanar nuestros fallos en lugar de tomarnos el tiempo necesario para hacerlo nosotras.
L OS
C INCO P ILARES
La primera vez que le pregunté a Sam cuál era su concepto de relación saludable, me dijo que necesitaba tiempo de calidad y transparencia, lo que significa que su pareja no debía enviar mensajes a otras mujeres a sus espaldas. Nina dijo que valoraba la comunicación mutua y el esfuerzo por parte de su pareja. Si bien ambos sentimientos son válidos, reflejan sus necesidades básicas en vez de definir una relación saludable. Una relación sana necesita varios factores para poder funcionar de la mejor manera posible para ambos . Cuando trabajo con clientas, comparo el hecho de construir una relación con edificar una casa. Si bien nos entusiasma pintarla y decorarla cuando ya está terminada, nadie quiere construir los cimientos y el sótano. Al igual que en la construcción de una casa, los cimientos representan la base de una relación, la parte responsable de sostener esa casa que tanto amamos. Si esta base es de mala calidad, tiene grietas o no está alineada, entonces la casa se derrumbará (y pasa lo mismo con cualquier relación). He desarrollado lo que llamo los Cinco Pilares, un conjunto de herramientas que puedes usar para construir esos cimientos sólidos, tal como se haría con una casa. Sugiero implementarlos durante la fase de entrevista de una nueva relación. Se trata de comunicación, honestidad, responsabilidad, respeto y perdón. Durante la fase de entrevista, estamos empezando a conocernos, y es un período en el que todas las mujeres desatamos todo nuestro poder y pensamos si «le gustaré» o si «querrá salir conmigo otra vez», en lugar de detenernos a pensar si ni siquiera lo querríamos como amigo y mucho menos como amante.
La comunicación
La comunicación es el primer componente de los Cinco Pilares. No significa estar en o durante todo el día o incluso enviar mensajes de texto si vas a llegar tarde a casa, sino que es la fuerza impulsora que hay detrás de cualquier relación. Muchos hombres se resisten cuando oyen la palabra comunicación porque piensan que significa que queremos hablar durante horas sobre nuestros sentimientos. En verdad, es una forma de actuar que puede afectar notablemente a todas nuestras relaciones. La comunicación significa que nos comprometemos a hablar las cosas y que haremos todo lo posible para discutir los factores desencadenantes, los sentimientos o las diferentes situaciones a medida que surjan, así como que vamos a ser abiertas y comunicativas acerca de en qué punto nos encontramos dentro de la relación, de si nuestras necesidades centrales se satisfacen o no, o de si solo estamos asustadas. Significa que compartimos sueños con nuestra pareja y no nos limitamos a hablar de lo que hemos comido ese día. Comprometerse a poner la comunicación en primer lugar significa que, si surgen problemas, no nos vamos a ir, sino que nos quedaremos y hablaremos sobre el tema, por muy complicado que sea. En mi caso, necesito espacio dentro de una relación, pero también o físico y muchas caricias. En lugar de enojarme con mi pareja porque me envía mensajes de texto o me llama constantemente, le expreso ese sentimiento y le digo que «necesito tener un momento tranquilo para procesar mi día si quiero ser mejor persona». De este modo, cuando llega el momento, ya lo sabe y no se lleva una sorpresa. Pasa lo mismo con mi necesidad de o físico. En lugar de sentarme en el otro extremo del sofá y mirarlo mal porque no me abraza, me acurruco contra él o le pido que lo haga. Le hago saber que necesito ese o físico porque, para mí, es muy importante a la hora de conectar con él. Esto me lleva a la parte más importante de este punto: la comunicación preventiva. Todas luchamos con este aspecto en un momento u otro porque, si no se ve desde un lugar de sanación, puede llegar a sentirse como una falta de libertad o
confianza cuando, en realidad, es la forma de comunicación más importante. Cuando las parejas establecen este tipo de comunicación, reducen drásticamente los malentendidos y las discusiones, lo cual deja más tiempo para los momentos felices y amorosos. En la comunicación preventiva con nuestra pareja, en realidad sacamos algo a colación y hablamos de ello antes de que se convierta en un problema. Decimos algo así como «Ayer mi ex me envió un mensaje de texto» o «Siento que esto va demasiado rápido y necesito algo de tiempo antes de mudarnos juntos», es decir, sacamos a relucir un problema antes de que se convierta en una discusión. Sin embargo, en última instancia, no podemos practicar este tipo de comunicación con nuestra pareja hasta que seamos sinceras y dejemos de juzgarnos a nosotras mismas por sentir o pensar de cierta manera. También debemos dejar atrás cualquier suposición sobre cómo va a reaccionar nuestra pareja. Suena muy básico, pero si podemos decirle a nuestra pareja que nos sentimos enfadadas o asustadas, o que existe la posibilidad de que nuestro ex acuda a la cena que hemos organizado el fin de semana siguiente, es probable que podamos evitar la discusión. Pero para hacer todo esto necesitamos ser honestas tanto con nosotras mismas como con nuestra pareja. Lo cual nos lleva al segundo punto. La comunicación no solo gira en torno a esos momentos en que hablamos con un ex, sino también en torno a nuestras necesidades, porque cuando podemos defender nuestras propias necesidades (como la necesidad de espacio y o en mi caso), también construimos una relación más transparente y comprensiva con nuestra pareja. No esperamos que nos lea la mente y no tendremos que hacerlo porque siempre hablaremos de los temas que nos importan.
La honestidad
La mayoría de las veces, cuando pensamos en ser honestos, nos referimos a que no vamos a mentir. Pero, de hecho, es mucho más que eso.
Definimos la honestidad como la cualidad de estar libre de engaño y falsedad, es decir, ser sincero. A menudo pensamos en ella en términos de lo que esperamos dar o recibir de un amante, de los amigos o de la familia. Sin embargo, también luchamos por ser honestas con nosotras mismas acerca de quiénes somos y qué queremos del amor y la vida en general. Requiere que seamos auténticas y que no intentemos desempeñar otro papel o vivir la vida que otros quieren que tengamos. Cuando somos honestas con nosotras mismas, pasamos a ser dueñas de todo lo que nos define como personas: cicatrices, imperfecciones, verrugas, etcétera. No ponemos excusas ni restamos importancia a lo que queremos o pensamos. Solo cuando lleguemos a este punto seremos capaces de comunicar esa honestidad a los demás. Lena siempre libró una batalla interna porque lo que buscaba en una relación era diferente de lo que dictaba la sociedad. Estaba abierta al amor y lista para comprometerse con una pareja, pero quería hacerlo de una manera en que se sintiera a gusto. A través de sus propias experiencias, Lena descubrió que nunca había querido vivir con alguien. Le encantaba la idea de pasar la noche con su pareja o incluso dejarle uno o dos cajones en el armario, pero sabía que necesitaba al menos unas pocas noches a la semana para leer, meditar o no hacer nada. En muchas sociedades, las personas como Lena se sienten fuera de lugar porque no siguen las normas tradicionales. Sin embargo, esa era su verdad. Aunque se sentía cómoda expresando sus deseos y necesidades en nuestras sesiones, Lena dudaba de empezar una relación porque temía el momento de explicar a su pareja su punto de vista acerca del espacio personal. Con el tiempo conoció a Clint, un músico que viajaba mucho por trabajo, y, de repente, ese gran problema de decir lo que pensaba de verdad desapareció. En el momento en que se sintió cómoda con su verdad, el universo respondió a esa vibración y la conectó con alguien que podía satisfacer una de sus necesidades básicas. Cuando somos honestas con nosotras mismas, podemos comenzar a revelar nuestra verdad, no solo acerca de cuáles son nuestros objetivos en la vida o dentro de una relación, sino también cómo nos sentimos acerca de ese complejo
vacacional o esa escapada. El hecho de no aceptar esta verdad afecta a nuestras relaciones porque la comunicación empieza a romperse y crea conflictos con nuestra pareja. Si no conocemos nuestra verdad, no podremos expresarla. Y eso significa que tendremos menos probabilidades de vivir una vida o una relación auténticas.
La responsabilidad
Ser responsable dentro de una relación significa que, antes de preocuparnos por ser fieles a la otra persona, primero debemos aprender a serlo con nosotras mismas, con nuestros sueños y con nuestras necesidades. Si somos responsables, también seremos honestas. Y tendremos nuestro propio conjunto de moralejas y límites a los que nos aferramos y seremos conscientes de él. Esto es algo que tenemos que hacer por nosotras mismas y que debe venir de dentro. Nadie, ni siquiera ese gran amor tan increíble, puede hacerlo por nosotras u obligarnos a ser mejores de lo que somos. Cuando somos responsables, no solo cumplimos en el sentido literal de conseguir un trabajo o pagar las facturas a tiempo, sino que nos comprometemos con nuestra alma, con nuestro corazón y con esa esencia interna que marca quiénes somos. Ser responsables con nosotras mismas significa que no nos vamos a vender si a alguien no le gusta la pareja que elegimos, ni a quedarnos en ese trabajo que nos amarga solo porque tengamos un buen sueldo ni tampoco vamos a sacrificar nuestra integridad (es decir, mentir) para proteger los sentimientos de los demás. En las relaciones saludables no hay espacio para el autosacrificio. Si no existe responsabilidad por ambas partes, no hay manera de que podamos construir bases lo suficientemente sólidas como para superar los peores momentos. Hace unos años, Taylor se puso en o conmigo porque no sabía qué hacer con su relación. Pensaba que sabía quién era o, al menos, estaba trabajando para lograrlo; además, tenía una buena comunicación con su pareja y se amaban. Pero tenía dudas de hacia dónde llevar la relación porque ni su familia ni sus amigos
la apoyaban demasiado, y no era porque Kyle no fuera un buen compañero, sino porque sentían que él no daba la talla: era de un grupo racial distinto y procedía de un entorno socioeconómico diferente. Si bien nada de eso le importaba, el estrés de la situación le pasaba factura. Durante nuestras conversaciones, hablamos sobre la responsabilidad y sobre cómo ayuda a reforzar la autonomía a medida que crecemos. Definimos la autonomía como la capacidad de poder elegir y decidir a partir de nuestro propio interés, confiar en las decisiones que tomamos y no dejar que otros nos coaccionen o influencien. En muchos sentidos, la búsqueda de autonomía significa que en algún momento tendremos que rebelarnos contra las figuras parentales para ganar madurez mental y emocional. Pero en las relaciones románticas, la cuestión de la autonomía se vuelve un poco más complicada. Amamos tanto a nuestra familia como a nuestra pareja, y debería ser así de simple. Sin embargo, Taylor comenzó a comprender que cuanto más confiase en su pareja y en su relación, más la respetaría toda su familia, incluso si nunca llegaban a aceptarla por completo. Nadie más va a vivir nuestra vida, ni siquiera nuestras madres o hermanas, así que debemos asumir la responsabilidad (y con mucho gusto) de nuestras decisiones más importantes: a quién amamos, qué trabajo tenemos, e incluso si tenemos hijos o no.
El respeto
Escucho a muchas clientas hablar de respeto sin llegar a definir realmente lo que significa esta palabra para ellas; sin duda, como sucede en cualquier otro aspecto del amor, es algo que tiene que comenzar con nosotras mismas. El respeto es la iración y los sentimientos positivos que tenemos por alguien, y la razón por la que lo tratamos con lealtad, paciencia, fidelidad y comprensión. Esto significa que, si nos respetamos a nosotras mismas, extenderemos esas mismas cualidades a nuestras ideas, sentimientos y actitudes. Cuando nos respetamos totalmente a nosotras mismas, cambia la forma de actuar y pensar: no nos culpamos por las decisiones o los supuestos fracasos. Sabemos
que lo hacemos lo mejor que podemos y que tener un mal día no significa que seamos una mala persona. Dentro de una relación, hacemos extensible a nuestro compañero el respeto que ya nos hemos profesado. Mediante el respeto nos hacemos responsables de nuestros sentimientos y acciones, además de comunicarnos con honestidad sin sentir que sacrificamos nuestra libertad o la capacidad de vivir la vida de la manera que queremos. Significa que en vez de ver a nuestra pareja como un amante, la vemos como una persona a la que iramos y a quien entendemos, y sentimos orgullo, amor y gratitud por poder compartir nuestra vida con ella. Cuando somos honestas, responsables y respetuosas con nuestra pareja, no nos resultará difícil decirle que no estamos seguras de querer conocer a sus padres durante las vacaciones. Significa que no discutiremos si le decimos que nuestro ex nos envió un mensaje la semana anterior. En resumen, no conviviremos con una bomba que explorará en cualquier momento, sino con alguien a quien amamos y iramos, que a su vez nos ama y ira. Respetar a nuestra pareja significa que lo vemos como un individuo antes que como un amante.
El perdón
La palabra perdonar está formada por el prefijo per-, que indica una acción completa y total, y la palabra latina donare («regalar»). Significa que extendemos o damos algo tanto a otra persona como a nosotras mismas. El perdón nunca se gana, ni se demuestra ni debemos merecerlo, sino que literalmente solo se debe dar. Equivocarnos es un efecto colateral de ser humano. No siempre nos esforzamos al máximo, a veces hacemos cosas que sabemos que no deberíamos y otras dudamos de nosotras mismas, así que cometemos errores. A veces incluso nos equivocamos con ese gran amor, pero el perdón incondicional siempre puede devolvernos a nosotras mismas y a nuestra
relación. No se trata de decir «lo siento» o «te perdono», sino de querer intentarlo, hacerlo lo mejor posible, disculparse, corregir el error y demostrar que, aunque no seamos perfectas, estamos comprometidas a hacerlo mejor que en el pasado. Si tenemos ese deseo de materializar el perdón mediante una acción, entonces todo lo demás se vuelve factible. Significa que tenemos trabajo por hacer y que todavía estamos aprendiendo, sanando y tratando de descubrir quiénes somos. Perdonar significa que no nos rendiremos y que no estamos tomando el camino fácil, sino que nos involucramos por completo, aunque eso signifique publicar fotos de nuestra pareja declarándole nuestro amor porque estamos muy enamoradas o gritar mientras las lágrimas se deslizan por nuestras mejillas. Nadie es perfecto. Todas hemos pasado por momentos en los que no éramos la mejor versión de nosotras mismas. Ya sea que nos lastimáramos o intentáramos escapar del dolor, todas hemos pasado por nuestro peor momento en algún punto. Piensa en tu peor momento. Me refiero a ese secreto que te llevarás a la tumba, ese que solo conoce tu mejor amiga, o incluso ni eso. El momento de tu vida que no quieres que nadie conozca. Ahora piensa que todos los demás te juzgarán por ello. Esto es lo que sucede cuando no perdonamos a alguien: terminamos usando sus peores momentos contra esa persona. Retenemos el perdón porque queremos que sufra, ya que ese momento fue demasiado horrible y doloroso. Pero si no queremos que la gente use este secreto contra nosotras, primero tenemos que dejar de hacer lo mismo con los demás. Perdonamos porque es la única forma de continuar construyendo la base de una relación. Tal vez haya traiciones que destruyan por completo esa conexión, pero incluso en esos momentos, el perdón no solo es posible, sino obligatorio. Navaeh sentía que practicaba el perdón continuamente. Ella era muy espiritual, así que trataba de ayudar a los demás y vivir la vida lo mejor que podía. Ella y Marcus, su pareja, sentían que el mundo era un lugar mejor cuando estaban juntos, se detenían a hablar con las personas sin hogar, encontraban formas de
mejorar la vida de los demás y, en general, trataban de dar tanto amor como podían. Entonces, cuando Marcus empezó a ignorarla de la noche a la mañana y parecía ir detrás de otra mujer, Navaeh se encontró con que no sabía qué hacer. Estaba enojada, herida y confundida porque, de alguna manera, esa persona que parecía compartir una parte de su alma podía darse la vuelta y lastimarla de la peor forma posible. Una de las cosas de las que ella y yo hablamos la primera vez es que la ira no es una emoción primaria, sino que es fruto de la unión de otros sentimientos como el dolor, la desilusión, la frustración porque las cosas no han salido como queríamos, o incluso el miedo. Así que descubrimos el origen de su ira: sintió que Marcus la había abandonado y traicionado. Cuando desglosamos esos sentimientos, fueron más fáciles de abordar. Hablamos acerca de por qué se sentía de esa forma y de cómo podríamos usar ese dolor para sanar algo de lo que ella ni siquiera era consciente. También analizamos las acciones de su pareja, que le generaban dolor. ¿Recuerdas que las personas heridas lastiman a otros? Navaeh llegó a comprender que Marcus la había herido porque todavía sufría por culpa de heridas que aún no habían sanado. Lo que hizo seguía sin estar bien, pero esa reflexión le permitió entenderlo y perdonarlo, además de aceptar lo que había ocurrido y asimilar que, en última instancia, tal vez fue necesario porque les permitió sanar a ambos. Siguen progresando y trabajando en sí mismos, en su relación, y, lo más importante, todavía están muy enamorados. Sin embargo, todo sería diferente si Navaeh no hubiese podido perdonarlo.
R OMPER NUESTRO PROPIO CORAZÓN
Si bien el amor puede ser muchas cosas, el único factor que lo define es el de no
darse por vencido. Esta es la razón por la cual el amor kármico nos rompe el corazón. Además de querer que durase, sentimos que le dimos a ese amor más que a cualquier otra persona. Amamos con más fuerza y compartimos muchas cosas. Sacrificamos nuestro mejor ser porque la relación nos trastocó en lo más hondo. Así que ahora no solo nos desmoronamos, sino que ni siquiera somos la persona que pensábamos que éramos. De repente tarda días en contestarnos los mensajes y nos ignora vilmente mientras vigilamos sus redes sociales para tratar de descubrir qué ocurre. Debemos ser conscientes de que esta fase del amor kármico nos desafiará. ¿Nos estamos haciendo responsables de nuestros propios valores personales? ¿Nos estamos respetando y siendo honestas con nosotras mismas? En la mayoría de los casos, la pasión kármica nos lleva a este estado lamentable porque no lo estamos haciendo. Este es el quid de la cuestión. No hay forma de mejorar hasta que tocamos fondo y nos damos cuenta de que ya no funciona lo que sea que estábamos haciendo. Honestamente, hasta que no nos cansemos de nuestra propia vorágine negativa seguiremos tratando de salir adelante sin tener que hacer ese trabajo que nos desgarra por dentro. Piensa en Jake Gyllenhaal y Anne Hathaway en la película de 2010 Amor y otras drogas: Jamie, el personaje de Jake, es un playboy que disfruta de las mujeres y de su próxima conquista. No piensa en el autodesarrollo, ni en la intimidad ni en qué sentimientos podría desarrollar. Por otro lado, Maggie, el personaje de Anne, es una mujer con párkinson que se centra en no apegarse a las personas o en que nadie traspase los muros que ha levantado a su alrededor. Llevaron la relación sin mucha honestidad, respeto o responsabilidad, incluso hacia sí mismos. Pero se sentían cómodos, y al principio se lo pasaron muy bien, ya que tuvieron un montón de sexo y diversión. Ninguno de los dos tenía la intención de enamorarse y menos de dejarse llevar por el temido compromiso. Entonces, cuando ambos se dieron cuenta de que ya se habían enamorado, recurrieron al sabotaje y la autodestrucción. Rompieron y trataron de estar con otras personas, pero en el fondo se extrañaban mutuamente, y echaban de menos la conexión que sentían.
Entonces comenzó el trabajo duro. Ambos empezaron a reconocer sus nuevos deseos y necesidades. Solo cuando lo consiguieron pudieron estar allí el uno para el otro. Nuestro amor kármico nos rompe para que estemos dispuestos a trabajar en nosotras mismas y a dejar entrar a nuestro tercer amor. A pesar de que teníamos toda la intención de ser mejores, fieles, vulnerables o incluso honestas, la realidad es que no podíamos hacerlo porque durante esa fase aún no habíamos aprendido a hacerlo solas. Solo podemos hacer extensible a otra persona lo que antes hemos aprendido a hacer por nosotras mismas. Si aún seguimos luchando por aceptarnos o respetarnos, entonces no podremos ofrecerle nada a nadie porque tanto nuestras manos como nuestro corazón estarán vacíos. Amamos a los demás de la misma manera que nos amamos a nosotras.
S ANARNOS A NOSOTRAS MISMAS
El bombardeo amoroso nos mantuvo enganchadas a esa relación. De lo contrario no nos hubiéramos quedado allí para aprender las lecciones que debía enseñarnos. Al principio, este bombardeo sirvió de distracción, así que no tuvimos que pensar en las dificultades, y a veces fue incluso maravilloso tener a alguien en quien proyectar todas nuestras inseguridades a fin de poder sentirnos mejor. Pero llega un momento en que nos cansamos de esa montaña rusa que se da entre el bombardeo amoroso y el dolor. En este punto, nuestro amor kármico viene y arranca la tirita que le hemos puesto a nuestras heridas emocionales y nos hace detonar sin ninguna advertencia o explicación previa. Solo nos apunta con el dedo mientras dice: «Sabes que estás sangrando, ¿verdad?».
Llegado este punto, vemos cómo la persona que creíamos que era nuestro principio y final no hará ningún esfuerzo para curar nuestro dolor o ayudarnos. Por supuesto, este es nuestro cometido y el de nadie más, pero aun así nos enojamos. ¡Queremos que otro haga el trabajo duro! Nos sentimos confundidas, amargadas e incluso resentidas porque esa persona que arrancó tanto la tirita como la ilusión de que todo está bien no hará nada para hacernos sentir mejor o ayudarnos a sanar. Esta es exactamente la revelación a la que debemos llegar y el propósito de este tipo de relación. De hecho, ambos compañeros suelen sangrar e incluso frotar sal en esas heridas. Escucharás cosas como: «Vaya, así que eres insegura porque te engañaron antes; pues vale, ahora comenzaré a darle “me gusta” a todas las fotos de Instagram de esta chica» o «Tu padre te abandonó cuando eras niña; pues vale, voy a seguir dejándote e ignorándote de vez en cuando». Es desgarrador y nos hace sentir como si nos estuviéramos volviendo locas porque no entendemos cómo esta conexión que al principio se sintió tan cósmicamente diseñada podría dejarnos sangrando más profusamente que nunca. El elemento más triste de esta relación es que puede volver a ocurrir una y otra vez. Si bien tenemos tres grandes amores, significativos y turbadores, en la vida, también son los tres arquetipos de relaciones o amantes que experimentaremos a lo largo de nuestra existencia porque no siempre aprendemos las lecciones necesarias la primera vez. Podemos tener múltiples parejas kármicas, no porque ese gran amor no esté ahí fuera, sino porque por mucho que digamos que estamos listos para una relación saludable, hasta que no cambiemos nuestro comportamiento (no el suyo, sino el nuestro), viviremos en un déjà vu continuo. Es muy común experimentarlos con nuestro amor kármico porque aún no hemos aprendido las lecciones necesarias para mejorar. Laurie, una paciente, solo salía con hombres emocionalmente inaccesibles, que vivían con sus madres y no tenían un trabajo estable. Cambiaba el nombre de su pareja, y cambiaban los detalles, pero ella repetía el mismo patrón una y otra vez, hasta que se dio cuenta de que estaba atrapada en una rutina autodestructiva en la que se sentía cómoda porque, de esa manera, siempre era culpa de su pareja y no tenía que hacerse responsable de sus acciones.
Cuando reconoció el patrón, vio que su codependencia y su miedo a la intimidad en realidad atraían a un tipo de hombre en particular. Se dio cuenta de que su adicción se debía a la validación que recibía al ayudarlos económicamente. Mientras tanto, se encontraba a salvo de cualquier apego emocional porque nunca podrían ofrecerle el tipo de profundidad emocional que ansiaba pero, a la vez, temía. Atraía justo lo que necesitaba emocionalmente, hasta que al final pudo enfrentarse a ello.
T ENEMOS QUE SENTIRLO PARA SANARLO
Mientras no curemos las heridas con las que empezamos, seguiremos culpando a las parejas que, en realidad, nunca causaron ese dolor. No nos abandonaron de pequeñas, ni nos hicieron sentir anuladas o inútiles cuando éramos adolescentes; tampoco nos hicieron cuestionarnos a nosotras mismas, y ni siquiera nos mintieron. Fuimos nosotras quienes aportamos todos estos antecedentes a la relación. Son nuestras heridas y, dado que aún no las hemos curado, lo pagamos con nuestra alma gemela (aunque, probablemente, nuestra alma gemela también lo haga con nosotras). También lo pagamos con nuestra pareja kármica (y probablemente con más de una), porque no nos responsabilizamos de nuestra propia curación. Creemos que cada vez que nos enamoramos, el propósito del amor es hacernos sentir bien para siempre. De lo contrario, ¿quién de nosotras firmaría si pudiéramos ver la fecha de vencimiento? ¿Ves a ese chico tan guapo que juega al billar, al camarero al otro lado de la sala y al hombre de la camisa verde que se ríe con sus amigos? ¿Qué haríamos si supiéramos de antemano que uno sería una aventura de una noche, otro duraría seis meses y el tercero duraría tres años pero nos rompería el corazón? ¿Cuál escogerías?
¿Sería diferente si supieras desde el principio que el propósito de este amor era expirar para que pudieras avanzar y llevar a cabo tu verdadero cometido, seguir curándote a ti misma? Se supone que nuestro amor kármico no durará, por muchos amores de este tipo que tengamos, por mucho tiempo que estemos juntos, o incluso aunque nos casemos y tengamos hijos, porque aún queda mucho por hacer. Su único propósito es ser un espejo para que dejemos de ignorar nuestros problemas internos. Este amor llega a nuestras vidas y nos hiere tan profundamente que dejamos de proyectar y culpar para empezar a ser responsables de nosotras mismas, de nuestras acciones y, sobre todo, de nuestras heridas a fin de poder sanar y dejar de culpar a aquellos que no fueron parte del dolor original. En esta relación no tenemos más remedio que enfrentarnos a nuestros sentimientos, incluso a aquellos que hemos enterrado desde la infancia. Sí, volver a nuestra niñez nos parece muchas veces un cliché, pero como me dijo una vez una buena amiga: «Los clichés son ciertos por algo». En la infancia aprendemos las reglas de la vida, tanto si se trata de confiar en nuestra intuición como de no dejar que nadie se acerque demasiado para que no nos lastime. Lo que aprendemos cuando aún somos niñas se convierte en parte de nuestro proyecto como adultas. Hay cosas maravillosas que aprendimos y que nos inculcaron de pequeñas, así como otras que podemos ver como una oportunidad para crecer. Sin embargo, en esta fase nos damos cuenta de que las cosas no funcionarán a no ser que nos reconciliemos con nosotras mismas.
PARTE III
La lección
A veces el amor no está destinado a durar
La ruptura más difícil es aquella que sabemos que debe suceder, pero que a su vez no queremos que ocurra. Para la mayoría, este momento llega cuando finalmente itimos que nuestra relación de amor kármico ya no es saludable o bien nunca lo fue. Por fin somos conscientes de que la relación no acaba de encajar en lo más profundo de nuestro ser, de que no hace honor a quienes somos y de que, en muchos sentidos, hemos tenido que callar nuestra verdad para permanecer con esa persona todo ese tiempo. Pero nada de esto cambia el hecho de que, a veces, la relación termina antes que el amor. El tiempo que dura el amor y el tiempo que dura la relación son dos cosas totalmente diferentes. A menudo, la relación termina cuando tocamos fondo, o eso es lo que nos decimos a nosotras mismas. Tal vez descubramos que nos engaña con otra mujer, que nos miente, o simplemente nos damos cuenta de que cuando está con nosotras no se muestra como es en realidad. Sin embargo, la única parte positiva de tocar fondo es que, aunque seguimos amándolo, por fin nos damos cuenta de que debemos hacer algo. Salir de esta relación les parece fácil a aquellos que aún no han encontrado su amor kármico o a quienes han logrado salir de ella. Nuestros amigos, con toda la buena intención del mundo, y porque creen que nos ayudan a avanzar, nos sueltan frases como «Solo tienes que dejarlo», «Bloquea su número» o «Sal con otra persona». Desafortunadamente, es imposible «superar» nuestro amor
kármico porque la única forma de poner punto final a esta relación es crecer como personas y curarnos las heridas. El mero hecho de saber que alguien no es bueno para nosotras no significa que al día siguiente empaquetemos estos sentimientos y los mandemos con una nota que ponga: «devolver al remitente».
U NA VEZ QUE HEMOS APRENDIDO LA LECCIÓN, YA NO NECESITAMOS AL PROFESOR
Darse cuenta de que esta relación no es saludable es solo el primer paso para salir de este amor y comprender las lecciones que nos deja a fin de evitar repetir patrones o ciclos similares; y es tan solo el comienzo de nuestro camino hacia el amor definitivo. Recuerda que el amor kármico es la última lección que debemos aprender antes de encontrar ese amor saludable y sorprendente que durará para siempre. Dejar atrás el amor kármico significa ser vulnerable y responsable no solo con la otra persona, sino contigo misma. Cuando empezamos a ver la realidad de nuestro amor kármico, lo primero que hacemos es tratar de descubrir cómo enmendar la situación o tratar de arreglar cosas de nuestra pareja. Ahora, mientras lees esto, tal vez te digas a ti misma que «claro que no podemos arreglar una relación, y mucho menos arreglar cosas de otra persona», pero parte de este proceso consiste en tratar de superar el miedo o la reticencia a seguir adelante. A veces incluso nos decimos a nosotras mismas que quedarse y descubrir cómo hacer que las cosas funcionen es más fácil que iniciar una nueva relación con otra persona, como si la infelicidad fuera algo a lo que deberíamos acostumbrarnos. Pero nuestros «maestros» también pueden entrar en pánico cuando esta relación comienza su debacle en espiral. Así como nosotras hemos construido nuestra identidad en torno a una relación tóxica o sin sentido, nuestra pareja también lo
ha hecho. Tal vez le genere miedo ver que está perdiendo el control, que ya no la necesitamos, o ser consciente de cualquiera de las pérdidas que anticipa a medida que la relación comienza a desmoronarse. Si bien sabemos que esta relación tiene una infinidad de rasgos nada saludables, este temor a futuras pérdidas provocará que nuestra pareja se vuelva más posesiva o controladora. Puede que se vuelva más celosa y que las discusiones aumenten a medida que siente que nos alejamos de ella. Brianna agonizó durante mucho tiempo en esta fase de la relación porque cada vez tenía más miedo de Austin, su pareja. Él siempre había sido controlador y había exhibido algunas tendencias narcisistas, pero este comportamiento comenzó a intensificarse cuando Brianna y yo empezamos a trabajar juntas. Estudiamos el comportamiento de Austin, así como el papel de Brianna dentro de la relación y por qué esta buscaba inconscientemente una experiencia como esa. A medida que Brianna se hizo más fuerte y comenzó a buscar otro lugar para vivir, Austin se volvió muy paranoico y celoso porque pensaba que estaba con otro hombre. Al principio, Brianna quería ayudarlo, aunque ya no quisiera estar con él. Al final tuve que decirle: «¡Tu relación es como un avión a punto de estrellarse! Tienes que ponerte tú la máscara de oxígeno antes de ayudar los demás, incluso a Austin». Le costó entenderlo, pero finalmente se dio cuenta de que era la única forma de terminar ese ciclo, así que regresó a casa de sus padres y cortó toda comunicación con Austin. Parece ridículo que necesitemos experimentar este tipo de extremos para aprender que no solo no podemos cambiar a nadie para bien, sino que debemos priorizar nuestra propia sanación. Sin embargo, todo eso vale la pena si aprendemos la lección. No podemos obligar a nadie a ser la mejor versión de sí mismo, ni siquiera a asumir la responsabilidad de sus acciones. No podemos demostrarle que merecemos algo mejor, y no podemos ser tan amables y cariñosos con alguien que no quiere despertarse a nuestro lado o trabajar la relación. No podemos hacer nada para que esa persona «lo entienda», para que nos vea igual a como nos vemos nosotras y para que comience a darnos lo que cualquier pareja merece.
Solo somos capaces de dar el primer paso para entender lo que merecemos una vez que itamos que nuestra pareja no nos lo está dando. Durante la fase de realidad de este amor, comenzamos a darnos cuenta de la verdad de lo que estaba sucediendo, así como de cuáles son las cualidades de una relación saludable. Ya sea de forma consciente o inconsciente, empezamos a reivindicar nuestras necesidades y a practicar el amor propio. Este amor no solo nos servirá para ver que no es el principio ni el fin de nuestra vida, sino también para desafiarnos a comenzar la práctica del amor propio. La razón por la que ambos aspectos están tan estrechamente vinculados es que hasta que lleguemos a ese lugar donde realmente nos amamos a nosotras mismas y podemos vivir acorde con esta realidad, no podremos alejarnos y dejar a nuestro amor kármico.
T OMARNOS UN DESCANSO DEL AMOR
Hubo un período de mi vida en el que supe que no sería suficiente para nadie porque, honestamente, era un desastre y una catástrofe en ciernes. Me habían roto el corazón muchas veces y sabía que buscaba hombres capaces de darme la validación que yo no podía otorgarme a mí misma. Entonces decidí tomarme un descanso del amor. Elegí quedarme soltera, practicar la abstinencia y centrarme en mí. Me propuse estar un año sin sexo y sí, sé lo que estás pensando, fue difícil, pero también valió la pena porque me enseñó mucho sobre mí misma, sobre para qué usaba a los hombres y sobre por qué esperaba que tomasen decisiones por mí cuando en realidad era más que capaz de tomar las riendas de mi propia vida. Durante este tiempo de pausa me di cuenta de que, aunque era más que capaz, no estaba dispuesta. Todavía tenía muchas dudas y, en lugar de centrarme en mi propia vida y en
hacia dónde avanzar, me preocupaba si me querrían o si estaría soltera para siempre. Sí, es normal, pero me había cansado de mi normalidad y, sobre todo, de definirme en función de mi estado civil. Así que decidí que nada de citas, sexo ni hombres por un año. Era el momento de descubrirme a mí misma en vez de distraerme con OkCupid o Tinder, o de buscar a Don Perfecto cada vez que salía con mis amigas. Así que decidí relajarme y darme la oportunidad de estar conmigo misma. Fue un proceso intenso y no siempre fue cómodo. Muchas noches me iba a dormir llorando mientras me repetía que era digna de amor y que me habían amado porque extrañaba esa validación externa, así como la comodidad que puede llegar a proporcionar el o de un hombre. Sin embargo, no me di cuenta de que, en esos momentos, me decía a mí misma que me amaba. No solo me estaba tomando el tiempo necesario para curarme y poder tener una mejor relación con una pareja, sino que lo estaba haciendo para encontrar lo que me hacía única y, en el proceso, enamorarme de mí misma. El bien y el mal no existen en el amor. Estamos destinadas a tener relaciones fallidas, a romper corazones y a que nos rompan el nuestro, así como a experimentar relaciones poco saludables para poder seguir creciendo y mejorar a través de las lecciones que aprendemos sobre nosotras mismas. Pero a veces el amor kármico se convierte en el padre de nuestros hijos y dejarlo atrás se vuelve más complicado.
N O PODEMOS ESCAPAR DE NUESTRO KARMA
Nuestras relaciones kármicas son adictivas y, aunque se debe en su mayor parte al bombardeo amoroso, también es culpa del sexo.
No solo podemos llegar a casarnos con nuestro amor kármico, sino que también tendemos a tener más encuentros sexuales casuales. Debido a que aún tiene que pasar algo de tiempo antes de conocer a nuestro tercer amor, solemos tener un primer matrimonio o hijos con nuestra alma gemela o con nuestro amor kármico. Si bien criar hijos con nuestra alma gemela puede ser una experiencia maravillosa, no ocurre lo mismo con nuestro amor kármico. Si hay niños de por medio, no nos resultará fácil salir de esa relación. Estas situaciones pueden ser increíblemente difíciles y, en última instancia, hacernos sentir que estamos atrapadas con nuestro amor kármico, incluso si terminamos la relación tiempo atrás. Pero si buscamos las lecciones que nos enseñan estas situaciones tan complicadas, si somos capaces de descubrir qué estaba destinada a aprender nuestra alma, podremos mejorar nuestra relación parental. Kiara se casó con su amor kármico porque el ciclo del bombardeo amoroso era demasiado poderoso para resistirse. Pero, pasados cinco años, supo que debía huir de esa relación. No solo estaban casados, sino que también tenían un hijo en común, así que, aunque se fuera, nunca se libraría de ese hombre. Nos conocimos unos años después de su divorcio y vino a mí porque le molestaba que ese hombre aún la sacara de quicio igual que cuando estaban casados. Entonces hablamos sobre los factores desencadenantes de Kiara; sobre cómo su pareja jugaba con ellos y sobre qué papel desempeñaba ella al permitir ese comportamiento y participar en ese ciclo. Kiara se dio cuenta de que todo se reducía a los límites. Ella siempre fue amable y nunca quiso herir los sentimientos de nadie, lo que significaba que incluso cuando dejó a su ex, siguió tratando de ser su amiga porque pensaba que podría mejorar las cosas y que él cambiaría su forma de actuar después del divorcio. ¡No me sorprendió descubrir que eso nunca sucedió! Así que Kiara y yo trabajamos en establecer límites con su ex, lo que significaba que no podía ser su amiga. Era madre por encima de todo y estableció unos parámetros en que se sentía cómoda. Por supuesto, su ex se opuso rotundamente, pero después de unos meses se acabó dando cuenta de que sus tácticas ya no servían para nada, razón por la cual tuvo que cambiar su comportamiento.
Ese ciclo con su amor kármico, el padre de su hijo, no solo había llegado a su fin porque habían saneado su karma, sino porque ambos habían aprendido una lección de él.
E L IMPOSTOR
Uno de los problemas a los que nos enfrentamos es que, a menudo, confundimos nuestro amor kármico con nuestra llama gemela. Este fenómeno recibe el nombre de «llama gemela falsa» y se da porque deseamos que ese amor sea el bueno, que sea aquella relación en que el amor se siente tan increíblemente profundo que no podemos estar sin él. Nos autoconvencemos de que es El Indicado en lugar de ver la realidad: somos adictas al bombardeo amoroso. Se trata tan solo de otra lección más que debemos aprender antes de limpiar nuestro karma y ser capaces de recibir un amor sano. Usamos el término de «falsa llama gemela» para describir tanto la relación como la conexión que percibimos que es la definitiva, la cual es irremplazable y es a su vez nuestro destino. Si bien al principio de la relación con nuestra auténtica llama gemela podemos experimentar parte de la misma pasión kármica, nunca habrá comportamientos poco saludables como la codependencia y el narcisismo, ni se traducirá en una década de ser la otra mujer o de cuernos porque solo seremos capaces de mantener una relación de llama gemela cuando hayamos limpiado todo el karma negativo. Recuerdo cómo me impresionó mi amor kármico; al principio pensé que se trataba de mi llama gemela porque la tierra se movió la primera vez que me puse de puntillas y sus labios tocaron los míos. Nunca antes había sentido esa misma química o atracción, de modo que supuse que aquello significaba que teníamos una conexión espiritual profunda en lugar de ver la realidad de la situación: habíamos entrado en la vida del otro para aprender y limpiar el karma que habíamos acumulado en vidas pasadas.
En mi caso, el karma que estaba en juego o, dicho de otra forma, la lección que aprendí fue darme cuenta de mi valía personal y de que nunca debía querer a nadie más de lo que me amo a mí misma. No negaré que tuve algunos comportamientos codependientes y disfruté del hecho de que mi pareja me necesitara, aunque esto le causara daño. A pesar de saber lo que merecía de una pareja, siempre buscaba excusas acerca de por qué no lo recibía, en parte porque tenía miedo de perder el subidón kármico que me proporcionaba la relación, pero también porque temía no volver a sentirme del mismo modo. Nunca había tenido que alejarme de alguien mientras aún lo amaba ni me había enfrentado a la decisión de que podía practicar la compasión y el amor hacia mi pareja o hacia mí misma, pero no hacia ambos a la vez. Se trata de un dilema común en el ciclo de amor kármico porque solemos anteponer a la otra persona por encima de nosotras mismas, no solo por la intensidad de esta relación, sino también porque tratamos de arreglar sus heridas a costa de las nuestras. Ninguna relación sana debería obligarnos a sacrificar quiénes somos ni a hacer concesiones respecto a nuestra valía o a lo que creemos que merecemos, y no estoy hablando de joyas o de una cita en un helicóptero, sino de dignidad, respeto y confianza. Pero lo más importante de todo es que ninguna relación debería obligarnos a dejar de lado el amor propio para poder amar a nuestra pareja. Otro término que comencé a usar recientemente con las clientas para describir este amor kármico o falsa llama gemela es el de «amor catalizador», porque sin esta persona no estaríamos en este nuevo camino ni podríamos mirarnos a nosotras mismas de manera diferente, explorar otros aspectos de la vida y la conciencia, y mucho menos encontrar el lugar desde el que abogar por nosotras en una relación sana. Todas queremos encontrar a nuestra llama gemela, pero debemos aprender que primero tenemos que limpiar una gran cantidad de karma, el cual podría haberse generado tras haber experimentado vidas anteriores con esta pareja concreta en las que nos lastimamos mutuamente una y otra vez. Sydney vino a mí para que la ayudase a cortar los lazos que existían entre ella y el hombre que creía que era su llama gemela. Había consultado a numerosos terapeutas y sanadores, así que sabía que los dos habían experimentado muchas vidas juntos.
Cuando nos conocimos, le dije que no se pueden cortar lazos con ningún tipo de amor porque el propio lazo desaparece por sí mismo cuando aprendemos la lección y ya no necesitamos ese amor. En el tiempo que trabajamos juntas, este hombre siguió entrando y saliendo de su vida, pero nunca se ofrecía a satisfacer sus necesidades o a darle prioridad. Ella creía que este hombre era su llama gemela a pesar de que la trataba fatal, se acostaba con otras mujeres, la ignoraba cada dos por tres, no estaba disponible emocionalmente y, en general, carecía de integridad u honestidad. Aun así, Sydney aguantó hasta que no tuvo otra opción. Ella habló de «renunciar», pero, en realidad, no había nada a lo que pudiera renunciar, salvo la esperanza que había depositado en que algún día ese hombre tan poco saludable para ella podría amarla de la manera que ella necesitaba. Con el tiempo se hizo más fuerte, sanó y eliminó el karma y el dolor de sus vidas pasadas. Gracias a este hombre, Sydney se embarcó en un viaje espiritual, y no solo para crecer y sanarse, sino para descubrir un propósito mayor en su vida. Cuando empezó a creer que todavía no había encontrado a su gran amor, también comenzó a creer que podría ser feliz de nuevo con otro hombre. En resumen, cambió la vibración que enviaba al universo. Sydney terminó invocando la energía de un hombre capaz de satisfacer la mayoría de sus necesidades básicas (si no todas), porque no solo había sanado su energía kármica de vidas pasadas, sino también las heridas de la infancia que aún regían su disponibilidad emocional y su vulnerabilidad. Así que aunque nuestro amor catalizador no está destinado a durar, el efecto en nosotras y en nuestras vidas será eterno. Este amor nos libera de nuestras historias pasadas y de la creencia de que debemos aceptar menos de lo que merecemos. Se trata de darse cuenta de que el amor no llega de la manera que esperábamos y que tal vez, solo tal vez, existe algo más en la vida que estar en una relación. Solo nuestro hermoso amor catalizador puede lograr este cambio. Por ello, aunque se trate una falsa llama gemela, debemos agradecerle la experiencia.
T ERMINAR EL CICLO DE UNA VEZ POR TODAS
Nuestro amor kármico llega a nuestra vida únicamente para enseñarnos un par de lecciones valiosas. No durará para siempre, así como tampoco será la respuesta a nuestras oraciones ni será nuestro Príncipe Azul, pero sí separará lenta y deliberadamente el tejido de nuestras vidas para que no tengamos más remedio que cambiar, crecer y aprender a ser más receptivas con nuestro amor definitivo. La primera lección que debemos aprender durante esta fase es que no todos los amores están destinados a durar. Tenemos que dejar de pensar que, de alguna manera, está bajo nuestro control y que si habláramos, tuviéramos más sexo o diéramos más, esta relación se convertiría mágicamente en todo lo que siempre quisimos. También debemos hacer las paces con nuestro ego y itir que por muy increíbles, cariñosas o buenas que seamos no podemos hacer que alguien nos corresponda. No podemos obligar a nadie a querer mejorar, y mucho menos hacer que dure una relación cuyo único propósito era terminar para que pudiéramos seguir adelante. La segunda lección, y quizás la más difícil, es aprender a lidiar con el miedo a lo que sucederá si este amor termina. Nadie puede negar que el amor es difícil. La mayoría debemos abrirnos a la posibilidad de que acabe para ser capaces de intentarlo de nuevo. Es natural tener miedo a acabar solas, ya sea temer la mera idea de estar solas o una imagen más específica de lo que significaría para nuestra autoestima que nadie nos reclamara como suyas. Debemos sentirnos cómodas con nosotras mismas para dejar de establecer relaciones basadas en la soledad o en el miedo. Esta tercera fase del amor kármico se llama «la lección» por algo, y es que nos pasamos toda esa etapa en un aprendizaje constante. Aprendemos a ver las cosas como son y no como deseamos que sean, así como a observar comportamientos poco saludables y, poco a poco, a ponernos en primer lugar. Ya de bien pequeñas
nos enseñan a no ser egoístas, sobre todo a las mujeres, y a que siempre debemos ser desinteresadas en el amor y anteponer las necesidades de los demás a las nuestras. Esto solo nos lleva a acabar agotadas mental y emocionalmente, aunque nunca nos conduce a la realización personal. Antes de aprender estas importantes lecciones de vida, creemos que es mejor tener una relación con alguien que estar solas, aunque esa persona no nos trate especialmente bien. Parte de esto deriva de la norma cultural que dicta que debemos madurar, encontrar una pareja, casarnos y reproducirnos; por otra parte, en el plano social, vivimos en una sociedad basada en las parejas (incluso cuando viajamos, las habitaciones de hotel suelen ser dobles). Estar soltera todavía se ve como una dificultad en vez de como una decisión personal. Este estereotipo y esta mentalidad han empezado a cambiar en los últimos años, pero, en general, siguen siendo algo que necesitaremos experimentar para cambiar realmente nuestras expectativas generales y el paradigma relacional. Crecer a través de nuestros tres amores no solo es cuestión de tener dos relaciones antes de llegar a la gran boda y al final de cuento de hadas, sino de cambiar la percepción de nuestra sociedad. Cuando un gran número de personas toman conciencia y pasan por las lecciones tanto de su alma gemela como de sus amores kármicos, eso también significa que se están despertando, sanándose a sí mismas y, a su vez, creando un cambio a su alrededor. Debemos experimentar esta fase a fin de convertirnos en mejores personas y de dejar que el amor que experimentamos nos haga mejores, independientemente de si ha durado o no.
A CEPTACIÓN SIGNIFICA LIBERTAD
Cuando aceptamos que algo es diferente de lo que esperábamos o deseábamos que fuera, nos liberamos de pensar que podría haber sido distinto de lo que es.
Entonces, para aprender esa gran lección final, vamos a tener que llegar a un punto en el que podamos ver el valor de la relación, y del amor, aunque nos acaben traicionando. Aunque nuestro amor kármico se estrelle y arda (lo que es probable que ocurra), tenemos que llegar a ese punto en el que no actuamos basándonos en las represalias o la ira, sino que somos capaces de dar un paso atrás, asumir la responsabilidad de nuestras acciones, darnos cuenta de nuestra parte de culpa en la mala salud de la relación y hacer extensible el perdón tanto a nuestro ex como a nosotras mismas. Practicar estos pasos no solo es la lección más importante, sino también aquella que eliminará cualquier karma restante y nos permitirá avanzar hacia el amor definitivo. Sabemos que hemos logrado seguir adelante cuando somos capaces de retener las lecciones sin amargura o sin un corazón cerrado. Esto no quiere decir que estemos explicando o excusando nuestro mal comportamiento o el de nuestras parejas, aunque puede parecerlo de puertas afuera. La diferencia es que no solo habrá terminado el ciclo, sino que debido a que hemos aceptado y sanado el karma, esa conexión o atracción intensa se cortará, al igual que el lazo del alma. Este lazo entre almas es otra forma de describir esta conexión, ya que estamos literalmente conectados a lo largo de la vida, y no porque estemos hechos el uno para el otro, sino porque tenemos la llave que el otro necesita para convertirse en una mejor versión de sí mismo. En la mayoría de los amores kármicos, para saber si hemos depurado el karma de una vez por todas debemos cerciorarnos de que, aunque todavía lo encontremos atractivo o no nos importe no hablar con él, ya no queremos acaparar su atención cueste lo que cueste. Esta aceptación es un signo de crecimiento y sanación. Con el fin de asimilar las lecciones de esta relación y no cerrarnos a la posibilidad del amor, debemos estar en paz con nuestra expareja. Esto ocurre cuando la relación ha finalizado oficialmente y ambas partes han tenido tiempo para respirar y pensar. Desafortunadamente, esto significa que la ruptura de esta conexión se prolongará más que la del alma gemela. Durante algún tiempo, cuando aún intimamos y la mayoría de las mañanas nos despertamos inseguras de si estamos enamoradas u odiamos a nuestra pareja, nos quedaremos en esa zona gris en la que no sabemos
si estamos juntos o no. Alyssa quería que su amor kármico fuera su llama gemela y que durase para siempre, no necesariamente porque fuera saludable, sino porque ya se había familiarizado con la situación y no solo se había enamorado de él, sino también de su historia de amor. No le importó cuando Caleb, su pareja, le dijo de antemano que no eran llamas gemelas. Ella seguía creyendo que sí lo eran, que él cambiaría de opinión y se daría cuenta de la verdad. Alyssa tenía miedo de lo que sucedería si itía que él no era su llama gemela. Significaría que el comportamiento incoherente y las traiciones no tendrían un propósito, y que ella estaba en otra relación de mierda que había glorificado porque quería que funcionara. Vino a mí cuando no sabía qué más hacer. Al final, como la gran mayoría de nosotras, Alyssa tenía miedo de pasar página y seguir adelante. No sabía lo que implicaba eso, y por esa razón le resultaba más fácil ignorar todas las razones por las que Caleb no era su llama gemela y por las que la relación no era saludable. De paso, tenía que aplacar sus necesidades, mentirse a sí misma y actuar de una manera totalmente distinta a como era en realidad. En un momento dado encontró la fuerza necesaria para cortar la relación. Si bien echaba de menos a Caleb y todavía lo añoraba, por fin se sentía libre. Le parecía que acababa de pasar la prueba más grande de su vida. A medida que tengamos menos miedo de seguir adelante y empecemos a valorar nuestra propia tranquilidad mental, llegaremos al lugar donde ya nada de eso nos importa, porque, en lugar de darnos, la relación no parece más que quitarnos cada vez más. Llegamos a sentir que si siguiéramos manteniendo algún tipo de relación con nuestro amor kármico, al final tendríamos que olvidar todo lo que sabemos que es verdad: nuestra valía, lo que merecemos, nuestra intuición y nuestro amor propio. En resumen, todo se reducirá a decidir entre nuestra relación kármica o nosotras, nuestra propia paz interior y el amor que sentimos por nosotras mismas.
Sin embargo, llegar al lugar donde somos lo suficientemente fuertes como para elegirnos a nosotras mismas también significa que debemos y estamos en proceso de sanar nuestras heridas, es decir, aquellos aspectos de nuestra alma que hirieron a los demás porque no queríamos cuidarlos debidamente. Es por eso que este amor es tan sorprendente: va por el camino más duro, pero si nos elegimos a nosotras mismas, también nos permite sanar nuestras heridas pasadas, los condicionamientos familiares y el karma.
E LEGIRNOS A NOSOTRAS MISMAS ANTES QUE A TODOS LOS DEMÁS
Si no nos elegimos a nosotras mismas, nadie lo hará. Sanamos, crecemos y no solo nos convertimos en quien realmente somos, sino que también sanamos todas esas heridas que nos impedían ser vulnerables y, por ende, intimar con alguien. Nuestra llama gemela no se manifestará hasta que hayamos sanado, estemos listas y vibremos en una onda de energía similar. Para conseguirlo, debemos aprovechar al máximo la fase del amor kármico y sus lecciones para no repetir este tipo de relación con el pretexto de haber sanado. Una vez que hayamos itido que estamos en una relación con nuestro amor kármico, o incluso si solo lo sospechamos porque hemos entrado en la fase de realidad, el siguiente paso es terminar con la relación, aunque eso no significa que tengamos que dejar de amarlo. Podemos tomar esta decisión basándonos en que la relación ha dejado de ser sana, aunque es poco probable que alguna vez lo fuera, o bien decirle a nuestra pareja que la amamos incluso cuando estamos cortando la relación. Podemos hacer extensible a esa persona la sanación y la positividad, pero eso no significa que debamos mantener las cosas como eran o seguir aceptando el statu quo. Si bien está garantizado que habrá una explosión al final de este amor, no tiene por qué terminar mal. Eso depende en gran medida de lo capaces que seamos de hacer nuestro propio trabajo. Cuando usamos la expresión «hacer nuestro propio trabajo», que parece ganar popularidad por momentos, nos referimos a que
miramos nuestras inseguridades y tratamos de descubrir por qué seguimos saliendo con hombres mayores, o por qué no nos gusta pasar la noche juntos después de tener relaciones sexuales, es decir, cualquier cosa que nos impida tener una relación realmente abierta y saludable, una relación que funcione de maravilla. Esa expresión significa que dejaremos de poner excusas o de participar en los mismos patrones o ciclos, y que ya no culparemos a otra persona o a nuestros padres por nuestros problemas. Resulta casi imposible encontrar a alguien que no arrastre problemas o traumas de la infancia, pero eso no significa que debamos usarlos como una excusa para justificar nuestro comportamiento actual. Algunas hemos experimentado episodios realmente horribles al crecer (abusos o la muerte de un progenitor), pero todas tenemos también la capacidad de sanar, y no se trata de decir que «mi dolor fue peor que el tuyo» o que «mi vida es más difícil que la tuya, así que tengo derecho a comportarme de esta manera; tengo derecho a actuar así porque mira lo grande y grave que es mi herida». Hacer nuestro propio trabajo y sanarnos implica que a todas nos han herido hasta cierto punto, que nos han lastimado y han traicionado nuestra confianza, pero empezamos a crecer cuando decimos «¡basta!». Elegirnos a nosotras mismas significa que sanarnos es la máxima prioridad. El camino empieza en el momento en que decimos que el hecho de que siempre haya sido así no significa que deba seguir siéndolo. Comienza cuando podemos decir que no merecíamos que las personas que decían que nos amaban nos tratasen así, pero eso tampoco significa que debamos dejar que eso nos impida seguir adelante. Merecemos sanar, merecemos que nos perdonen y merecemos saber sin lugar a dudas que somos dignas de la más sublime forma de amor, independientemente de lo que hayamos o nos hayan hecho en el pasado. Lo que aprendemos en este proceso es que, al perdonar a los demás, también nos perdonamos a nosotras mismas. Podemos perdonarnos por la necesidad de pasar por esta experiencia, por contribuir a rompernos el corazón y por aceptar menos de lo que sabemos que merecemos. Cuando podemos estar presentes en el momento y ser conscientes de lo que está
sucediendo sin asumir la mentalidad de víctima, entonces podemos ver el final de nuestro amor kármico con otros ojos. Nos damos cuenta de que la codependencia surge del miedo a que nos abandonen; podemos ver el engaño con otras personas como una prueba para comprobar si defenderemos nuestras necesidades; mentir se convierte en una lección para que aprendamos a expresar nuestra propia verdad, y la traición es la prueba definitiva del perdón. Hacer nuestro trabajo significa que sacamos el factor personal de esta relación; que nos damos cuenta de que nuestra pareja no lo hace adrede, y de que, si no nos lo tomamos como algo personal, descubriremos realmente lo que podemos obtener de la experiencia. Incluso la traición más brutal puede dejarnos las lecciones más bellas. Hannah estuvo muchos años con un hombre al que consideraba su llama gemela. Tenían una conexión que iba más allá de este mundo, el sexo era buenísimo, y al margen de lo que él hiciese, ella no era capaz de cortar el cordón que los unía. No importó que ambos tuvieran otras parejas cuando se conocieron o que él continuara manteniendo una relación con la madre de su hijo mientras supuestamente comenzaban su noviazgo. Nada de eso importaba porque ella encontraba siempre una explicación para el comportamiento de su pareja. Ella creía que lo hacía por algún motivo y, en última instancia, siempre pensó que su amor era lo suficientemente fuerte como para que algún día se convirtiese en lo que ella había creído que podría ser desde el minuto uno. Por supuesto, este fue su primer error: pensar que el tiempo lo cambiaría todo, como si de una condena de prisión se tratase, para tener la relación que sabía que merecía. Pero ese es el viaje que hacemos cuando nos embarcamos en el amor, así que era justo lo que ella necesitaba experimentar. Sin embargo, al final de su relación, después de haberle entregado a su pareja el control total de sus finanzas, de haber viajado juntos, de haber hecho planes de futuro, de hablar de su amor y de haberlo apoyado económicamente durante más de un año, él se fue por capricho y se mudó al otro extremo del país en busca de la felicidad con otra mujer. Decir que le rompió el corazón a Hannah es quedarse corto. Para Hannah no solo era una relación, sino toda su vida, y ese hombre que creía que era su amor definitivo le dejó el corazón hecho jirones y le creó inseguridad
para volver a enamorarse. Cuando la conocí, todavía estaba enojada con él, aunque todas nos hubiésemos sentido así. De hecho, creo que no solo estaba furiosa, sino que se parecía a Angela Bassett en la película de 1995 Esperando un respiro, justo en el momento en que prende fuego a un coche. En otras palabras, se encontraba en un nivel completamente diferente. Tampoco se avergonzaba de hacer su trabajo o de aceptar su parte de culpa. itió que había ignorado las señales de advertencia, que no le hizo las preguntas necesarias a conciencia porque tenía miedo de saber la verdad y que, en el fondo, sabía que él se había liado con otra mujer. No solo comenzó a procesar la ruptura, sino toda la relación. Ella itió que, al ser una persona empática, exhibía algunas cualidades codependientes y que, aunque esperaba que su ex no fuera un narcisista en toda regla, sí mostró algunos comportamientos afines. Reconoció que no le importaba ser la otra mujer porque todavía no estaba segura de sí sería capaz de tener una relación plena, pero al final concluyó que, si bien el comportamiento de su pareja era inaceptable, ella había tomado parte en lo que había sucedido. Al final terminó la relación en busca de paz mental y amor propio, pero nunca dejó de amar a ese hombre. Simplemente comprendió con firmeza que merecía algo mejor de lo que él era capaz de ofrecerle y que estaba inmensamente agradecida por todo lo que habían experimentado. Y entonces lo perdonó, le dijo que lo amaba y continuó con su sanación. Quizás no todas somos capaces de perdonar de forma inmediata y avanzar de esa manera, pero es algo a lo que podemos llegar. A veces oímos que «no merecen que los perdonemos», pero lo que realmente estamos diciendo es que no merecemos el perdón porque no somos capaces de perdonarnos y sanarnos a nosotras mismas. El perdón aleja nuestros actos de la otra persona. No tenemos que decidir si esa persona se lo merece o no, sino que nos perdonamos a nosotras mismas para liberarnos del dolor y seguir adelante. Ninguna otra relación pone a prueba nuestra capacidad de perdonar como el amor kármico, en parte porque acoge nuestro corazón herido con la promesa de amarnos mejor, de hacer lo que no pudo hacer con su alma gemela y de crecer con nosotras, cosa que realmente hace, aunque no de la forma que esperábamos. Podemos amar a alguien aun sabiendo que no estamos destinados a tener una
relación duradera porque sabemos que solo hay una que debe durar. Hay un solo amor, y una relación, que se supone que dura; todo lo demás es solo una hermosa lección, una brújula que nos guía en la dirección de nuestro amor eterno.
El tercer amor, nuestra llama gemela El que nos hace bien
PARTE I
El sueño
El amor siempre vale la pena
Un corazón roto no puede imaginar amar de nuevo, pero el amor siempre encuentra la manera de colarse sin que nos demos cuenta ni lo invitemos. Algunas veces dudamos de que sea amor porque se siente diferente y nos hace preguntarnos si nunca amamos de verdad. A veces tenemos dificultades para aceptar nuestro tercer amor por el simple hecho de que nuestra experiencia amorosa se ha basado en el dolor y la dificultad. Nadie se pone a buscar a su llama gemela; no hay una aplicación de citas que nos permita encontrar por arte de magia a la persona con la que compartimos el mismo fuego, aquella que, aunque no es perfecta, de alguna manera lo es para nosotras. Al principio tendemos a no creer o a no invertir de pleno en esta relación porque durante la primera fase de este amor con nuestra llama gemela creemos que esa persona es perfecta. El amor no ha hecho más que demostrarnos que debemos sacrificarnos, trabajar y trabajar, incluso cuando sabemos que en realidad no nos hace felices. Si bien la idea de las llamas gemelas se está volviendo cada vez más popular, todavía se asocia con los cuentos de hadas. Aunque suene maravilloso, pensamos que tan solo es una idea romántica, no algo que pueda suceder en la vida real. En realidad, este romance es un torbellino, y para comenzar a entenderlo tenemos que suspender todo nuestro sistema de creencias sobre cómo debe ser el amor. ¿El amor es asombroso? Sí. ¿Es siempre fácil? No. Pero no pretendemos que lo sea.
Las llamas gemelas son relaciones espirituales conectadas a un nivel superior, el tipo de amor al que nos referimos cuando hablamos de conocer a nuestra media naranja o incluso al Indicado. Existe la teoría de que cuando se creó el universo, cada uno de nosotros tenía una llama gemela con la que compartíamos un mismo motor energético. En el transcurso de varias vidas nos reencarnamos en diferentes cuerpos y roles; a veces somos hombre o mujer, madre o hijo, hermanos o incluso amigos, y así aprendemos las diferentes lecciones que ayudarán a cada alma a elevarse a través de los diversos niveles de conciencia para que, al fin, podamos unirnos. A veces resulta difícil comprender el significado de la relación con nuestra llama gemela, especialmente cuando nos han condicionado a pensar que las relaciones son solo un fin en sí mismas: casarnos y envejecer junto a alguien. Si bien podemos hacer todo esto con nuestra llama gemela, lo que diferencia este tipo de relación de todas las demás es que su propósito trasciende el bienestar de ambas partes para, de hecho, marcar una diferencia en el mundo.
L A MISIÓN DEL AMOR INCONDICIONAL
Aparte del propósito superior de este tipo de amor, su factor más importante es que es incondicional, lo cual diferencia esta conexión de la kármica. Mientras que el amor kármico se encarga de depurar el karma de vidas pasadas, la misión de nuestra llama gemela es enseñarnos el significado y el efecto del amor incondicional, al cual llamamos a veces ágape (o «amor incondicional») porque es la mayor forma de amor que podemos experimentar en la Tierra. Se trata de hacer extensible el amor hacia nuestra pareja sin expectativas ni estipulaciones, o, dicho de otro modo, de forma incondicional. En última instancia, esta relación no solo está destinada a terminar acurrucados en la cama en las noches cálidas, sino a ayudarnos a convertirnos en la persona que nacimos para ser. Nos llevará de vuelta a nosotras mismas, y aunque a veces
sus métodos sean desafiantes, también es de incalculable valor porque nadie es capaz de hacer lo mismo por nosotras que nuestra llama gemela. Este viaje no solo nos ayuda a hacer extensible el amor incondicional hacia nuestra pareja, sino también hacia nosotras mismas y hacia quienes nos rodean; no se trata únicamente de sentir la emoción del amor, sino de convertirse en la vibración. El amor incondicional trasciende la realidad, se perpetúa a través del tiempo y supera lo imposible. También es aquel que dice «te amo por cómo eres» y no «solo te amaré si me devuelves el amor». Aprendemos que podemos amar a alguien y aceptar todos sus matices sin tratar de cambiar su forma de ser u obligarlo a hacer algo contra su voluntad. Por este motivo nos parece tan fácil al principio, tan maravilloso e incluso tan libre. No tenemos que hacer nada para ganárnoslo, no tenemos que usar el bombardeo amoroso ni tratar de impresionar todo el rato, ni siquiera debemos sacrificar ninguna parte de nosotras mismas; tan solo tenemos que ser tal como somos. Antes de conocer a nuestra llama gemela, la mayoría hemos logrado sentirnos cómodas estando solas. Somos felices con nosotras mismas y, a veces, ni siquiera nos importa si tenemos otra relación o no. Así que cuando conocemos a esta persona especial, no nos generamos expectativas ni nos marcamos hitos que alcanzar como el matrimonio o los hijos, sino que tan solo disfrutamos de su presencia, dondequiera que nos lleve esa experiencia. Nos da la impresión de ser fácil porque el amor incondicional está ahí desde el principio, aunque la relación acabe requiriendo cierto trabajo. Si bien la mayoría decimos que amamos incondicionalmente, la teoría es más fácil que la práctica. Es por eso que experimentamos múltiples lecciones y fases hasta llegar a ese lugar donde no solo entendemos el amor, sino que también somos capaces de encarnarlo. No se trata de sentir amor, sino de ser amor.
T
AN SOLO DEJA QUE SEA
Uno de los factores importantes de la dinámica de la llama gemela es que no intentamos que sea algo que no es. Dejamos que la relación se nos revele, así que irá avanzando y tomando forma de un modo orgánico. Todas hemos oído hablar de las feromonas, esos olores de otras personas que captamos de forma inconsciente y que nos atraen o nos repelen. Las vibraciones funcionan de manera similar. Al igual que las emisoras de radio, todos vibramos a una frecuencia diferente; la diferencia con las llamas gemelas es que están en la misma frecuencia, en el mismo nivel de energía. Al principio es probable que no seamos capaces de describirlo, pero sentiremos que nos conocemos mutuamente y que existe un grado de comodidad superior a cualquier relación previa. Las llamas gemelas, como es natural, tienen un mayor nivel de vibración incluso antes de conocerse, y eso deriva en esa atracción mágica que sentimos hacia la otra parte, sin importar lo ilógico que pueda parecer. No solo existe una vibración única entre nosotros, sino también una gran cantidad de emociones. Si nos enfadamos, nos ponemos celosas, somos egoístas, nos entristecemos o incluso dejamos de confiar en nosotras mismas, vibraremos a una frecuencia más baja de lo habitual. Sin embargo, lo mismo ocurre con emociones como la serenidad, la felicidad, la aceptación, una autoimagen saludable y, por supuesto, el amor. Estas son las emociones más vibrantes. Así pues, a medida que avancemos en este proceso y terminemos de curar las heridas que nos ha dejado nuestro compañero kármico, nuestra vibración aumentará. Cuando comenzamos a practicar el mindfulness, que es el acto de permanecer centradas en el presente y de controlar nuestros pensamientos, encarnaremos cada vez más la frecuencia del amor, que es el propósito real de toda esta conexión. Un aspecto interesante de esta conexión es que nos desafiará de muchas maneras para ayudarnos a crecer, generalmente de la manera que menos esperamos. Por lo tanto, nuestra llama gemela será alguien con quien nunca habíamos esperado
estar, incluso esa persona que en un inicio habíamos creído que no estaba destinada a nosotras. No es raro que nuestra llama gemela sea de un origen racial, cultural o socioeconómico diferente, o que tengamos una diferencia de edad significativa. Las llamas gemelas pueden reencarnarse en alguien del mismo género, incluso si un alma es masculina y la otra femenina. Esto no tiene la intención de ser un obstáculo, sino que sirve para que aprendamos que los mejores tipos de amor suelen venir en un envoltorio que nunca hubiéramos imaginado, así como para eliminar cualquier criterio personal o familiar persistente sobre quién debería ser nuestra pareja ideal. Incluso aunque no sea de una manera tan drástica, la mayoría de las llamas gemelas comentan que su gemelo no se parecía en nada a «su tipo». Podemos encontrar un claro ejemplo en la película de 2018 Crazy Rich Asians, donde Rachel (Constance Wu) descubre que su novio Nick (Henry Golding) es extremadamente rico. Se entera mientras vuela de regreso a su casa en Singapur para asistir a una boda familiar (sus asientos no son de primera clase, sino «de lujo»). Rachel se sorprende porque, como profesora de la Universidad de Nueva York, nunca anticipó ni deseó salir con un hombre tan rico como Nick. Sus sentimientos hacia él no cambian, pero sí conoce una nueva versión de su pareja cuando llegan a su destino. Como cualquier buena neoyorquina, Rachel se adapta y se acostumbra rápidamente a esta nueva vida de la que antes no era consciente y que no formaba parte de su historia. Al principio de la película pasamos por varios momentos clave en los que Rachel debe aprender a formar parte de una de las familias más ricas de Singapur, pero luego vemos cómo se gesta una crisis entre Rachel y Eleanor (Michelle Yeoh), la madre de Nick, quien le hace saber que no es suficiente para su hijo y que desaprueba vehementemente su relación. Si bien parece que Rachel y Nick están condenados, Rachel se encuentra con Eleanor en una de las escenas finales y le dice que saldrá de su vida porque lo ama más que a nada. Le recuerda dulcemente que un día, cuando Nick esté felizmente casado con otra mujer a la que Eleanor haya dado su visto bueno, será porque Rachel fue capaz de dejar ir a su amor para que él pudiera ser feliz.
Por supuesto, al final, Eleanor se da cuenta de la situación, y Rachel y Nick parecen encontrar su final de cuento de hadas. La película también ilustra el concepto de que debemos abandonar la imagen del amor que nos hemos formado en nuestra mente porque este nunca viene de la manera que imaginamos. Para aceptar realmente este tipo de amor, debemos entender que nada tendrá sentido: el aspecto de esa persona, la forma de sentir la conexión y la atracción, e incluso el momento de nuestra vida en que llega. No seguirá ningún tipo de cronología tradicional, ni siquiera se regirá por los criterios estándar de una relación. Es una conexión amorosa única, y aunque podemos tener múltiples almas gemelas y parejas kármicas, solo tenemos una llama gemela, una conexión diferente a cualquier otra, una persona que solo desea que aprendamos a amarnos a nosotras mismas tanto como nos ama ella. Pero no llegará en un envoltorio bonito y adecuado, sino que parecerá más bien un huracán salvaje que marcará un antes y un después en nuestra vida. Si bien es posible que conozcamos a esta persona en la veintena, no tendremos una relación hasta más adelante. Esto se debe a que antes no estábamos listas. No solo necesitamos haber limpiado una cantidad considerable de karma para recibir a nuestra llama gemela, sino que debemos centrarnos más en quiénes somos como individuos, así como haber viajado a través de nuestro primer y segundo amor a fin de poder sanar nuestras heridas. De lo contrario, estaríamos tratando, nuestra llama gemela como a cualquier otra relación y ni siquiera seríamos conscientes de la singularidad que posee. Jenna, por ejemplo, se había cruzado varias veces con su llama gemela, tanto por trabajo como en sus círculos sociales. Pero cada vez que lo hacía seguía inmersa en su relación de amor kármico porque era adicta al caos y al drama, así que ni siquiera se fijó en Henry. No fue hasta años más tarde, después de haberse divorciado y de haber estado soltera por un tiempo, cuando por fin se dio cuenta de que el universo ya había cruzado sus caminos varias veces, pero simplemente no había estado lista para él. Si bien resulta necesario que nos encontremos con nuestra llama gemela más adelante en la vida, eso también puede ser parte del problema porque, al
principio, podemos desestimar esta relación, este sentimiento, al considerarla una simple aventura, y creer que es tan increíble porque no nos hemos comprometido. Repetirnos esto nos permite permanecer donde estamos, evitar cambiar y, en última instancia, no tener que reconstruir nuestra vida desde cero, que es lo que requiere esta relación. Debido a que hemos aprendido mucho sobre quiénes somos, ya no buscamos que otra persona nos complemente. Nos sentimos confiadas, seguras y muy felices con nuestra soledad. Entonces, cuando nuestra llama gemela entra en escena, ya no existe esa presión por que sea algo diferente a lo que es: un amor que nos resulta fácil. La llama gemela no será perfecta, cometerá errores, pero será una conexión que te inspirará.
L A VIDA NUNCA VOLVERÁ A SER LA MISMA
Si bien ninguna relación es perfecta, sentiremos que este amor llega con mucha facilidad. Aunque haga años que las llamas gemelas formen parte de la vida del otro, ya sea como socios, amigos, compañeros de trabajo o conocidos, los sentimientos permanecen latentes. Cuando miramos a los ojos a nuestro gemelo, podemos tener un presentimiento, sentir una conexión o una cierta familiaridad, o incluso tener algún sentimiento; podemos sentir intuitivamente que esta persona es importante para nosotras. Sin embargo, lo desestimamos porque es demasiado joven, o demasiado viejo, o es de un origen diferente, o simplemente nos decimos a nosotras mismas que estamos felizmente casadas (¿verdad?). A veces incluso nos olvidamos por completo de esta persona e ignoramos los sentimientos mientras nos decimos que ya tenemos la vida planificada y encaminada. Podemos ver dónde estaremos dentro de cinco años, dónde trabajaremos, cuánto tiempo estaremos casadas e incluso dónde iremos de
vacaciones. Pero luego sucede algo. Una inclinación del universo que provoca que, de alguna manera, suceda lo imposible. Quizás conozcamos por primera vez a esta persona o, de repente, nos encontremos en una situación en la que nuestra perspectiva ha cambiado y lo vemos bajo una luz diferente. Bajamos la guardia lo suficiente como para dejarla entrar y, a partir de ese momento, la vida nunca volverá a ser la misma. Tal vez ocurra cuando miremos a un maestro de la escuela de nuestro hijo a los ojos o cuando cruzamos miradas con un extraño que se encuentra al otro lado de un bar durante un fin de semana de chicas. Pase como pase, sentimos que todo lo que nos ocurrió en la vida nos había estado guiando hasta ese preciso momento. No importa cómo suceda, ya que la vida no volverá a ser la misma, ni nosotras tampoco. Por mucho que intentemos negarlo, hemos vislumbrado algo que nunca creímos posible. Sea cual sea el momento en que llegue o lo imposible que parezca, se activó una conexión que nunca podremos olvidar. Las llamas gemelas se rigen por un tiempo divino, incluso si a priori nos parece que han llegado en el momento erróneo. El mundo de Simone se puso patas arriba cuando conoció a su llama gemela mientras estaba de vacaciones con unos amigos, un viaje anual que realizaban cada invierno. Sin embargo, ese año en particular, las estrellas se alinearon y se cruzó con su llama gemela. Se conocieron por casualidad y, aunque estaban rodeados de gente, inmediatamente sintieron una atracción el uno hacia el otro. Era como si se hubieran conocido desde siempre. Ese momento fue el comienzo de su viaje. Si bien Simone asumió los sentimientos y su relevancia antes que él, la experiencia seguía poniendo constantemente en jaque a su cerebro racional. Después de todo, ambos estaban casados con otras personas y, además, tenían hijos. Simone creía que era feliz con su vida. Quizás su matrimonio no era el que hubiera elegido más adelante en su vida, pero se amaban, además de tener una familia y una vida juntos. Nunca se le había ocurrido divorciarse o comenzar una vida sola. Simone aún está aprendiendo que la relación con nuestra llama gemela es realmente un viaje. La mayoría de las relaciones románticas consisten en
conocerse y luego, en aproximadamente seis meses, nos damos cuenta de que solo era una aventura y rompemos, o bien nos volvemos más serios y comenzamos el proceso de entrelazar nuestras vidas al presentarnos las familias, mudarnos o incluso comprometernos. Lo sepamos o no, tendemos a seguir una receta para el amor, cuyo resultado final es el matrimonio o algún tipo de compromiso. Por supuesto, las llamas gemelas son diferentes porque nada resulta normal o convencional en esta conexión. De hecho, en diferentes momentos de este viaje pasaremos por el desafío de cómo abordamos las relaciones y definimos el compromiso. El objetivo final de esta relación es crecer, lo que significa que podemos tardar meses o incluso años en concretarlo. El crecimiento en el seno de esta relación es diferente. En lugar de sanar nuestro pasado, debemos ser capaces abrirnos a nuestro futuro. Se trata menos de quiénes somos y más de la persona que estamos destinadas a ser. Esto no significa que no estaremos con nuestra llama gemela durante este proceso, pero sí que debemos entender que la prioridad principal de esta conexión es el crecimiento personal; la relación romántica siempre queda en segundo lugar. A medida que avanzaba la relación con su llama gemela, Simone se dio cuenta de que hacía tiempo que su matrimonio no la hacía sentir feliz o satisfecha, pero como había sucedido tan lentamente, se había acostumbrado a esa insatisfacción. Irónicamente, a su llama gemela le pasaba exactamente lo mismo porque, aunque afirmaba que amaba a su esposa, a veces sonaba como si tratase de convencerse a sí mismo. Muchas nos autoconvencemos para ser infelices, o al menos para permanecer más tiempo así. Nos decimos que las cosas son así, que ya somos adultas, así que debemos ponernos nuestros pantalones de niña (o niño) mayor y lidiar con ello porque nadie permanece enamorado y mantiene una increíble vida sexual toda la vida, ¿verdad? O al menos este es el diálogo interno que tenemos con nosotras mismas a fin de evitar el cambio. En esencia, nos autoconvencemos de no buscar la felicidad, de no dejar una relación o un matrimonio moribundo (o directamente muerto) por los hijos, por la situación económica, por las expectativas de los demás o incluso porque no
queremos salir de nuestra zona de confort. Y aunque eso podría funcionar con un romance normal y corriente, no lo hace con nuestra llama gemela porque no se dará por vencida hasta que empecemos a ser sinceras con nosotras mismas. Hasta que empecemos a abrir los ojos y a reconocer realmente la conexión, el sentimiento y esa atracción alucinante que nos hacen sentir como si hubiésemos perdido la cabeza.
C UANDO SE DESPIERTA LA SEXUALIDAD
Uno de los rasgos distintivos de las llamas gemelas es la atracción física y el deseo sexual que sentimos el uno por el otro. Las llamas gemelas sienten una intensa atracción física entre sí por ese nivel de energía similar, por ese grado de comodidad y porque las relaciones sexuales trascienden nuestra idea preconcebida de sexo, así que a menudo lo describimos como el mejor de nuestra vida. No solo se trata de hacer el amor a un nivel más profundo, sino también de que hay una pasión intensa que no existe en otras relaciones románticas, que literalmente se siente como una reacción física involuntaria cada vez que vemos a nuestra pareja o estamos cerca de ella. Karen también estaba casada cuando conoció a su llama gemela. Describió el momento como «el despertar» de su sexualidad. Antes de eso, decía que se había convertido en una persona muy poco sexual, que su sexualidad y su deseo estaban latentes, y que tal vez eso es justo lo que sucede después de tener hijos y llevar casados tanto tiempo (son increíbles las mentiras que nos contamos para convencernos de que ser infeliz es normal). Pero todo eso cambió cuando conoció a su llama gemela. Incluso describió el hormigueo que sintió entre las piernas y la sensación de «oh, Dios mío, puedo sentir algo»; estaba literalmente alucinada de sentir deseo sexual por el simple hecho de estar cerca de él. Esta atracción no solo se debe a que nos atraiga su aspecto o su personalidad, sino que surge porque es una atracción entre almas. Es la sensación de que, por
primera vez, alguien nos ve como somos realmente y nos acepta por completo; ese sentimiento inexplicable de que otra persona nos «entiende» cuando hacía tiempo que habíamos renunciado a esa posibilidad. Las llamas gemelas también enfatizan que el sexo es como un intercambio de energía. He hablado con varias mujeres que comentan que nunca supieron qué era el sexo hasta que lo hicieron con su llama gemela. Como dijo Stacey, «tener sexo con él es como comprobar por fin que las expectativas se cumplen». Es la expresión de la profunda conexión entre almas, pero también es fruto de la atracción multidimensional que sentimos con nuestra alma gemela. También nos enseña que hay una diferencia entre una persona que puede excitarnos físicamente y otra que nos activa espiritual o incluso mentalmente. Dado que la conexión con la llama gemela se da en el plano mente-cuerpo-alma, existe atracción en todos los ámbitos. No solo queremos desnudarlos y saltar a la cama, sino también estar cerca de nuestra alma gemela, conversar, sentarnos juntos en silencio y disfrutar de la presencia del otro. No es solo química sexual, sino una sensación de integridad o plenitud. Por eso, por mucho empeño que pongamos en resistirnos a esta conexión o por mucho tiempo que lo hagamos, siempre nos dirigiremos el uno hacia el otro. Cuando un alma encuentra su hogar, ya nunca es capaz de olvidarlo.
A FUEGO LENTO
Las llamas gemelas siempre saben cuál es el momento perfecto para entrar en la vida del otro. Ya sea al final de un matrimonio o después de años de autosanación, siempre sucede cuando se supone que debe hacerlo, aunque a veces pueda parecer inapropiado o sea un desafío.
A los humanos nos gusta controlar (o al menos vivir con la ilusión de que podemos controlar) nuestra vida y lo que ocurre, cuando en realidad gran parte de ella simplemente sucede. Pero como este amor parece tan fácil al principio, tendemos a clasificarlo de la manera con la que nos sentimos más cómodas. Primero etiquetamos la relación y luego tratamos de avanzar. Para la mayoría de mis pacientes, esta etiqueta es la de «solo somos amigos». Sin embargo, del mismo modo que no podemos establecer una relación romántica si no sentimos nada por la otra persona, tampoco podemos pretender que una conexión es tan solo una amistad cuando hay sentimientos más fuertes involucrados. A veces, cuando nos encontramos en esta situación, queremos evitar las etiquetas y ver qué sucede porque nos han roto el corazón demasiadas veces en el pasado. Entonces, en lugar de precipitarnos, comenzamos como «amigos» y vemos hacia dónde va, sin saber que vamos creando los Cinco Pilares en el proceso. Si bien la atracción física está presente desde el primer día, es poco probable que nos lancemos a una relación de inmediato. No porque los sentimientos no estén presentes, sino porque esta vez no queremos forzar la situación. Annie conoció a su llama gemela, Robert, un sábado por la mañana que salió a correr. Siempre dice que se sintió atraída de forma natural hacia ese hombre. Los primeros minutos de conversación la hicieron sentir como si llevasen años hablando. Lo supo al instante. Decidieron salir a pasear juntos el siguiente fin de semana y recuerdo que me dijo: «Incluso entonces parecía que estábamos juntos, como si siempre lo hubiésemos estado». Ya han pasado un par de años desde esa primera cita y todavía aprovechan cada momento. Han superado varios desafíos, pero, a pesar de todo, el amor, la aceptación y el apoyo son tan fuertes que son capaces de superarlo todo. Esta vez Annie no se apresuró. No trató de publicar la relación en las redes sociales ni que él cambiase su estado relacional de inmediato. Ella lo tanteó, se tomó su tiempo y, finalmente, dejó que la relación fuera lo que tenía que ser. En definitiva, esta fase consiste en dejar entrar este amor y experimentar esta conexión tan poderosa para, en última instancia, tomar ese conocimiento y
reflexionar al respecto. La decisión de dejar que la cosa progrese con nuestra llama gemela es muy importante porque refleja la cantidad de crecimiento personal que hemos experimentado hasta ese momento. Incluso si queremos tomarnos nuestro tiempo, o si no nos precipitamos a la hora de dejar que otra persona nos complete, aun así tenemos que tomar esa decisión consciente de mantener la conexión. A fin de cuentas, debemos decidir si estamos listas. No podemos elegir a nuestra llama gemela hasta que, de hecho, nos elijamos a nosotras mismas. Hasta que no lo hagamos, no seremos capaces de comprometernos con el viaje que requiere esta conexión, confiar en que nos guíen en una dirección que nunca podríamos haber imaginado, ni optar por el amor de nuestra llama gemela porque, al vibrar a la misma frecuencia, esta siente las mismas dudas y vacilaciones. Estar con tu llama gemela no es solo tener una relación romántica, sino compartir una vida.
L ISTA PARA EL AMOR
Estar lista para el amor significa que estoy preparada para hacer las cosas de una manera completamente distinta. Por muchos desafíos que estén presentes, por mucha distancia que haya de por medio, o aunque haya matrimonios u otros tipos de divisiones sociales que distancien a las llamas gemelas, estas siempre encontrarán la manera de unirse, porque cuando están juntas físicamente, el resto del mundo desaparece. El tiempo se detiene y nos acordamos de que las mejores cosas no pueden describirse con palabras. Las llamas gemelas avanzan a través de varias fases que forman parte del viaje general. Mientras que algunas son asombrosas y sensacionales, como cuando nos
conocemos o besamos por primera vez, otras son difíciles, porque queremos que esa persona sea solo nuestra a fin de disfrutar el uno del otro y vivir ese amor que parece casi demasiado fácil. En esta conexión siempre surgen espacios predeterminados. A veces se trata de una separación física geográfica; otras veces se trata de saber que necesitamos sanar aún más antes de iniciar la relación. Pero la conciencia está presente, así que ambas llamas gemelas se guiarán en este viaje. No será a través de comportamientos poco saludables o de abuso, sino a través del verdadero deseo de ayudarse mutuamente a convertirse en la mejor versión de sí mismo. A menudo nos referimos a estos espacios como la fase de «corredor y perseguidor» de la relación de llama gemela; en ella, una, generalmente la masculina, abandona a la otra por miedo. O bien se queda en su relación actual e ignora a su llama gemela, o bien sabotea la relación mediante una aventura. Sea como sea, el resultado es el mismo: rechaza la conexión, al menos por el momento. Este tipo de comportamiento es tan solo un ejemplo de cómo una relación de llama gemela puede parecerse a la pasión kármica y cómo podemos excusar e idealizar el amor kármico. Sin embargo, debido a la sanación que ambos gemelos han llevado a cabo, una llama gemela nunca te abandonará por completo. Es posible que no esté lista para comprometerse al cien por cien porque todavía tiene trabajo que hacer, pero siempre volverá a su llama gemela. Estar preparada para el amor significa que estoy lista para aceptar la realidad, y que no se quede solo en un sueño. Significa que, si bien este amor llegó de forma tan inesperada, aún tendré que esforzarme para que sea una realidad o reorganizar nuestra vida para que suceda. Una llama gemela nunca te obligará a aceptar menos de lo que te mereces ni te tratará basándose en patrones de comportamiento narcisista (ya sea de forma consciente o no), pero aun así te desafiará. Tu llama gemela podrá ayudarte a sanar aún más. María acudió a mí después de conocer a su llama gemela porque se preguntaba: «Si esta es mi llama gemela, ¿por qué no me parece todo más fácil?». Estaba
confundida porque él le había reprochado su comportamiento y le había puesto las cosas más difíciles. Pero después de reflexionar, pudo ver que su pareja, Patrick, la estaba ayudando a sanar aún más después de su amor kármico. Al hacerle preguntas y responsabilizarla de sus propias acciones, él alentó el proceso de sanación de María. Es fácil pensar que estamos listas para nuestro amor definitivo hasta que lo estamos mirando fijamente a los ojos y vemos exactamente cómo cambiarán nuestras vidas. Tal vez por eso las palabras que escribió Nicholas Sparks en su novela El diario de Noa parecen tan ciertas. En el libro, Noa le grita a Allie: «No será fácil. Va a ser muy difícil. Tendremos que trabajar en esto todos los días, pero quiero hacerlo porque te quiero a ti. Lo quiero todo de ti, para siempre, tú y yo, todos los días». En esta novela romántica, Sparks describe el amor entre dos personas con el que ni siquiera el tiempo pudo acabar, pero también demuestra que, aunque el amor se vuelve más fácil, no significa que todo lo demás lo hará. Y tal vez esa sea la lección más importante que aprendemos durante esta fase: quizás no se trate de trabajar el amor, sino de llegar al punto en que seremos simplemente capaces de disfrutarlo.
PARTE II
La realidad
Nunca conocimos el amor verdadero hasta ahora
Cuando algo está destinado a funcionar, no hay nada que pueda detenerlo, ni siquiera nosotras mismas. Todas nosotras, por muy cínicas que seamos, soñamos con el amor. No solo con una relación en la que te digan «te amo», sino con el tipo de conexión que nos llena por completo, aquella en la que nuestra esperanza en el amor se reaviva y miramos a nuestra pareja a los ojos sabiendo sin lugar a dudas que nadie más podría amarnos de la misma manera ni mejorar nuestras vidas tal y como lo hace esa persona. Es un amor que lo supera todo y sigue reafirmándose mucho después de que hayamos tratado de tirar la toalla. Las llamas gemelas son reales. Es una conexión que desafía toda lógica o incluso cualquier expectativa, pero eso no significa que vaya a ser fácil ni que siempre estaremos listas para lo que esta relación aporte a nuestras vidas, así como tampoco para cómo va a cambiar nuestra vida en consecuencia.
D EJA QUE EL AMOR TE ENCUENTRE
Cuando hablo con mis clientas sobre esta conexión, siempre la describo como la relación que ocurre de forma natural a raíz del crecimiento y el trabajo que realiza cada persona por su parte. Si bien el hecho de vibrar a un nivel parecido es lo que nos hace sentirnos atraídas hacia esa persona en un primer momento, también puede hacernos querer correr en la dirección opuesta, aunque solo sea de manera temporal. Lo más importante que debemos entender sobre las llamas gemelas es que esta relación no se comportará ni se parecerá a ningún tipo de relación romántica que hayamos experimentado. No habrá plazos, no seguirá las reglas ni cumplirá con cualquiera de los hitos tradicionales que solemos seguir en todas las relaciones. Es un amor que se siente puramente por amor. El objetivo final de la dinámica de las llamas gemelas es ayudarnos a despertar y a convertirnos en la persona que hemos nacido para ser. Sí, se trata de disfrutar de una relación y de un amor increíbles, pero también de crecer gracias a la relación. Cuando conocemos a nuestra llama gemela, puede parecer un amor perfecto, un amor por el que nunca tendremos que luchar o que incluso no causará problemas que nos hagan estar en desacuerdo o discutir. Parece tan divinamente orquestado que no podemos imaginar llegar al punto de separarnos o lastimar a la otra persona porque incluso aunque al principio no expresemos el amor en voz alta, aun así lo sentimos. Sin embargo, hemos aprendido que, al margen de lo increíble que nos parezca, no podemos ni queremos convertirlo en algo que no debe ser. Así pues, incluso después de llevar tiempo juntos, los gemelos avanzarán lentos pero seguros. Este amor te encuentra porque dejaste de buscarlo, y porque al fin estás lista para vivir el amor. Has decidido centrarte en ti y disfrutar de la vida tal y como es; sientes que vives una vida plena sin necesidad de estar en pareja. Sin embargo, esto es muy diferente de estar cerrada al amor, ya que en realidad estás abierta a él; ya no sientes que eres menos mujer por el simple hecho de no tener un hombre al lado. Kayla se sentía muy feliz estando soltera. Había logrado sanar las heridas de su amor kármico, había establecido unos buenos límites con el padre de su hijo y
sentía que había iniciado el proceso de autoconocimiento. El autocuidado se volvió su máxima prioridad, y se tomó el tiempo necesario para ser consciente de qué significaba estar en una relación, aunque en ningún momento buscó una. Decidió que no valía la pena centrarse en su estado amoroso. Desde que recordaba, o bien había tenido pareja, o bien trataba de superar alguna relación, o bien trataba de arreglárselas para entrar en otra relación. Así que decidió que, aunque se sentía lista para el amor, no iba a centrarse en eso. Y luego conoció a Mark. Habían trabajado juntos en varias ocasiones, pero ella nunca sintió esa chispa hasta que coincidieron en una conferencia en particular. De repente supo que estaban conectados. Sin embargo, ninguno de ellos forzó nada, y aunque tienen una relación increíble, por el momento es a distancia. Así que podemos decir que tal vez había decidido que estaba lista para el amor, pero también dejó que el amor la encontrara. Saben que todavía les quedan muchos desafíos por superar, ya que saben que quieren vivir en la misma ciudad en lugar de en lados opuestos del país, pero no lo fuerzan ni se precipitan. Por ahora disfrutan del camino, independientemente de adónde los conduzca.
A PRENDE A RECIBIR
Querer algo es diferente de tener los brazos y el corazón bien abiertos para recibirlo. Hasta ahora nos hemos acostumbrado a los altibajos extremos y al bombardeo amoroso de nuestro amor kármico, razón por la cual hemos perdido la perspectiva de lo que significa tener una relación saludable.
Ahora necesitamos replantearnos cómo percibimos las relaciones y dejar de lado nuestra adicción a la disfunción. No solo tenemos que aprender todas esas lecciones importantes de nuestra relación kármica, sino ser capaces de ponerlas en práctica. Debemos llegar al punto en que podamos aceptar de forma consciente a nuestra llama gemela, así como la estabilidad y la presencia que ofrece. Imani estaba acostumbrada al éxito: dirigía una empresa internacional y se sentía muy cómoda y segura en su propio espacio. Había sanado los problemas relacionados con el abandono que le había dejado su amor kármico y estaba lista para una nueva relación. No tenía ganas de buscar a su llama gemela, pero sí quería que un hombre la tratara como sabía que se merecía, algo que nunca antes había pedido. En una de nuestras llamadas mencionó a Trevor, un hombre que había conocido la semana anterior. No quería itir que había sentido una fuerte conexión emocional y espiritual desde el principio, pero tampoco podía negarlo. Estaba muy sorprendida por la intensidad de sus sentimientos hacia Trevor, aunque se sentía emocionada de vivir este proceso con él. No tardó mucho en llamarme muy molesta. Imani, como muchas mujeres, tiene problemas para itir y aceptar lo que dice que quiere. ¡No sabía cómo reaccionar a tanta atención y a tantos gestos amables, y lo más importante, cómo manejar una relación libre de caos! Aunque era consciente de que merecía un gran amor, todavía no estaba segura de cómo manejarlo. Ella y Trevor progresaron en su relación muy lentamente, pero, lo que es más importante, siendo honestos el uno con el otro. Después de nuestra conversación, decidió hablar con él sobre lo que estaba experimentando, cosa que resultó ser exactamente lo que le hacía falta. Simplemente necesitaba expresar su resistencia para no sentir que estaba en aquello sola y que él entendiera por lo que ella estaba pasando. Al hablar sobre el tema, descubrió que estaba abierta a recibir más.
E L CRECIMIENTO SIEMPRE ES EL OBJETIVO
Si bien hemos avanzado en gran medida en nuestro autodesarrollo antes de encontrarnos con nuestra llama gemela, esta relación nos exigirá más que cualquier otra. ¡No siempre es fácil elegir ser transparente, responsable y mantenerse alejada de patrones o ciclos anteriores! La relación de llama gemela pasará por muchas etapas diferentes durante el viaje. La primera fase es la conciencia, cuando las llamas gemelas se encuentran por primera vez y experimentan un tipo de amor del que no pueden alejarse, por mucho que lo intenten. De repente, estamos tan inmersas que no podemos imaginar nuestra vida sin esa persona, y eso nos asusta porque, hasta este punto, todos los que habían dicho que siempre estarían allí nos acabaron abandonando. Hasta ahora, cada vez que hemos susurrado un «para siempre» a una pareja, el amor solo ha demostrado ser fugaz e incapaz de resistir las tormentas que la vida trae inevitablemente consigo. Por supuesto, esto también se debe a que la misión de la mayoría de las relaciones es enseñarnos lecciones, así que no están destinadas a durar para siempre. Sin embargo, es difícil tener esto en cuenta cuando sentimos esa química tan intensa con nuestra llama gemela. Ahora la lección es que una relación puede durar para siempre y ser el medio para lograr un inmenso crecimiento. En la fase inicial de conciencia y conexión, no solo comenzamos a enamorarnos de nuestro gemelo, sino que nuestras almas comienzan a unirse. Si bien hemos llegado a rechazar la idea de que existe alguien indicado para nosotras porque ya nos sentimos completas, cuando nos encontremos con nuestro gemelo y comencemos a sentir ese cruce de energía, no podremos evitar sentir que todo lo que hemos experimentado en la vida nos ha guiado hacia ese momento.
Durante este proceso, no solo debemos imaginar que el amor es capaz de durar, sino que puede ayudarnos a crecer sin dañarnos al mismo tiempo. Tenemos que aprender que el crecimiento no siempre significa dolor y lágrimas, sino también largas conversaciones y amor incondicional. Este amor hace que todos los demás amores sean irrelevantes; nos muestra por qué no funcionó con nadie, pero a su vez desafiará cualquier creencia que tengamos sobre el amor y desentrañará todos los elementos a los que nos aferramos por comodidad. El amor definitivo no siempre es una estampa bonita. No nos va a halagar ni a decir lo que queremos escuchar. No va a caber en esa cajita y a cumplir cualquier tipo de reglas. De hecho, nos desafiará en todos los ámbitos e incluso hará que nos preguntemos si es amor. No porque sea un juego de lógica que nos atrapa una vez más, sino porque necesitamos entender que incluso en la ausencia, la agitación, el caos, la decepción o la tristeza, el amor incondicional siempre está presente. Ava ó conmigo porque tenía miedo de volverse demasiado dependiente de Keith, el hombre que sospechaba que era su llama gemela. Había pasado tanto por el amor de alma gemela como por el amor kármico, así que trataba de hacer las cosas de manera completamente distinta. Keith fue increíble desde el principio. Era paciente y no tenía problemas para expresar su interés y atracción hacia ella. Hacían viajes largos y conversaban acerca de cosas que nunca había hablado con nadie más. Él desafió sus creencias de tal forma que le hizo pensar en vez de dudar de sí misma, como siempre había sucedido en el pasado. Pero como las cosas iban tan bien, ella comenzó a preguntarse si estaba cayendo otra vez en viejos patrones de codependencia. Ava itió que, en el pasado, había tenido dificultades para superar la ruptura con alguien. Estaba enamorada de Keith, pero tenía miedo de quedar destrozada si él se iba. No podía imaginarse recogiendo las piezas de su corazón roto otra vez. Después de nuestras sesiones, se dio cuenta de que no solo se trataba de recibir a este maravilloso hombre con los brazos abiertos, sino de reconocer que los factores que desencadenaban estos desafíos la estaban ayudando a mejorar. Ella continuaba creciendo y explorando su independencia dentro de la relación.
Cuando por fin se dio cuenta de que tener miedo no era necesariamente algo negativo, sino una forma de crecer aún más, se permitió aceptar que necesitar a otra persona no siempre es malo. Este amor no solo nos desencadena ciertos aspectos, sino que también nos ayuda a desarrollar un amor incondicional hacia nosotras mismas y hacia nuestra pareja.
I NCLUSO LAS LLAMAS GEMELAS COMETEN ERRORES
Decimos que se acabó eso de idealizar el amor y que entendemos que ninguna relación es perfecta. Sin embargo, cuando nuestra llama gemela nos pone a prueba por primera vez, a menudo puede hacernos cuestionar todo lo que creíamos saber acerca del amor. Durante la segunda fase de la relación de la llama gemela nos ponemos a prueba. Parece que nosotras mismas somos el mayor obstáculo para estar juntos, no porque ambas partes no nos amemos, sino porque tenemos miedo y dudamos acerca de si merecemos este amor o no. Si bien estamos destinadas a aprender a tener fe sin autosacrificarnos, así como a confiar en nuestros sentimientos y en nuestra sabiduría interior, a veces también debemos superar el sentimiento de no ser dignas o merecedoras de un amor como este. Las llamas gemelas nunca serán perfectas, pero la relación siempre valdrá la pena. Nikki y su llama gemela tuvieron una relación intermitente durante años. A medida que ella avanzaba a través de las fases de esta relación, tomó la decisión de descubrirse más a sí misma y enfrentarse a lo que estaba pasando; dejó que la experiencia de amar a su llama gemela la cambiase. Su llama gemela, a pesar del trabajo que había hecho y de cuánto la amaba, no era capaz de renunciar a esa sensación de que no la merecía. Su prueba fue
superar estos sentimientos de culpa e insuficiencia a fin de poder tener una relación plena con ella. Cuando un gemelo trabaja en sus propios problemas, nunca lo hace solo. Mientras que uno se centra en sus problemas de ego y confianza, el otro puede luchar contra el miedo, la vulnerabilidad y, a menudo, enfrentarse a problemas de abandono. Nikki tuvo que superar el pavor que le provocaba que su gemelo se fuera, no solo porque esa era la vibración que enviaba, sino porque también estaba aceptando un comportamiento con el que no estaba de acuerdo por el simple hecho de que tenía miedo de que él se marchara. Con el paso de los meses, Nikki y su gemelo aprendieron a expresar sus temores y pudieron acercarse más y aceptar el amor que la otra parte trataba de ofrecerles. Aunque cada llama gemela tiene un conjunto diferente de problemas que debe resolver y subsanar, esto no significa que uno sea un santo y el otro no. El amor propio tiene un equilibrio muy delicado que las llamas gemelas deben dominar porque es un reflejo directo de lo que podremos dar al otro. En este proceso, tenemos que aprender a amarnos a nosotras mismas con tanta ferocidad que dejemos de temer que nos abandonen, y con eso nos otorgamos la posibilidad de arreglar los problemas cuando los vemos en lugar de rodearlos de puntillas. Debemos ser honestas cuando nos sentimos heridas o asustadas, y hablar conscientemente acerca de las cosas que importan, sabiendo que esos momentos nos acercarán. Esto se remonta a la vibración general de la conexión: mientras que los dos gemelos se atrajeron entre sí porque vibran a una frecuencia similar, si esta disminuye o cambia en algún momento en función de su propia lucha interna, entonces su conexión también cambiará. La comunicación es vital para mantener esa vibración viva. Pero el amor sigue ahí incluso durante estos períodos, a veces más fuerte que nunca. No se trata del cariño que sentimos por nuestra alma gemela o la obsesión por nuestro amor kármico, sino que sentimos una intensidad en lo más hondo que nunca antes habíamos experimentado. Ambas personas tendrán que aceptar este amor incondicional, sabiendo que al margen de lo que hagan o lo que ocurra, siempre seguirán amándose el uno al otro.
El hecho de saber que la otra persona siempre estará ahí no es motivo para que alguno de los gemelos se comporte mal. Al contrario, se trata de reconocer que merecemos que nos amen, tanto en los peores días como en los mejores. Aunque la fase de prueba puede resultar difícil, también implica que los gemelos están conectados de forma íntima, incluso si la conexión no es una relación definida en términos convencionales (lo cual es, de todos modos, raro en las llamas gemelas). Sin embargo, esta fase no solo nos desafiará, sino que también nos llevará a vislumbrar la recompensa. En este caso, la recompensa es comenzar a ver cómo será mantener una relación con nuestra llama gemela. Esta relación es nuestro premio, no solo por haber crecido personalmente a través de nuestros amores pasados, sino por estar ahí continuamente en este proceso independientemente de lo que implique. Esta dulzura se incrusta en nuestros corazones, de modo que incluso cuando las pruebas nos hieren, decepcionan o confunden, siempre volvemos a este amor porque comprendemos y sentimos que nadie más nos atrapará como esta persona.
E NTREGA Y CONFIANZA
Hasta ahora, nunca hemos tenido la oportunidad de rendirnos por completo a una relación y confiar no solo en la otra persona, sino en la propia relación. Empezamos a creer que sucederá lo que tenga que suceder, razón por la cual no hay necesidad de empujar o tirar, jugar o manipular. También comenzamos a creer que el amor puede durar para siempre. La etapa final de esta relación es la rendición y la unión, que llega cuando, después de las pruebas y la activación inicial, nos unimos más que antes (pero de un modo diferente porque no tenemos prisa ni nos preocupa que este amor se
vaya a ir la mañana siguiente; simplemente nos rendimos y confiamos en él). La gente me pregunta sobre los plazos, es decir, cuánto durará cada fase. Por ejemplo, si la primera fase dura un año, la segunda será de seis meses, y así sucesivamente. Este es uno de los mayores misterios de las llamas gemelas: no hay plazos ni expectativas. Estas relaciones no solo se niegan a seguir los hitos tradicionales (como salir, mudarse juntos y comprometerse), sino que también ignorarán cualquier medida de tiempo. El amor de llama gemela se comporta así porque es atemporal. La gente dice a menudo que si alguien no se ha comprometido a los seis meses, entonces debe pasar página y seguir adelante. Nuestras amigas no paran de bombardearnos constantemente con memes y artículos acerca de que, en el fondo, él no quiere salir con nosotras o que solo somos su segundo plato. Si bien eso puede ser cierto cuando tenemos citas y varias relaciones, no podemos aplicarlo a la relación de llama gemela. A pesar de que debíamos experimentar esas otras relaciones basadas en el o entre almas, este amor es la unión de dos almas que están destinadas a estar juntas a pesar de llevar mucho tiempo separadas. Hay dos modos diferentes de describir el tiempo. El primero es Cronos, o tiempo cronológico. Así es como medimos el tiempo en nuestra vida cotidiana, mediante minutos, horas, días, semanas, meses e incluso años. Sin embargo, no es así como lo calculan las llamas gemelas, sino que operan basándose en Kairós. Kairós es el tiempo divino, la creencia de que todo sucede en el momento en que está destinado a hacerlo y no antes. No podemos ponerlo como excusa para explicarle a nuestro jefe por qué llegamos tarde por enésima vez esta semana, pero es apto para las llamas gemelas. Cuando hablamos del viaje de las llamas gemelas, también nos referimos al papel de nuestro ego dentro de la relación. No podemos ignorar a nuestro ego por completo o decir que es algo malo, ya que existe porque nosotras también existimos: el ego condiciona cómo nos vemos, el lugar que ocupamos en este mundo y lo que creemos que merecemos. La confianza y el ego están estrechamente vinculados. Si bien a veces uno sustituye al otro, en una situación ideal colaborarían y nunca competirían, se volverían excesivos, ni siquiera se menospreciarían entre sí. Forma parte de un
equilibrio en que sabemos lo que valemos, pero no creemos que seamos mejores que otras personas. El equilibrio saludable del ego es saber lo que merecemos, pero también lo que los demás y el mundo merecen de nosotras. Las pruebas que los gemelos experimentan durante este tiempo no son frívolas, ni sirven solo para ver si hemos superado el amor kármico, sino que están profundamente arraigadas en el desarrollo saludable de nuestro ego. Tanto en las relaciones de alma gemela como en las kármicas podemos unirnos cuando somos un completo desastre porque, sinceramente, todas lo somos en algún momento. Pero no funciona del mismo modo con nuestra llama gemela. Solo entramos en la relación de la llama gemela cuando hemos sanado, hemos crecido y somos capaces de involucrarnos para siempre. A menudo olvidamos que el amor que dura para siempre no es igual que una relación convencional. Sentiremos ese amor mucho antes de mudarnos o de tener algún tipo de compromiso con nuestra alma gemela. Aprendemos que ese hermoso diamante o ese pedazo de papel que nos rubrica como marido y mujer no garantiza que estaremos juntos para siempre, sino que se trata de los sentimientos de los que no podemos deshacernos, por mucho que lo intentemos. Es el tipo de amor que surge continuamente contra viento y marea, y es esta magia la que hace que las llamas gemelas sean lo que son. En muchos sentidos, es la posibilidad de estar tan herida lo que hace que este amor también sea tan increíble. Sin lugar a dudas, Stella amaba el amor. Trabajamos juntas durante varios años, e incluso en sus peores momentos decía: «Pero sigo creyendo. No solo creo en la eternidad, sino en que esa persona está hecha para mí». Le habían roto el corazón más veces de las que puedo contar, pero siempre se recuperaba y seguía creyendo que su llama gemela estaba a la vuelta de la esquina. Así que me sorprendió que, cuando finalmente la encontró, ya no la quisiera. Stella conoció a Anthony un verano y las cosas se desarrollaron muy rápido, lo cual es muy común en las relaciones de llama gemela. Pudieron ser transparentes y conversar, e incluso planearon un viaje al extranjero para el otoño siguiente. Acababan de hacer clic y ella sabía que era El Indicado («su langosta», como solía llamarlo, porque esa es una especie que se aparea de por vida).
Pero cuando Anthony tuvo que irse seis meses por trabajo, Stella vaciló. Todavía recuerdo su llanto mientras me decía: «No puedo más, se acabó, fue genial mientras duró, pero no puedo hacer eso, no lo haré». Después de haber pasado por tanto amor, no podía concebir tener una relación a distancia. Pero a veces aprendemos que el hecho de no querer experimentar algo no significa que no estemos destinadas a hacerlo. Esa noche hablamos largo y tendido sobre la rendición y la confianza. Le dije: «¿Qué problema hay con intentarlo? ¿Qué hay de malo en confiar en él cuando dice que la relación funcionará? Si tan convencida estás de que te romperá el corazón, ¿qué importa si es esta noche o dentro de seis meses?». Ella aceptó a regañadientes, se rindió a lo que estaba sucediendo y trató de confiar en él. No fue fácil y hubo muchos momentos en los que estuvo a punto de tirar la toalla, pero nunca lo hizo. Acaban de celebrar el segundo aniversario de su primera cita, y son más felices y están más satisfechos de lo que nunca creyeron posible. Ambos aprendieron que no servía de nada rendirse y confiar una sola vez, sino que era algo que debían practicar continuamente dentro de la relación. Esto no solo los ha llevado a tener una conexión más fuerte, sino también a sentirse más en paz acerca de lo que pueda suceder en el futuro. A medida que avanzamos en nuestro viaje romántico, aprendemos que cuanto mayor es el amor, mayores son las posibilidades de que nos lastimen porque no podemos sentirnos recompensadas si no luchamos por ello. Si bien este amor se siente diferente a cualquier otro, se necesita un verdadero compromiso con una misma para permanecer, estar ahí y hacer el trabajo que esta conexión requiere de nosotras, por muy duro que pueda ser. Por esta razón, decimos que algunos amores superan todos los obstáculos, que nada puede interponerse, ni siquiera nosotras mismas, porque tratar de escapar de nuestra llama gemela significa hacerlo de nosotras mismas. Esta vez es seguro confiar y derribar nuestros muros por amor.
PARTE III
La lección
Cuando es real, nunca termina
El amor solo muestra su verdadera cara a lo largo del tiempo, después de múltiples obstáculos, desafíos e incluso daños. Es fácil decir «te amaré para siempre» después de unos meses o un año, pero resulta muy difícil continuar cuando se nos presentan múltiples razones lógicas para echar el cierre y tirar la llave. Cuando el amor es real, no termina ni flaquea y, por supuesto, nunca falla. Pero el hecho de que el amor no falle no significa que los humanos tampoco lo hagamos. Las llamas gemelas no solo son increíbles, sino también indestructibles. Sin embargo, debido a que ya hemos pasado por innumerables desamores, debemos aprenderlo por nuestra cuenta a medida que pase el tiempo. Se trata de darnos cuenta de que por muchos días malos que tengamos, por mucho que dudemos o nos dañemos a nosotras mismas, el amor nunca se rinde. Debemos dejar que el sentimiento nos envuelva para darnos cuenta de que no solo el amor no se irá a ninguna parte, sino que esta persona tampoco lo hará. A estas alturas ya hemos aprendido que el amor no viene de la manera que esperábamos, no encaja en los estándares que nosotras o nuestras familias habíamos imaginado, y nunca nos pedirá que renunciemos a lo que somos para que funcione. Las llamas gemelas son nuestro amor definitivo porque nada puede estropearlo o arrebatárnoslo. Siempre estuvo ahí, pero debemos tomar el camino largo para poder entenderlo. Durante la fase de realidad de este amor nos haremos mucho daño entre
nosotros. La diferencia es que las llamas gemelas saben exactamente dónde clavar el cuchillo y qué herida debe sangrar para ayudarnos a crecer. Harán la función de espejo incluso cuando deseamos que no lo hagan. En esta fase también comenzamos a entender que el amor es aún mayor de lo que creíamos. El amor es mágico, y tal vez sea lo más cercano a la magia verdadera. Sin embargo, el hecho de sentir la chispa y una conexión profunda no significa que nunca deberemos arrastrarnos o ensuciarnos. El amor es mágico porque nos hemos esforzado para que así sea: hemos sanado y sacado a la luz todo lo que creemos que es verdad sobre nosotras mismas y el amor. Me refiero a nuestras creencias sobre qué es el compromiso, quiénes somos e incluso qué significa el amor para nosotras.
D EFENDER LO NUESTRO PARA SIEMPRE
A veces solo tenemos que atrevernos a hacer aquello que creemos correcto. Por muchos estudios que tengamos, la mayoría seguimos soñando con el amor tradicional, incluso en este momento de nuestras vidas. Aún creemos que está destinado a durar para siempre, y pensamos en vestidos blancos, anillos y una ceremonia al atardecer. Empezamos a pensar en toallas con monogramas y en un lavabo con dos pilas. Incluso después de todo lo que hemos pasado y de entender que nuestra llama gemela no se irá a ninguna parte, comenzamos a darles vueltas a las ideas tradicionales sobre el amor eterno. Este amor nos enseña a renunciar a nuestra idea preconcebida de cómo debe verse. Al final, rompemos con los convencionalismos y empezamos a ver el amor como el vínculo reluciente entre dos almas. Una vez que hayamos hecho todo esto, podremos ver que el amor no necesariamente es como lo imaginamos.
La sociedad se aleja del concepto tradicional de amor y ya no cree que exista un modelo estándar que dicte que debemos buscar un compañero de vida con quien ser felices. Pero no es fácil. No es fácil porque todavía vemos fotos de bodas de ensueño por todas partes y porque nos han programado para pensar que «para siempre» significa seguir la tradición. Si bien ya no elegimos una pareja que cumpla ciertos requisitos impuestos por la sociedad, debemos descubrir qué significa «para siempre» para cada una de nosotras. A las llamas gemelas no les importan las normas culturales. Claudia y Ray fueron un par de llamas gemelas que conocí después de que hubieran empezado a salir, y se preguntaban cuál era el siguiente paso. Se conocieron ya de mayores y abrieron una escuela holística en Vermont, donde no solo reunieron a sus familias, sino que también hacían algo que se sentían llamados a hacer. Creían que era la forma correcta de compartir su amor con el mundo. Pero aún les costaba ver la manera de definir su unión. Ambos habían estado casados antes, así que no querían una ceremonia tradicional, pero no hacer nada tampoco les parecía bien. Deseaban celebrar su viaje y el proceso que les había llevado hasta ese punto de una forma especial que les pareciera adecuada. Hablamos durante unos meses, hasta que decidieron que sus hijos los «casarían» en una ceremonia al aire libre que habían diseñado. Fue en una colina a finales de verano. Claudia llevó un vestido violeta y sus hijos les pidieron que prometieran no solo amarse entre sí, sino también unir ambas familias. Cuando decidimos dar el paso, no será un papel el que nos garantice que estaremos juntos para siempre, ni tampoco una alianza de boda o compartir cama cada noche. El amor eterno está ahí porque no puede hacer otra cosa, y hemos aprendido que, si bien hay innumerables personas en este planeta, solo hay una sin la que no querríamos (o incluso podríamos) vivir. A menudo, este asunto en sí mismo es una propuesta aterradora, sobre todo porque la oímos usada a la ligera: «No puedo vivir sin ti». Pero ¿qué pasa si reemplazamos «no puedo» por «no quiero»? ¿Qué pasa si nos damos cuenta de que no solo somos mejores el uno con el otro, sino que nuestras vidas también lo son?
T ODO EL MUNDO NECESITA A ALGUIEN
Aceptar que no queremos estar sin una persona en particular no solo nos lleva a comprender quiénes somos, sino también qué necesitamos de una pareja romántica. Sin embargo, para alcanzar esta conciencia debemos trabajar todos nuestros problemas anteriores. Con otros amores, exceptuando quizás a nuestra alma gemela —que ya estaba ahí antes de que nos rompieran realmente el corazón—, nos daba miedo decir «te necesito». Vacilábamos a la hora de pensar o decir que éramos más felices cuando teníamos a alguien especial cerca. Nos resistíamos a decir «te extraño, ha pasado demasiado tiempo» porque pasamos momentos duros que nos volvieron temerosas. No queríamos que nos vieran como la infame persona «necesitada» y, además, parece que no necesitar a nadie se ha convertido en la última moda. La idea de «no te necesito, pero te quiero» se ha sacado totalmente de contexto. Para aceptar realmente que este amor va a durar para siempre y que esta persona no se irá a ningún lado, también tenemos que decirle que la necesitamos. No debemos verlo como una debilidad, sino como algo que sabemos a conciencia. Y, sobre todo, debemos entender que necesitar a otra persona no significa de ninguna manera que seamos menos válidas. Necesitar a alguien significa que cumple una función en nuestra vida que nadie puede suplir, y que nos aporta algo que nadie más puede darnos. Puede ser tangible, como ayudarnos en nuestra vida, pero, en términos de llamas gemelas, también podría significar que nos dan una comprensión que nunca antes habíamos experimentado. Puede parecer que nos ayudan a centrarnos, que nos mantienen en la brecha o que, de alguna manera, somos más nosotras mismas cuando estamos juntos. Es por eso que necesitamos ponernos a prueba y sufrir durante la fase de realidad porque, si bien hay contados casos de terceros amores que se unen rápidamente y
nunca se van, por norma general tenemos que avanzar por nuestra cuenta antes de entender qué pueden aportar a nuestras vidas. En realidad, no podemos comprometernos con ninguna relación si no somos capaces de ver o itir que necesitamos a alguien más. Como les digo a mis clientas, no nacemos destinadas a vivir siempre solas. Necesitamos que nuestros padres o abuelos nos cuiden, tanto física como emocionalmente, para poder sobrevivir y madurar. Necesitamos amigos, hermanos e incluso compañeros de trabajo para conversar, simpatizar con ellos y sentir que alguien nos respalda. Incluso necesitamos que nuestros jefes o clientes perpetúen nuestra trayectoria profesional para poder tener estabilidad económica. Necesitamos a un mecánico que nos arregle el coche. En definitiva, necesitamos a la gente porque nadie está destinado a vivir solo, independientemente de que en algún momento parezca una opción viable. Pero aunque seamos conscientes de esta realidad, parece aterrador aceptar que necesitamos a nuestro amante. Es un miedo que entiendo de primera mano. Después de que me rompieran el corazón en múltiples ocasiones, me volví reacia a decir que necesitaba a alguien y me coloqué una armadura de chica guerrera ultraindependiente. Fui la primera en decir «no te necesito, pero te quiero», hasta que empecé a pensar en lo que significaba y me pregunté si realmente estaba siendo honesta conmigo misma. También es un cambio de perspectiva. Hace unas cuantas décadas, las mujeres dependían de que un hombre las mantuviera económicamente, pero eso ha cambiado muy rápido. Ya no necesitamos que nos mantengan como antaño, así que también está cambiando el paradigma de lo que significa necesitar a una pareja desde una perspectiva consciente. Para mí, todo se redujo a lo que no podía comprar o proporcionarme yo misma. ¿Necesito que un hombre pague mis próximas vacaciones? No. ¿Que mi pareja me abrace al final del día? Sí. ¿Necesito un hombre en mi vida que apoye mis sueños y me proteja? Sí. Al final me di cuenta de que aún podía ser independiente y seguir siendo mi chica guerrera salvaje, pero que también necesitaba al hombre con el que estaba compartiendo mi vida.
Parece que decimos que dependemos de la otra parte cuando, en realidad, solo se trata de reconocer el valor que aporta a nuestra vida. Se trata de itir que, si bien solo somos responsables de nuestra felicidad y nuestro sentido de identidad, brillamos más cuando el otro está cerca. Decir que necesitamos a nuestro amante, a nuestra llama gemela, es decir: «Sí, soy increíble, mi vida es increíble, pero tú la haces aún mejor». También es decir: «Sí, estoy completa, como tú; pero juntos somos más fuertes, felices y nos sentimos más realizados que cuando estamos separados o con una persona que no nos comprende ni nos inspira». Está bien necesitar a alguien. Está bien querer y necesitar a nuestro amante, a nuestra llama gemela. No nos hace débiles ni nos hace parecer infantiles. De hecho, como les digo a mis clientas, si no necesitamos un amante, ¿por qué entran en nuestras vidas en primer lugar? Si bien hay miles de millones de personas en este mundo, no hay miles de millones de personas con las que podamos conectar y sentir cómo colisionan dos almas que se han conocido antes. Las personas no son intercambiables. Así que está bien cuando conocemos a alguien que sentimos que necesitamos en nuestra vida por cualquier razón.
N INGÚN AMOR ES MEJOR QUE OTRO
Todo es un ciclo, y todo está relacionado con una lección anterior. No podemos entender el amor para siempre hasta que nos hayan lastimado, hasta que itamos que necesitamos a alguien, hasta que comprendamos nuestra propia valía personal, y hasta que aprendamos que no podemos encajar a cualquiera en el papel de cónyuge o novio y pretender que sea gratificante o significativo. El único error es que consideramos que un amor es «mejor» que otro; decimos que el amor de alma gemela fue bueno, pero que el de llama gemela es el mejor. Creemos que, de alguna manera, el amor que dura para siempre es mejor que aquel que solo duró unos meses.
Lo cierto es que ningún amor es mejor que otro porque no puede cuantificarse de esa manera. Decimos «te quiero mucho», pero «mucho» implica una cantidad y no hay forma de medir la cantidad de amor que sentimos. Insinuamos que un amor es mejor que otro porque es una forma simple de decir que nos sentimos más satisfechas, felices, exitosas y en paz, o incluso que tenemos relaciones sexuales más increíbles; pero nada de eso significa que un amor, y mucho menos un amante, sea mejor que otro. Se supone que las llamas gemelas se enseñan mutuamente y que debemos despertar al otro para convertirnos en una mejor versión de nosotras mismas, así como ser más conscientes y honestas acerca de nuestros deseos y necesidades. Así que cuando a veces decimos que es el mejor amor que hemos experimentado, nos referimos a que es la pareja con quien nos sentimos nosotras mismas. Es el amor que parece encajar mejor, aunque no sea algo que hayamos considerado antes. Para mí, es el amor que me inspira, que me reta a crecer y a ser honesta conmigo misma. Es el amor que no me permite repetir los mismos errores de siempre; que me hace querer hacerlo todo mejor y ser mejor. Así que entonces empezamos a creer que este amor es mejor que cualquier otro cuando, en realidad, solo nos ayuda a ser mejores con nosotras mismas. Cuando comenzamos a sentir que nos estamos convirtiendo en nuestro mejor ser, es como si se despejara la niebla ante nuestros ojos y nos librásemos de los patrones que nos habían limitado hasta entonces. No solo empezamos a ver el amor y el mundo con más claridad, sino también a vernos así a nosotras mismas, que es lo más importante. Convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas es como abrir los ojos y ver que estábamos usando el equipaje de otras personas para mantenernos quietas en un lugar y oprimirnos. Construimos muros alrededor de quienes pensábamos que éramos, de lo que merecíamos o éramos capaces, e incluso de cómo amamos, simplemente porque nos veíamos tan solo a través del prisma de los demás. Las llamas gemelas son tan especiales porque nos ayudan a ver por fin lo increíbles que somos, pero también aquellas áreas en las que aún necesitamos crecer. No nos vemos a través de los ojos de nuestros padres, de nuestros amigos
o de la sociedad en general, sino que por fin nos damos cuenta de nuestra esencia: la persona que estábamos destinada a ser antes de hacer nuestras las dudas y las creencias de los demás. Cuando conocí a Sofía ya había pasado por todos sus amores y vivía con Felipe, su llama gemela. Le había estado dando vueltas a lo que realmente significaba transitar por estos amores y quería aclararse las ideas para saber qué dirección tomar en su relación con Felipe. En nuestras primeras sesiones describió a su primer amor, su alma gemela, como un buen chico, aunque al final la relación fue bastante mala; definió al segundo, su amor kármico, como horrible. Le pedí que describiera qué la hizo usar esos adjetivos negativos para definir esas relaciones y me respondió que las experiencias en sí mismas no fueron agradables. Así que le pregunté: «¿Eso significa realmente que Felipe “es mejor”? ¿O solo más saludable y neutral?». Cuando no supo qué contestar, le expliqué que todos los elementos de la naturaleza, del mundo divino, se basan en un equilibrio de fuerzas tanto positivas como negativas, pero las definimos como malas o buenas dependiendo de cómo las queramos ver. Incluso le pregunté: «¿Todo lo vivido con tu alma gemela o tu amor kármico fue malo? ¿No guardas buenos recuerdos ni pasaste buenos momentos junto a ellos?». Su respuesta fue «por supuesto que no». Así que le mostré que la relación que mantenía con Felipe no era mejor, sino que su forma de experimentar el amor había cambiado. Al final entendemos que ningún amor es mejor que otro, que cada uno tuvo su razón de ser, al margen de si fueron solo tres o de si hay una lista de nombres tan larga que apenas podemos recordar la mitad. Aprendemos que somos quienes somos en este momento por todas las vidas que hemos experimentado. Sin embargo, es nuestra llama gemela, nuestro amor definitivo, el que nos inspira a convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas, el que nos ayuda a sanar y nos muestra qué es el amor realmente. Esta conexión derriba cualquiera de esos muros persistentes o ideologías falsas para que podamos volver a la esencia. De modo que durante esta fase no solo nos damos cuenta de que los necesitamos, sino de que nos hacen falta para ser y convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas.
A MAR PARA SIEMPRE NO SIGNIFICA SER FELICES PARA SIEMPRE
No necesitamos casarnos con nuestra llama gemela. Incluso es posible que ni siquiera necesitemos establecer ningún tipo de relación convencional con nuestra llama gemela. Sin embargo, sí la necesitamos para ser la mejor versión de nosotras mismas, además de para seguir creciendo a fin de poder vivir la vida de ensueño que vemos en las redes sociales. Necesitamos a nuestra llama gemela para exigirnos, desafiarnos y que nos enseñe a dejar de buscar el camino fácil o de inventarnos excusas. En realidad, no importa si la llamamos llama gemela o no, ya que eso no cambia el hecho de que solo nuestro tercer amor nos alentará a amarnos a nosotras mismas para siempre. En la película La La Land (2016), el actor Ryan Gosling interpreta a Sebastian, un aspirante a músico de jazz que es todo lo opuesto a Mia, una actriz luchadora interpretada por Emma Stone. Aunque el romance se inicia de forma muy lenta, no paran de cruzarse por todos lados. Sin embargo, una vez que se enamoran, se dan cuenta de que eso no garantiza nada. Aunque en un principio fueron sus ambiciones y sueños compartidos los que los unieron, pronto se dan cuenta de que tenerse el uno al otro es insuficiente para hacer realidad su amor, que la vida continuará lanzándoles obstáculos y que, de la misma forma que eligieron sus carreras, tendrán que seguir eligiéndose entre sí para que su amor dure para siempre. Para elegir a otra persona, primero debemos conocernos a nosotras mismas y comprender que no existe el amor perfecto. Sin embargo, habrá un amor que nunca se rendirá. Como dice Sebastian, el personaje de Gosling: «Es conflicto, es compromiso y... es nuevo cada vez». Esta frase resume perfectamente la relación de llama gemela y el viaje que nos llevará al amor eterno. Dado que tendremos conflictos, tanto con nuestro amante como con nosotras mismas, tendremos que comprometernos. Pero también tendremos esa sensación de novedad, ese sentimiento de amor inagotable que nos permite creer en el
amor otra vez. Esa magia. Este amor destinado a durar para siempre es mucho más que un final de cuento de hadas. Sirve además para abrir los ojos, aprender y enraizarnos en un amor tan profundo que no tenemos más remedio que elegir a quien nos ama de manera similar. Es posible que este amor comenzara hace millones de años, en el momento en que nuestra alma gemela nos rompió el corazón, o quizás cuando tuvimos que empezar a ver que la vida podría ser diferente a lo que habíamos anticipado y que no teníamos las cosas tan claras como pensábamos. Aprender a amarnos es un viaje, del mismo modo que lo son los entresijos del amor. Sin embargo, para ofrecer amor a una pareja, a nuestra llama gemela, primero tenemos que amarnos a nosotras mismas. A veces la gente dice que eso es mentira porque no creen que debamos amarnos a nosotras mismas si queremos que otra persona lo haga (nótese como pongo los ojos en blanco). Sin embargo, hay una gran diferencia entre que nos amen a secas y que lo hagan de una forma saludable. Es diferente el amor de un romance fugaz y el que puede saber cómo te sientes con solo mirarte a los ojos. Y sobre todo existe una gran diferencia entre el amor que exige que hagas algo por él y el que aparece antes de que tengas tiempo de pedirlo. Así que no, amarte a ti misma no es una condición para que otra persona lo haga, pero sí para encontrar a tu tercer amor. De lo contrario, y a falta de una explicación mejor, seguirás saliendo con idiotas que te romperán el corazón. El verdadero secreto para encontrar a nuestra llama gemela es aprender a amarnos de forma incondicional. Este viaje puede durar unos años o bien toda la vida. Se trata de revelarnos, de desaprender todas las tonterías que nos dijeron que debíamos ser o esperar, así como de dejar ir la descripción de la imagen corporal que se va asentando en nuestra mente desde la infancia. Aprender a amarnos de verdad es entender que el amor de otra persona nunca determinará nuestro mérito o valía. O que si bien podemos necesitar a alguien, esta persona no nos define. Tampoco es su trabajo llenar nuestros vacíos o enmascarar nuestras inseguridades, así como tampoco amarnos tan intensamente como para hacer desaparecer nuestra falta de amor propio.
A medida que avanzamos en este viaje, nos damos cuenta de que nunca estuvimos buscando el mejor amor o incluso la mejor relación, sino a la mejor versión de nosotras mismas. No se trataba de que ningún ex nos quisiera lo suficiente, sino de que no nos amábamos lo suficiente como para irnos cuando todas las señales de destrucción estaban allí, ni para alejarnos de Don Emocionalmente Inaccesible, y menos para luchar por lo que sabíamos que merecíamos. Así que optamos por someternos a lecciones, nos decantamos por el dolor y el caos. Incluso es posible que necesitemos aprender a amarnos incondicionalmente en la fase de prueba de nuestro tercer amor. No necesitar la validación de otra persona, confiar en nosotras mismas y en nuestros logros, ser capaces de defendernos y comprender que, pase lo que pase, al margen de quien venga o se vaya, siempre habrá amor en nuestras vidas porque habremos aprendido a amarnos a nosotras mismas. Pero hemos tenido que recorrer todo este camino para llegar a este punto, y no debes preocuparte si al leer este libro te das cuenta de que todavía no has llegado a él. También es genial que todavía estés inmersa en este viaje porque significa que no has tomado la salida fácil de elegir a alguien por el simple hecho de tener un cuerpo cálido a tu lado cada noche, es decir, alguien que no fomenta tu crecimiento. Es estupendo que te estés dando cuenta de que ningún amor es mejor que otro, y que solo uno te ayudará a convertirte en la mejor versión de ti misma. Quizás resulte simplista decir que elegimos a nuestra pareja en función de cómo nos sentimos con nosotras mismas. Sin embargo, también elegimos a nuestros amantes dependiendo de cómo queremos sentirnos acerca de nosotras mismas, lo cual es algo muy distinto. Al principio del viaje romántico, la mayoría elegimos a nuestra alma gemela y la pasión kármica porque perpetuaron las heridas, alimentaron nuestra adicción, mantuvieron el condicionamiento con el que crecimos y reflejaron dónde estábamos mental y emocionalmente en ese momento. Sin embargo, a medida que pasamos por estas experiencias, cambiamos, crecemos (y seguimos creciendo incluso en este momento), y ya no necesitamos salir con hombres que nos ignoran por el simple hecho de que nuestro padre nos abandonó cuando aún éramos pequeñas. Así como tampoco necesitamos salir
con mujeres que se parecen a nuestra madre y, al igual que ella, no confían en nosotras, y mucho menos invitar a ese camarero a casa (aunque nos parezca atractivo) por el simple hecho de tener miedo de morir solas y rodeadas de gatos. Jane, una mujer increíblemente creativa y reflexiva, vino a mí porque tenía dudas acerca de su relación de llama gemela. Cuando hablamos por primera vez, resultó que había conocido a su gemelo un par de años antes y, aunque ambos sabían que eran llamas gemelas, aún no estaban preparados para estar juntos. Tenían una «no relación»: no podían estar juntos físicamente porque viajaban mucho y vivían en países distintos. Ambos se habían comprometido a no tener relaciones sexuales con nadie más, siempre y cuando eso les pareciera adecuado; hablaban a menudo y se veían cada pocos meses. Pero entonces Jane comenzó a sentirse inquieta y a interesarse por uno de sus compañeros de surf. En definitiva, me llamó porque sentía que estaba al límite. ¿Debería mantener la promesa que le hizo a su llama gemela o experimentar con ese surfista tan guapo? Hablamos largo y tendido acerca de patrones y ciclos. Me contó que dos años antes no habría dudado a la hora de llevárselo a casa, por lo que esa misma conversación ya formaba parte de un ciclo diferente. Después de hablar conmigo varias veces, Jane itió que estaba cansada de llevar una relación a distancia y quería comprometerse aún más con su llama gemela porque era importante para ella. Entonces, en lugar de irse a la cama con ese guapo surfista, habló con su gemelo y trazaron una nueva ruta. De esta manera, rompió el ciclo de rendirse cuando las cosas se complicaban porque la relación con su llama gemela valía tanto la pena que tuvo el valor de hacer todo el trabajo necesario. Así es como las llamas gemelas se ayudan a crecer de forma mutua de una manera completamente diferente a cualquier otra relación. Cuando nos involucremos con nuestra llama gemela y comencemos a sentir la fuerza de ese amor incondicional, seremos capaces de elegir una pareja que sea un reflejo de todo esto. Si bien es similar a las lecciones acerca de la dignidad y la valía personal que tuvimos que aprender para llegar a este punto, este pilar del amor propio es la última pieza porque solo podremos aceptar el amor que ya nos hemos dado a nosotras mismas.
Solo seremos capaces de aceptar el amor incondicional de nuestra llama gemela una vez que nos lo hayamos dado a nosotras mismas y hayamos aprendido quiénes somos al margen de cualquier pareja, al margen de cualquier temor, inseguridad o soledad; una vez que nos hayamos enfrentado a nuestros demonios y hayamos salido fortalecidas tras vencerlos. Sin embargo, cuando llegamos al punto en que necesitamos a nuestra llama gemela y reconocemos el valor que esta (y también nosotras) aportamos a nuestras vidas, creamos una dinámica completamente diferente. Se trata de aprender que, si bien ningún amor es mejor que otro, no todos pueden ayudarnos a convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas. Aparte, cuando decimos que un amor en particular es mejor, en realidad queremos decir que es aquel que nos permite sentir que podemos ser aún mejores. Elegimos a las personas y las relaciones que o bien contribuyen a perpetuar nuestras heridas o bien nos ayudan a sanar y a convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas. Las escogemos para perpetuar un ciclo o comenzar uno nuevo. Nadie nace sabiendo cómo amarse a sí mismo o lo que significa elegir una relación sana; y aunque tal vez eso no sea la máxima prioridad de todo el mundo, cada vez hay más personas que no solo son conscientes de ello, sino que buscan crear este tipo de relaciones.
D ECISIONES CONSCIENTES
Todavía tenemos que elegir a nuestra llama gemela. Lo interesante en la dinámica de las almas gemelas es que, si bien no pudimos elegir a una persona concreta para que fuera nuestro tercer amor, aun así debemos tomar la decisión de aceptarlo porque forma parte del viaje de autodescubrimiento. Tan solo iniciamos esta relación porque estamos comprometidas con nuestro propio trabajo personal y, si bien podemos amar a nuestro gemelo y estar en ese estado de pseudorrelación en o constante, en realidad no podemos escoger a nuestro gemelo hasta que nos hayamos
elegido a nosotras mismas. Cuando sepamos lo que necesitamos, deseamos, queremos, e incluso cuáles son nuestros factores innegociables, y cuando podamos amarnos a nosotras mismas en nuestra totalidad, por dentro y por fuera, entonces, y solo entonces, seremos capaces de ver el valor de nuestro gemelo, así como de elegirlo. Si bien este amor se caracteriza por la magia, el tiempo oportuno y la química, también es un amor muy real. De hecho, es tan real que necesitamos ser sinceras con nosotras mismas antes de poder buscar a nuestra llama gemela. Este amor nunca dejará de desafiarnos, pero, al mismo tiempo, nos amará de forma salvaje. Una parte importante de este tipo de desafíos es el crecimiento favorable que se produce. Como dije antes, aunque este sentimiento suele aparecer en las primeras etapas de este viaje, en realidad es algo que continuará para siempre, tal vez no en la medida en que ocurre al principio, pero es ese factor de responsabilidad de tener siempre a alguien allí que no te dirá lo que quieres oír, sino lo que necesitas oír. No podemos crecer de la misma manera sin nuestra llama gemela porque no somos capaces de ver aquellas áreas en las que necesitamos enfocarnos especialmente. En la vida solo somos capaces de ver nuestro ser físico; en la relación de alma gemela vemos nuestro ser emocional y las heridas mentales que solo nosotras somos capaces de sanar (no porque no necesitemos a otra persona, sino porque nadie puede hacernos nuestro trabajo). Necesitamos que nos desafíen y que nos pongan obstáculos para crecer. Nuestra llama gemela refleja nuestros comportamientos predeterminados, nuestras creencias, todos los pensamientos que nos autolimitan y, en resumen, todos los aspectos que debemos superar y de los cuales debemos aprender para crecer y convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas. Los bloqueos nos impiden amarnos de forma incondicional, lo cual nos impide entonces aceptar el amor de otra persona. Una llama gemela te amará incondicionalmente, pero también dirá: «Oye, todos estos problemas son tuyos. No voy a endulzarlos, pero no te dejaré escapar porque te amo. Y eso significa ayudarte a convertirte en la mejor versión de ti misma, incluso si ese crecimiento tiene que darse antes del amor o la relación».
Esto denota que, a veces, necesitamos amar a nuestra llama gemela desde la distancia mientras hacemos nuestro propio trabajo y la otra parte hace el suyo, como fue el caso de Jane y su gemelo. Puede que debamos dejar a nuestra llama gemela una temporada o simplemente rendirnos al viaje y confiar en el proceso. Incluso puede significar que nuestro gemelo aún no esté listo para elegirnos porque todavía debe aprender a amarse a sí mismo. Nada de esto condiciona el amor que compartimos. No se trata tan solo de sacar la nieve del camino de entrada, de traernos chocolate caliente o incluso de besarnos la piel desnuda y cálida bajo la luna. Este tipo de amor va más allá de lo físico y nos une en el plano espiritual. El tercer amor no dice «te amo si...», sino más bien «te amo independientemente de...». Sin embargo, para poder amar de esa manera, no solo debemos tener una confianza y una fe extraordinarias en la conexión, sino también en nosotras mismas. Durante mi viaje con mi llama gemela, hubo un momento en que comencé a darme cuenta de que estaba en este lugar y, a decir verdad, el miedo me petrificó y empecé a sufrir porque no quería alejarme de él o del amor. No quería dejarlo y, más que nada, deseaba estar allí para él como siempre lo había estado. Pero, a veces, tenemos la convicción o el conocimiento de que estamos destinados a separarnos un tiempo, no porque renunciemos a la otra persona, sino porque en el fondo sabemos que nuestro gemelo solo puede hacer el trabajo que necesita, y nosotras el nuestro, si no estamos juntos. Esto es muy diferente de la fase de ejecución o de prueba. Por lo general, nos damos cuenta de todo esto después de conectar significativamente durante un tiempo y de saber que, por mucho que hayamos crecido con nuestro gemelo y gracias a él, debemos hacerlo solas. Hubo un punto en que me puse a llorar por teléfono y, entre sollozos, le dije a mi pareja que deseaba poder echarle una mano con todos sus problemas, pero que no creía que fuese cosa mía. Estaba asustada porque lo amaba y quería ayudar, pero me alejé de todos modos. En ese momento, dejarlo ir para que experimentase la vida solo, se volviera más fuerte y tomara conciencia de sí mismo era la mejor manera de demostrarle que lo amaba. No era cuestión de que nuestro amor no estuviese destinado a durar para siempre, sino que a veces la prueba más difícil es dejar ir y confiar en que, si estamos destinados a estar juntos, volveremos a estarlo.
He trabajado con clientas que ignoraron a su llama gemela por considerarla otro amor kármico, no porque lo fuera realmente, sino porque buscaban respuestas e intentaban clasificar la relación para poder desestimarla debido a su dificultad. Cuando conocí a Tanya, ya llevaba cinco años con su llama gemela. Su relación era cada vez más apasionada y, en general, muy fácil, a pesar de que cada uno tenía que superar sus propios desafíos. No quería que las cosas cambiasen, pero sentía que había llegado al destino final de su viaje amoroso. Pero entonces Nick comenzó a actuar de manera diferente, a expresar dudas acerca de lo que él aportaba a la relación, y le preocupaba no saber quién era o qué le apasionaba. Durante ese tiempo difícil, retomó la relación con una ex y rompió con Tanya con esta excusa: «Soy mejor persona con Julie, no contigo. Podemos ser amigos, pero nada más». Tanya estaba devastada, y, aunque lo amaba, sabía que no podía ser su amiga porque no sería capaz de pasar página. Con ese hombre sentía una conexión que desafiaba todo lo que había creído posible. Así que aceptó la situación tal y como era: lo amaba incondicionalmente por muchos problemas por los que hubieran pasado. En nuestras conversaciones posteriores se esforzó en menospreciarlo como si se tratase de otro amor kármico. Me dijo que, para ella, solo se trataba de otra repetición del ciclo porque no había aprendido todo lo que suponía que debía. Trató de etiquetarlo tanto a él como a la relación de cualquier manera para poder cerrar esa etapa de una vez por todas. Estaba segura de que la etiqueta «compañero de herida» era la más indicada para definir su vínculo. Un compañero de herida es similar a un amor kármico en el sentido de que la relación nos ayuda a ver que aún debemos sanar heridas, pero este nos permite escapar de nuestro propio crecimiento de forma indefinida y, en última instancia, seguir con nuestras heridas para siempre. Si bien la herida en cuestión puede ser diferente en cada una de nosotras, es probable que esté vinculada a sentimientos de abandono, autoestima y disponibilidad emocional. Elegimos a un compañero de herida porque, inconscientemente, disfrutamos del dolor que esta nos provoca porque nos resulta familiar, y dejar a nuestro compañero de herida significa que deberíamos abandonar ese aspecto de nosotras mismas que nos convierte en víctimas.
Pero, aun así, Tanya no pudo asignar esta etiqueta ni ninguna otra a su relación con Nick. No podía clasificarlo como un amor kármico porque sentía una conexión espiritual muy profunda, y mucho menos describirlo como narcisista porque él tenía un corazón increíble. Así que trató de pasar página y seguir adelante sin entender el propósito de lo que había sucedido ni poder darle sentido. Se tomó el tiempo que necesitaba para sanar y luego decidió salir en busca de su llama gemela, pero no funcionó con nadie más. Ningún otro hombre decidió quedarse más que un par de noches, y ella no consiguió intimar con nadie. Nick regresó un año después de la ruptura. Entre miles de disculpas, también ofreció una explicación y un plan que no englobaba solo su propio futuro, sino también el que todavía esperaba tener con Tanya. Nick le dijo que se había dado cuenta de que volvía corriendo a la seguridad de su ex porque, aunque no era todo lo que necesitaba, aún se sentía cómodo. Durante ese tiempo que pasaron separados, aprendió que todavía tenía que trabajar en su confianza y en sanar algunas heridas relacionadas con el amor y con sentirse válido. Esta vez decidieron tomarse las cosas con calma, abordaron los problemas de manera diferente y hablaron con sinceridad sobre sus necesidades. Y aunque ninguno de los dos quería volver a separarse, sí creían que aquel tiempo separados les había servido para ayudarlos a sanar. El tiempo es el verdadero barómetro a la hora de determinar qué tipo de relación tienes, porque incluso las llamas gemelas se equivocan de vez en cuando. A veces, nuestro amor definitivo necesitar tomar un desvío. Sin embargo, en estas situaciones no se trata de sacrificarse uno mismo ni de intentar sanar las heridas de la otra persona, ni tampoco es cuestión de aceptar simplemente lo que nos ofrece, sino que debemos mantenernos firmes en nuestros límites y saber lo que merecemos. Se trata de aceptar nuestra realidad en ese momento. No podemos echar a perder la relación con nuestra llama gemela ni perder a alguien que está destinado a estar con nosotras. Así que lo único que somos capaces de hacer en esos momentos en los que sentimos que nuestro mundo ha cambiado por completo y nada tiene sentido es seguir viviendo, confiar en el
universo y creer que, aunque no lo entendamos, todo sucede por una razón, incluso los momentos en que debemos separarnos. Claro que podemos crecer inmersas en otras relaciones, pero nadie más alcanzará la intensidad y la profundidad de nuestra llama gemela. No se trata de un amor estándar de serie. Así que no solo aprendemos a rendirnos a este amor, sino también a recibirlo y aceptarlo, no porque lo necesitemos para complementar las partes que nos faltan, sino porque nos damos cuenta de que, en realidad, nunca nos ha faltado nada. Las únicas barreras eran las que habíamos puesto nosotras mismas.
E L I NDICADO
A veces descubrimos que somos la persona que hemos estado buscando todo este tiempo. Este amor nos demuestra que nunca estuvimos buscando al Indicado, sino que estábamos convirtiéndonos en la persona indicada para nosotras de modo que con el tiempo pudiéramos serlo para otra persona (no porque seamos superhumanos que no necesitan a nadie más, sino porque debemos entender que aún nos queda mucho trabajo por hacer antes de convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas). Debemos amarnos y perdonarnos si queremos ser capaces de aceptar estas cualidades de una pareja. En realidad, nada de esto gira alrededor de encontrar a nuestro amor eterno, sino de aprender a aceptarlo. El amor nos encuentra. Nuestra llama gemela nos encuentra cuando deseamos que nadie lo haga. La magia nos encuentra, pero también la realidad. Los buenos tiempos nos encuentran, pero también los malos.
Así como las dudas. Pero al final, también lo hace la fe. Nuestro tercer amor nos enseñará que el amor que poseemos y que sentimos no se debe a que nuestra llama gemela ríe a nuestro lado mientras hacemos un viaje por carretera bajo las estrellas o nos duchamos abrazados, sino a que nos ayudó a despertar y descubrir el profundo pozo de amor propio que ahora sentimos o que estamos en proceso de aprender. Nos preocupamos por nuestro tercer amor de la manera en que lo hacemos porque no solo nos ayuda a convertirnos en la mejor versión de nosotras mismas, sino que también nos enseña a amarnos. No porque sea necesariamente el mejor, sino porque nos convertimos en nuestra mejor versión a su lado. La razón por la que esta relación se siente tan intensa y duradera es porque la llama gemela es la única que nos ayuda a ver que nunca nos faltó nada. Siempre estuvimos completas, nunca nos equivocamos al sentir que estábamos destinadas a una vida diferente, así como tampoco al creer en un amor mucho mejor que cualquier romance que hayamos visto en una película. Sí, nuestra llama gemela nos parece El Indicado, pero nosotras también lo somos. En muchos casos, esto significa que cuando ambos gemelos han desarrollado ese amor propio y han sido capaces de abrirse para recibirlo de su pareja, comienza un viaje completamente nuevo: aprender a ser un «nosotros». A pesar de los altibajos, los desafíos y las pruebas, el sentimiento subyacente de amor incondicional siempre nos ha conectado con nuestro tercer amor. No es porque lo diga una hoja de papel, o porque nos sintamos obligadas a hacer lo correcto o por cualquier otra cosa que nos haga regresar (o que nos haga darnos cuenta de que no había escapatoria); siempre ha sido tan solo por amor. Este es solo el comienzo de una aventura de crecimiento y aprendizaje, pero, sobre todo, de un amor que durará toda la vida.
Epílogo
Nunca sabes cuándo encontrarás el amor
Todas anhelamos no solo enamorarnos, sino también formar parte de esa historia de amor que pasa «solo una vez en la vida». Ninguna de nosotras quiere sentirse mediocre o pensar que tiene una relación del montón. Todas queremos ser diferentes, así como saber que tenemos algo que es único y solo para nosotras porque, de esa manera, lo protegemos más o nos sentimos más conectadas con ello. Si todas creyéramos que el amor no es más que una simple conveniencia y que cualquier persona nos sirve, entonces los matrimonios y las relaciones no serían más que una firma en la línea de puntos de un contrato. Aun así, tal vez, para algunas, ese es el camino que están destinadas a seguir en la vida. Pero aun en ese caso tengo que preguntarme por qué. ¿Por qué no preferimos creer que, al final, acabaremos con la única persona para la que fuimos creadas? ¿Qué tiene de aterrador o imposible creer que hay una persona que encaja con nosotras más que cualquier otra? Parece que, como sociedad, nacemos condicionadas por la ceguera del escepticismo. No importa si de niñas nos pusimos un velo y dijimos «sí, quiero» al casarnos con nuestro mejor amigo mientras jugábamos a las bodas, o que al crecer nos dijeran que éramos necias por creer que el amor podía ser así. Debemos parar en este punto. ¿Quién te dijo que el amor no debe ser malditamente increíble? Y, aún peor, ¿por qué creíste a esa persona?
Entiendo que llegar hasta aquí te ha llevado toda una vida. Incluso puede que leas estas palabras con lágrimas en tus preciosos ojos mientras te preguntas si alguna vez conseguirás la única cosa en la que siempre has creído: el amor. Pero, hablando en serio, déjame corregir eso: no solo quieres amor, sino que lo quieres todo del amor. Quieres al guerrero apasionado, amable, sensible, leal y divertido que, aunque te vea hecha un desastre por la mañana, no saldrá corriendo calle abajo. Quieres aventuras y momentos bajo la luna llena mientras atraviesas todos los océanos. Deseas que te entiendan. Pero, sobre todo, quieres pensar que nunca te equivocaste a la hora de amar. A todas nos gusta tener la razón, pero llega un momento en el que necesitar tenerla en materia de amor es tan perjudicial como ponerse una soga al cuello y creer que podrás seguir respirando. Puedes llevar razón o puedes enamorarte, tan simple como eso. Lo que esperábamos del amor en el pasado está cambiando, y eso no es solo bueno, sino fantástico, porque significa que buscamos a un compañero de alma y no solo de vida. No queremos carne con patatas los miércoles y sexo los viernes por la noche, sino una vida de maravillosas posibilidades donde nuestro amor prevalezca por ser algo más que una mera forma de reproducirnos o de encajar en unas expectativas que otra persona ha establecido. Ya no nos satisfacen aquellas uniones que nos convienen o que parecen cumplir con ciertos ideales impuestos por nuestras familias o la sociedad. Y eso es increíble porque nos motiva a encontrar el tipo de amor que encaja con nosotras. Así que amamos. Y volvemos a amar una y otra vez. Amamos hasta que encontramos a nuestra llama gemela. Damos oportunidades y aprendemos a medida que avanzamos. Entregamos lo mejor de nosotras mismas porque deseamos algo más, y por el camino aprendemos que el amor no es un cuento de hadas. No existe la persona perfecta ni la relación perfecta, pero sí ese amor que, por sí mismo, siempre será perfecto. Este camino nos lleva a dejar de pensar que existen amores buenos y malos
porque dejamos de compararlos y empezamos a entender que ninguno es mejor que otro. Comenzamos a ver que quienes somos en el momento de conocer a alguien influirá más en la relación que en la persona en sí. Entendemos que nos acercaremos a aquellas personas destinadas a enseñarnos una lección y que manifestaremos nuestros miedos y deseos en función de lo que irradiemos. Pero, al final, el amor es solo amor. Es esa sensación, indescriptible, de iración profunda hacia otra persona. A través de las dificultades a las que nos enfrentamos y las alegrías que vivimos, empezamos a ver que, para poder atraer a ese amor eterno, primero tenemos que enamorarnos de nosotras mismas. Así que tomamos conciencia de nuestros patrones y ciclos para empezar a tomar decisiones diferentes, lo cual es tan solo el principio para recibir lo que esperamos recibir. Pese a que ningún amor es mejor que otro, habrá una persona que, al igual que una llave que encaja en una cerradura, nos abrirá como nadie lo ha hecho ni lo hará nunca. Comprenderemos que es imposible amar de la misma manera dos veces, y también cambiará la manera en la que entendemos y ponemos en práctica el amor. No volveremos a querer a nadie de la manera que amamos a nuestra querida alma gemela, así como tampoco repetiremos los mismos ciclos adictivos de nuestro amor kármico. Puede que tengamos tres almas gemelas o solo una. Puede que debamos pasar por diez compañeros kármicos antes de aprender todas las lecciones necesarias, aunque también puede que solo sean dos. Pero habrá uno, solo un amor en concreto que, al margen de qué etiqueta o título le pongamos, de que nos casemos o no, nos cambiará como personas y cambiará la manera en que amamos para siempre. Esa única persona será nuestra llama gemela, la cual cambiará para siempre la relación que mantenemos con nosotras mismas. Habrá una persona que nos amará de la forma en la que siempre hemos deseado que lo hagan, de la misma manera en que tuvimos que aprender a amarnos a nosotras mismas. Además, derribará nuestros muros, nos hará cuestionarlo todo y nos abrirá los ojos a un mundo que ni siquiera sabíamos que existía. Aunque le damos el nombre de «llama gemela», en realidad es solo una persona normal y corriente que aprendió a amar de un modo extraordinario. Son seres
únicos, son un todo, y no existen palabras para describirlos, no porque tengan superpoderes, sino porque se quedaron cuando pudieron haberse ido, hicieron que funcionara cuando lo más fácil era rendirse y amaron cuando parecía imposible. La llama gemela nos ayudó a convertirnos en la persona que somos hoy en día, en aquella que estábamos destinadas a ser. Siempre estuvo ahí, solo que no sabíamos cómo llegar hasta él. Esa persona estaba destinada a enseñarnos las posibilidades que había fuera del mundo de lo que es real, y a hacernos dar cuenta de que amarnos a nosotras mismas no es más que aceptarnos tal y como somos, que es justo lo que hace esa llama gemela. Es el recorrido que nos lleva a encontrar ese amor que va a durar para siempre, el cual siempre ha estado y estará en nuestro interior. A aprender que debemos ser quienes somos en realidad, comprometernos con nosotras mismas y con nuestra propia verdad antes de poder unirnos a otra persona. Pero también a entender y aceptar que nuestra humanidad saldrá a la luz en este proceso. Haremos daño a esa persona que decimos amar, cometeremos errores y volveremos a intentarlo porque así es el amor. Y el amor siempre vale la pena. Lo vale todo. No se trata solo del camino hacia el amor, sino de aprender lo que no es amor y dejar de relacionarnos con personas emocionalmente distantes o que solo quieren jugar, así como saber que valemos más que un revolcón esporádico y que, si de verdad queremos atraer lo que deseamos, entonces debemos empezar a tomar decisiones en consonancia. Pero, ante todo, se trata de no rendirse jamás. Nunca debemos sacrificarnos ni dejar que nuestro ego o nuestro orgullo se interpongan en lo más importante: amar. Las historias de amor no son lineales, y con el tiempo puede que descubramos que quien creíamos que era nuestra pareja kármica en realidad era un alma gemela, o que nuestra alma gemela se parece a nuestra llama gemela, así como que a veces la llama gemela puede confundirse con un amor kármico. Quizás nos obsesionemos con descubrir quién es esa persona o cuál es su propósito en nuestra vida en vez de amarla y ver dónde nos lleva el camino porque creemos que acabaremos rompiendo o susurrando un «sí, quiero» bajo un cielo estrellado.
Se trata de aprender que nadie, excepto nosotras mismas, sabe lo que necesitamos, y que lo más importante no es lo que llamamos amor, sino lo que representa para nosotras. Debemos aceptar que el no saber forma parte del camino y que, aunque esperamos tenerlo todo controlado, la vida tiene su manera de demostrarnos que nos equivocamos. También debemos tomarnos bien el hecho de equivocarnos, y confiar en que no solo aprenderemos lo que estamos destinadas a saber, sino que sabremos lo que tengamos que saber cuando llegue el momento, y, sobre todo, que siempre acabaremos donde debemos acabar. Y con quien tengamos que hacerlo. El amor es mágico e indescriptible; son noches a la luz de la luna y besos que nos hacen perder la noción del tiempo, pero también días duros y caras cubiertas de lágrimas. No es cuestión de saber adónde ir, sino de confiar que estás en el camino correcto. De perdonar y volver a perdonar. Perdonarnos tanto a nosotras mismas como a nuestra pareja por no ser capaces de hacerlo mejor a pesar de lo mucho que lo deseemos o de lo mucho que nos esforcemos. No se trata de rendirnos, sino de dejar de luchar por causas perdidas. Es cuestión de ser honestas, confiar y, sobre todo, tener fe en que esta persona a quien le hemos mostrado partes de nosotras mismas hará todo lo posible para no traicionarnos, y también es cuestión de ser capaces de perdonarla cuando lo haga. Para encontrar este amor eterno, primero debemos aprender a sentirnos cómodas estando solteras, así como tener citas con nosotras mismas y salir los fines de semana con nuestras amigas para coquetear con chicos monos y beber más martinis que agua. Aprender a irnos a la cama solas porque preferimos no arrepentirnos de nada a la mañana siguiente. Se trata de entender que complacer a nuestros padres no es nuestro cometido, así como tampoco es nuestra responsabilidad encajar en la sociedad o seguir un modelo de vida concreto. No hay ningún problema en ser diferente y querer algo que nadie más quiere. Debemos descubrir nuestros puntos fuertes y itir nuestros errores a fin de acabar en un lugar mucho mejor del que podríamos haber predicho. Y, sobre todo, debemos levantarnos cada mañana con la intención de volver a intentarlo. En cuestión de amor no debemos construir muros a nuestro alrededor, ni siquiera
cuando nos hagan daño. No se trata de protegernos o sabotear todas nuestras relaciones para mantener a la gente alejada, así como tampoco de encerrar nuestro corazón en una jaula porque tenemos miedo de que vuelvan a romperlo en mil pedazos. Debes abrir tu corazón en vez de pensar que nunca volverás a amar. El camino para encontrar ese amor eterno nos muestra que el dolor es parte del proceso. Tenemos que rompernos y vaciarnos a fin de dejar espacio para más amor. Las relaciones deben fracasar para aprender qué no debemos hacer la próxima vez y, en algunas ocasiones, nos vemos obligadas a dejar que se vayan para darnos cuenta de que no queremos vivir sin esa persona. Hay que abandonar la idea de que debemos ser duras, o no tener sentimientos, o que ser demasiado emocionales es malo. Hay que dejar de hacer caso a lo que todo el mundo nos dice que debemos ser o hacer para conseguir una pareja, así como darnos cuenta de que a nuestra llama gemela no le importará que nos tiñamos o tengamos un grano inmenso en la barbilla. Debemos darnos cuenta de que tanto nosotras como la vida somos caóticas y que, aunque el amor sea el más caótico de todos, nos comprometemos con él. Nos comprometemos a intentarlo porque por muchas veces que el amor nos derribe, llegará un momento en que nos tenderá la mano y nos ayudará a levantarnos. Cuando caminemos solas por una ciudad nueva y nos choquemos con alguien que salga de un taxi y nos dé un vuelco al corazón. O cuando hablemos con nuestro ex porque hemos soñado con él y nos enteremos de que le ha ocurrido lo mismo. Llegará cuando tenga que llegar. Y seguirá llegando, ya sea por primera o por enésima vez. Pero siempre volverá. Porque toda esta búsqueda del amor no es una ciencia, así que no debemos cuantificarlo, sino aprender de él, permanecer abiertas a él y tener fe en él, en nosotras mismas y en el camino. Debemos comprometernos a no perdernos en una relación, pero también a no alejarnos de ella. Debemos entender que no podemos tomárnoslo todo de forma personal y que el hecho de que alguien nos diga que no no significa que nos esté diciendo que no a nosotras. Debemos regodearnos tan profundamente en nuestro amor propio que nos acabemos dando cuenta de que siempre está ahí.
Aunque estemos solteras, si nos amamos a nosotras mismas, nunca nos va a faltar amor. A partir de aquí, empezamos a tomar decisiones diferentes. Dejamos de apresurarnos, de planear y de pensar que lo sabemos todo (o incluso de pretender que lo hacemos). Renunciamos a nuestras segundas opciones y dejamos de visitar las aplicaciones de citas a las tantas de la noche porque sabemos que no queremos irnos a la cama con cualquiera, sino que buscamos a alguien que siga ahí por la mañana. Debemos aceptar que lo queremos todo porque primero nos lo hemos dado todo a nosotras mismas. Hemos aprendido a no reprimir el amor o nuestra propia aceptación, así como que nos merecemos cosas fantásticas por el simple hecho de serlo nosotras mismas. Aceptamos que queremos tanto independencia como compañía, tiempo a solas y alguien con quien ir a la cama cada noche. Queremos correr libres e indomables por este precioso y gran mundo, y queremos a alguien en casa que nos dé todo su apoyo. Este camino no solo nos llevará a aprender quiénes somos o qué es el amor, sino también cómo deben amarnos a fin de convertirnos en alguien mejor, seguir creciendo y ser esa mejor versión de nosotras mismas a la que nunca renunciaremos. Entonces llegamos al punto en el que priorizamos el amor y las relaciones. Y dejamos de buscar el amor, de intentar que suceda y de creer que tenemos el control de todo para empezar a vivir de una vez por todas. Vivimos enamoradas porque somos amor. Amamos tanto la persona que somos como lo que está por venir, aun sin tener ni idea de lo que es. Y nos parece bien porque estamos en armonía. Ese es el momento que lo cambia todo. Ese es el momento en que nos volvemos a topar con el amor y nos damos cuenta de que nunca se puede forzar ni es algo de lo que nos puedan convencer; en fin, que nunca fue algo que no tuviéramos. En realidad, es algo que estábamos camino de conseguir todo este tiempo. Un camino en el que dejamos que nuestra llama gemela nos encuentre, y nos preparamos para cuando lo haga.
AGRADECIMIENTOS
No puedo hablar de la aventura que ha supuesto escribir sin mencionar a Elephant Journal. Gracias por ser la primera plataforma en publicar mis palabras, y gracias a Ashleigh Jai Hitchcock por ser mi primer editor y enseñarme a ser mejor escritora. Siempre le estaré agradecida al autor Matthew Kelly por ar conmigo después de leer mis palabras en Elephant Journal y ser quien me motivó a escribir mi primer libro. Su apoyo y ayuda a lo largo del proceso, incluso el hecho de ponerme en o con mi fantástico agente Joseph Durepos, cambiaron mi vida para siempre e hicieron que este libro fuera posible, así que gracias. A Sara Carder, Rachel Ayotte y todos los que trabajan en TarcherPerigee, gracias por creer en mí, por ver que este libro era posible, por vuestro apoyo, esfuerzo y asesoramiento a la hora de hacer esto realidad. Por último, a mi familia: gracias a mis hijas, a quienes les pareció bien cenar cereales porque mamá se había pasado todo el día escribiendo; gracias a mis padres, que cuidaron a mis niñas mientras yo pasaba largos días trabajando, sin ellos nunca hubiera escrito este libro. Os estoy eternamente agradecida a todos vosotros. Gracias.
El amor solo llega tres veces Kate Rose
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal)
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Título original: You Only Fall in Love Three Times
Diseño de la portada, Planeta Arte & Diseño
© de la fotografía de la portada, SS pixels y Tetiana_u / Shutterstock
© Kate Rose, 2020 Todos los derechos reservados, incluido el derecho de reproducción total o parcial en cualquier forma. Edición publicada por acuerdo con TarcherPerigee, un sello de Penguin Publishing Group, una división de Penguin Random House LLC.
© de la traducción, Judit Abelló Huguet, 2021
© Editorial Planeta, S. A., 2021 Diana es un sello editorial de Editorial Planeta, S.A. Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España) idoc-pub.serieya.com
Primera edición en libro electrónico (epub): enero de 2021
ISBN: 978-84-18118-46-3 (epub)
Conversión a libro electrónico: Realización Planeta
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